La empresa estatal socialista no es la solución

Elias Amor Bravo economista

Una vez más, Díaz Canel vuelve a confundirlo prioritario con lo necesario, y declara ante directivos del sistema empresarial estatal que “el sector estatal tiene que hacerlo todo bien” en medio de una situación sumamente compleja, y que pese a las limitaciones que existen (siempre el bloqueo presente en los análisis del dirigente castrista) “han demostrado aquí que hay cosas que pueden hacerse mejor”.

Pues claro que sí. Yo diría que todo se puede hacer siempre mejor. Y que si en 63 años todavía el sector estatal, mayoritario en la economía cubana, sigue sin alcanzar ese funcionamiento óptimo para alcanzar una producción suficiente de bienes y servicios, y además hacerlo más rápido, habría que preguntarse por qué, y si se llega a conocer las causas de ello, empezar a olvidarse de estas creencias, que solo contribuyen a retrasar más el deseo de prosperidad de todos los cubanos.

En la intervención de Díaz Canel sobraron falsedades y se echó en falta el reconocimiento del fracaso comunista en confiar en exceso en lo estatal. El mismo lo declaró, y cito sus palabras, "si la empresa estatal socialista es el principal actor de nuestra economía, todo lo que hagamos mal va en detrimento de la credibilidad del estado socialista, del proceso revolucionario, y del gobierno y del estado",

La  primera falsedad tuvo que ver con las alusiones al bloqueo y su influencia sobre la actividad estatal. Diciendo este tipo de cosas, Díaz Canel parece reconocer que el sector privado es ajeno a esa “tortura diaria que tenemos, pero sigue ahí, y tenemos que sobrepasarlo con nuestros propios esfuerzos”. Y puede que tenga razón, y entonces, lo que tiene que hacer es confiar más en la actividad privada, abrir espacios para su desarrollo y consolidación con plenas garantías, y no limitarse a ofrecer marcos injerencistas para la creación de mipymes o CNAs, que no llevan a ningún sitio. El sector no estatal necesita más apoyo.

La segunda falsedad es defender a ultranza las medidas adoptadas en los últimos meses para perfeccionar la empresa estatal socialista, que han sido bien acogidas en la industria. Serán buenas medidas pero que llegan a empresas en pérdidas, mal gestionadas, con problemas de pagos, limitaciones para la creación de empleo cualificado, dificultades para cumplir los acuerdos con el estado (mal pagados y distribuidos) y un sinfín de trabas que, lejos de ser eliminadas se ven agravadas por la jerarquía institucional y la pléyade de órganos intermedios que no aportan valor añadido. 

Este escenario, que golpea al sector estatal mucho más que el bloqueo tiene solución, que no es otra que potenciar las actividades, facilitar que los medios de producción lejos de estar agarrotados en manos inservibles, se pongan a funcionar al 100% de utilización con móviles alternativo. Y eso solo es posible en el sector no estatal.

Tercera falsedad, creer que la  solución para el sector estatal pasa por más autonomía hasta la separación de funciones estatales y empresariales. No solo se reconoce que eso no es suficiente y que se requiere reformas estructurales que modifiquen el marco de derechos de propiedad, sino que, además, las medidas adoptadas por el régimen en este ámbito se han quedado muy cortas, insuficientes e incapaces de lograr esa flexibilidad que exige la economía para producir más y mejor.

El sector estatal se tiene que deshacer de los métodos administrativos que no sirven por estar obsoletos, de unos órganos superiores de dirección que no hacen otra cosa que crear estructuras ineficientes que provocan un exceso de gastos administrativos y plantillas, las reuniones y los flujos informativos en los que se pierde tiempo, la falta de vínculos con la inversión extranjera. Visto en esta perspectiva, las  43 medidas para fortalecer la empresa estatal, han sido papel mojado.

La empresa estatal socialista no es solución para nada, y es inservible para construir prosperidad y sostenibilidad, como dice Díaz Canel. Es un instrumento que puede cumplir determinadas funciones complementarias en la economía, pero nunca es el centro de un sistema económico. No lo es, ni en Vietnam ni en China, donde el sector privado ha abierto espacios para su consolidación. Es ilógico que Cuba siga siendo un desierto de ineficiencia y de creencia en organizaciones que están para otras cosas.

El denominado perfeccionamiento de la empresa estatal socialista, ni perfecciona, ni ofrece garantías de solvencia o rentabilidad.  La cuestión no es, como dice Díaz Canel que les autoricen a vender en la Zona Especial de Desarrollo Mariel, y lógicamente tener que ir al Mariel, lo que ya de por si puede ser complicado para estas empresas, acostumbradas a que es compren, no a vender. 

El problema es que en el Mariel, lo más probable, no se necesite lo que fabrica una empresa estatal socialista, por calidad, suministro, especialización y sobre todo, capacidad para adaptarse a las demandas del cliente. Ahí es donde reside el problema: una empresa privada sí que tiene muchas posibilidades de vender y crecer en el Mariel, y sin embargo, se les pone todo tipo de problemas para hacerlo.

El modelo de empresa estatal socialista ha tocado techo, y no da para más. Está obsoleto y es incapaz de producir más y mejor. Ahí está la decisión desesperada de autorizar la llegada del exterior de todo tipo de productos en las maletas de los cubanos que viajan a Panamá, República Dominicana, Haití o España para llevar al país lo que no producen las empresas estatales socialistas de Díaz Canel. Y luego en las tiendas en MLC el pollo que se vende es de Estados Unidos y la mayoría de productos de manufactura internacional. Díaz Canel debería reflexionar sobre todo esto.

Si el principal problema de la economía cubana es el desabastecimiento de bienes y servicios, y una parte importante de los productos tiene que salir de la producción nacional, del sistema empresarial estatal y del resto de los actores económicos, la pregunta es evidente, ¿por qué no se atienden esas demandas y se ponen las empresas a funcionar?.

La respuesta la tiene el dirigente comunista cubano, la responsabilidad de ese desajuste que ha existido en mayor o menor medida en la economía cubana desde 1959 y se acentuó a partir de 1968 con la llamada “ofensiva revolucionaria” es del “actor económico fundamental, el que defiende el socialismo, el que gestiona los medios fundamentales de producción”, la empresa estatal. Este es el responsable del caos existente, y las exigencias que le impone el régimen a su funcionamiento, lo que las lleva a un círculo vicioso del que resulta muy difícil salir.

El mismo diálogo del estado y gobierno con la empresa estatal, del que tanto alardea Díaz Canel, se tiene que empezar a desarrollar con el sector privado que nace y se desarrolla en Cuba, a pesar de las trabas que el régimen les impone. En ese diálogo podría escuchar visiones alternativas sobre el sistema empresarial que pueden dar claves para salir del colapso en que se encuentra la economía cubana. Hay que confiar más en el sector privado, y menos en la empresa estatal socialista, por el bien de todos los cubanos. 


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