Evergrande desde La Habana, ¿Qué nos pasará?

Elías Amor Bravo economista 

Probablemente, la pregunta que algunos dirigentes comunistas cubanos se hacen estos días es si la crisis de la segunda mayor inmobiliaria china Evergrande, acabará salpicando a la debilitada economía cubana. En esta entrada del blog les vamos a dar algunas pistas.

Tal vez convenga empezar por explicar qué es Evergrande. La empresa fue fundada en 1996 por Xu Jiayin, señalado en diciembre de 2020 por la revista Forbes como el décimo multimillonario más rico de China, cuenta con 200.000 empleados y genera 3,8 millones de empleos indirectos. Desarrolla casi 1.300 proyectos en 280 ciudades y ha vendido casas a 12 millones de propietarios. En 2015, cuando se empezaron a encender las alarmas sobre las deudas de la empresa, la revista Fortune incluía a Evergrande en el puesto 43 de su lista Fortune 500 de las empresas más grandes del mundo. La sede se encuentra en Guangzhou, capital de la región Guangdou, donde es propietaria del equipo de fútbol local, el Guangzhou FC. La compañía cotiza en la bolsa de Hong Kong y se ha expandido en los últimos años a los sectores de alimentos, automóviles, seguros de vida, audiovisuales, parques de diversiones, tecnología y entretenimiento.

China es la economía más grande del mundo, quiere asumir un cierto liderazgo internacional y los analistas destacan que el sector inmobiliario supone el 29% de su PIB. La quiebra de Evergrande no solo podría implicar la destrucción de millones de empleos directos e indirectos, sino una catástrofe económica. La crisis que golpea al gigante chino se parece bastante a las subprime de comienzos de siglo, cuando Lehman Brothers abrió un agujero en las finanzas internacionales que sirvió para popularizar, en negativo, a los llamados “hombres de negro”. El escenario es muy parecido. Una crisis de pagos de una empresa sistémica que se desploma en bolsa un 19% hasta sus mínimos en más de 11 años, incrementando las pérdidas de sus oportunidades de negocio ante la proximidad del pago de su deuda y la incertidumbre sobre la disponibilidad de recursos para honrar sus obligaciones financieras.

Como consecuencia, los mercados financieros que son poco favorables a este tipo de situaciones han empezado a ponerse nerviosos y pensar en una más que posible quiebra de Evergrande que, con origen en China, se lleve por delante a más de uno, sobre todo en la zona asiática de influencia de la nueva potencia económica mundial. Los pasivos de Evergrande representan aproximadamente el 2% del PIB chino y sus esfuerzos por obtener financiación para pagar a sus acreedores, proveedores e inversores han sido infructíferos, lo que ha servido a los reguladores chinos para mantenerse a la expectativa para evitar riesgos más amplios en el sistema financiero del país.

En La Habana tienen que estar preocupados por este escenario. Pero, por otro lado, esta crisis del gigante asiático puede ofrecer argumentos al ala dura del partido comunista, la que es menos favorable a reformas en la economía que permitan abrir espacios a la actividad privada. Más de uno de estos dirigentes sacará provecho de la crisis de Evergrande para advertir, por enésima vez, de los males del capitalismo y recurrir a las enseñanzas de Fidel. Una victoria cantada de los ortodoxos comunistas sobre los militares verde oliva vinculados a las empresas internacionales cubanas, a los que echarán en cara que el camino del capitalismo nunca deberá llegar a Cuba. Más de lo mismo. 

Más aun cuando las autoridades chinas han abordado de forma tímida la regulación, exigiendo a los responsables de Evergrande que amplíen los pagos de intereses o renueven los préstamos de sus acreedores, pero en ningún momento están pensando en algún tipo de rescate por el gobierno chino de la empresa. Una actuación que, por otra parte, ayudaría a calmar a los mercados financieros y a otorgar confianza a China y sus capacidades para afrontar crisis sistémicas de este tipo, que, a buen seguro, volverán. En tales condiciones, las deudas de Evergrande se disparan al alza a corto plazo, y sus acreedores cada vez están más convencidos de que se producirán los temidos impagos, con sus efectos negativos. ¿Qué efectos cabe esperar? ¿Puede haber alguno en La Habana?

Los efectos son las consecuencias de la bancarrota sobre los fondos de inversión que hubieran podido apostar por el gigante asiático, y que, en la situación de quebranto, se trasladan rápido a otros países del mundo. El posible “efecto contagio” parece quedar circunscrito a China, ya que los principales acreedores de Evergrande son bancos e inversionistas chinos, que perderían miles de millones si la empresa no cumple con sus obligaciones financieras. Es difícil saber hasta dónde pueden llegar las ramificaciones, sobre todo, a los ahorradores de esos fondos que pueden sufrir importantes pérdidas de patrimonio.  

Tal vez por ello, se espera algún tipo de reacción de las autoridades chinas para evitar que el virus se extienda rápido por todo el mundo. La capacidad de China para actuar como potencia económica mundial se puede evaluar a partir de escenarios como el suscitado por Evergrande. Los ojos de todo el mundo se han fijado en el partido comunista chino que dirige la nación para ver cuál es su reacción. Hay expectación, qué duda cabe.

No conviene olvidar que los problemas de Evergrande aparecieron ya en agosto de 2020 y en buena medida, tuvieron su origen en decisiones del régimen comunista de Xi Jingping al anunciar una serie de medidas para controlar el endeudamiento de las inmobiliarias. La empresa remitió un escrito carta al Gobierno de Guangdou, alegando que tenía problemas de liquidez y que esto podría ocasionar el impago de sus préstamos. La carta salió a la luz en septiembre de ese año y puso en entredicho la capacidad de la empresa para afrontar sus pagos.

A partir de entonces, los acontecimientos han caído por una pendiente. La empresa diseñó un plan para reducir su deuda a la mitad en 2023 poniendo a la venta propiedades con 30% de descuento y partes de sus negocios automovilístico y tecnológico. Las medidas no fueron lo suficientemente rápidas y la compañía siguió aumentando sus deudas, perdiendo liquidez y viendo impotente cómo sus calificaciones crediticias seguían bajando, sus bonos perdiendo valor y sus acciones en picada. Un cuadro muy complicado.

Después, en julio de 2021 la justicia china congelaba parte de los activos de la empresa como consecuencia de una demanda del banco Guanfa y otra de un contratista. Este fue el tiro de gracia para la empresa, conforme las agencias S&P y Moody’s degradaban sus calificaciones y aumentaba el número de acreedores que confirmaban deudas. A partir de ese momento, las demandas y acusaciones de impagos no dejaron de llegar, con descensos en las ganancias netas y más falta de liquidez. Y así hasta la actualidad.

La quiebra del grupo inmobiliario puede alcanzar proporciones difíciles de estimar, una bomba de relojería, cuya onda expansiva es difícil de calcular y por ello, cada vez es mayor la atención que los mercados sitúan en el régimen chino de Xi Jingping para saber si permitirá que la inmobiliaria colapse o si la rescatará. De momento, la única actuación política ha sido una inyección de 14.000 millones de dólares del Banco Popular de China para tranquilizar al mercado, con escasos resultados prácticos.

Lo que parece evidente es que los reguladores chinos han hecho mal su trabajo permitiendo que se llegue a una situación que está fuera de control. Serían los primeros en asumir responsabilidades. Pese a que todo indica que el régimen comunista chino no tiene intención de rescatar a la inmobiliaria, la gravedad de la crisis exige que, cualquiera que sea el resultado final, tanto si se trata de una reestructuración como si no resta otra salida que una liquidación, el régimen chino debe ofrecer una solución viable y adecuada que aleje el caos y la crisis, al tiempo que trasmite su capacidad para actuar como potencia económica mundial. Otra cosa es que lo quieran hacer.

Que llegue a La Habana alguno de los efectos negativos es menos probable. No parece que el régimen cubano haya invertido en Evergrande y si lo han hecho, tienen merecido lo que está ocurriendo, porque Cuba no está para este tipo de alardes. Tampoco parece que Evergrande hubiera apostado por algún negocio en la Isla. Lo que si puede ocurrir es que la economía cubana se vea afectada por una eventual crisis de la economía china y de su área de influencia tras la bancarrota del gigante inmobiliario, y por ello, no sería extraño que el dirigente vietnamita, de visita en la isla estos días, haya explicado a Díaz Canel su preocupación por lo que pueda venir de China. 

Las pérdidas de los inversores están encima de la mesa, y es probable que la próspera Vietnam se vea afectada por los quebrantos de Evergrande. Es como si cae la primera ficha de dominó alineada. Detrás van las demás. Cuba está alineada porque trata de mantener relaciones económicas, comerciales e inversoras con China. Ya veremos qué consecuencias tiene todo ello. Cabe esperar que los chinos se aprieten el cinturón, logren menos crecimiento, menos demanda mundial y eso, a corto plazo, supone precios a la baja, que buena falta hace.

Lo peor de este escenario es lo que han dicho los analistas de Goldman Sachs, que como Evergrande dispone de bonos en dólares emitidos tanto por la empresa matriz como por un vehículo de propósito especial, una posible reestructuración de la deuda podría diferir entre los dos conjuntos de bonos, y, como consecuencia de ello, cualquier proceso de reestructuración de la deuda podría prolongarse en el tiempo. Y este escenario es el peor para China, para Vietnam y países asiáticos, para Cuba, y en general, para todo el mundo. Cuanto más se tarde en reconducir la situación de Evergrande, peor será y cabe suponer que en su caída arrastre a otras empresas chinas con fuertes vínculos sectoriales. Los desplomes han comenzado. Ya se verá como acaba todo.

 

 

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