Para salir de la crisis, hay que dar apoyo al sector privado cubano

Elías Amor Bravo economista

Hay algo que los dirigentes de la economía en el régimen castrista no han entendido aún, pese a la experiencia que ha dejado la pandemia del COVID-19. Me refiero al hecho de que nadie, absolutamente nadie, ha hecho alguna declaración, o propuesto medida concreta, para ayudar, a los emprendedores privados, los arrendatarios de tierras, los trabajadores por cuenta propia y los socios de las mipymes y CNAs cubanas, a superar la crisis.

Y que conste que no me refiero a la aburrida patulea de decretos leyes, decretos y resoluciones publicados el pasado 19 de agosto, sino a medidas concretas, acciones a urgentes que en materia de dirección de una economía se llama dinero, fondos financieros, para ayudar a las empresas a volver a abrir los negocios, y mejorar su productividad, introduciendo reformas necesarias y urgentes en el sistema socioeconómico, basadas en normas que permitan mejorar la competencia y animar a otros emprendedores a poner en marcha nuevos negocios.

Lo siento, pero Díaz Canel todavía no se ha dado cuenta de que los únicos que pueden remontar la crisis actual de la economía cubana son los empresarios privados, pero sí quiere que ese “milagro” tenga lugar, hay que ayudarlos antes. De eso va esta entrada del blog.

Por ejemplo, ¿alguien puede explicar por qué el sector bancario y financiero cubano no se pone a trabajar de forma inmediata para ayudar a los emprendedores privados? Sería bueno recordar que entre 2016 y 2020 la participación del ahorro de los cubanos en el PIB, según la ONEI, ha subido del 28,7% al 53,3%, prácticamente el doble. En 2020, el ahorro alcanzó la cifra de 56.000 millones de pesos. Una abundante cantidad de dinero que debería tener un uso productivo al servicio de la economía de la nación.

Sin embargo, los últimos datos de 2020 indican que el crédito concedido a los agentes privados se ha reducido de forma significativa, mientras que el sector estatal empresarial y presupuestado es el que ha recibido la mayor parte de la financiación. Este diseño es incorrecto, y hay que intentar que los fondos disponibles del sistema bancario, los 56 mil millones de pesos, se dirijan a dar apoyo a los trabajadores por cuenta propia y las mipymes, mediante programas activos que lleguen a las cuentas de explotación de las empresas sin injerencias ni controles excesivos, y además sin distinguir unas de otras. Los fondos tienen que regar a la actividad privada para que pueda florecer. Destinar el dinero al sector estatal tiene poco sentido. 

Una vez identificados los destinatarios de la financiación, el sistema bancario se tiene que poner a trabajar a toda velocidad para que el dinero llegue rápido y de manera eficiente a los emprendedores privados, y puedan disponer de él. Si se pierde tiempo con trámites farragosos y burocráticos, lo más probable es que se abandonen muchos proyectos y no sigan adelante, de ahí la importancia de actuar con rapidez e ideas claras.

Díaz Canel y su equipo económico deben ser conscientes de que la economía cubana solo podrá salir del actual impasse si el sector empresarial privado lidera la recuperación, y aunque este sector representa solo un 13% del empleo, detrás de sus capacidades se encuentran los procesos de creación de valor de la economía. Y como segunda derivada, si los comunistas cubanos quieren asegurar el derroche de recursos públicos del presupuesto en los llamados “logros de la revolución” solo puede asegurar la continuidad si el motor de la economía, que es el sector privado, no se gripa y sale con fuerza de la actual crisis.

No hay otra alternativa que apoyar más y mejor al tejido productivo privado y promover algo que en Cuba nunca se ha ejecutado como son las denominadas políticas de oferta, aquellas que van acompañadas de reformas estructurales en el sistema productivo, los mercados, los derechos de propiedad, las garantías, las regulaciones que propician la creación de nuevas empresas sin injerencias estatales, la eliminación de barreras a la competencia, en suma, las trabas que frenan el despliegue de la actividad económica.

Estas políticas de oferta exigen una acción decidida por parte del gobierno, y si bien es cierto que en el contexto actual pueden resultar complejas en cuanto a su aplicación, no hay alternativa si se quiere que la economía cubana salga del círculo vicioso en que se encuentra. Las políticas de oferta dirigidas a todos los sectores de la economía deben estar diseñadas con una visión amplia y no orientada por criterios cortoplacistas y políticos, y, además, lo que es más importante, exigen transparencia y una gran responsabilidad de los gestores para adaptar las decisiones al estado de la economía en cada momento.

Esto supone para las autoridades de la economía cubana apostar por políticas económicas que realmente estén comprometidas con el futuro de las empresas y las familias, sentándose a negociar con los arrendatarios de tierras, los trabajadores por cuenta propia, los socios de las mipymes, de las CNA y todas las entidades que funcionan en el sector privado para diseñar actuaciones basadas en el consenso y la colaboración, empezando a trabajar de manera conjunta en el logro de objetivos concretos, como por ejemplo, la digitalización y la sostenibilidad ambiental. Estoy seguro de que el sector privado cubano recibiría con especial interés cualquier iniciativa del sistema financiero dirigida a potenciar estos aspectos en la estructura económica y empresarial.

El régimen castrista, y en particular, sus dirigentes económicos, nunca han querido entender que una política económica al servicio de la sociedad debe estar basada en la comprensión y el intercambio mutuo.  Que dirigir una economía no es impongo y mando, o publicar normas en las gacetas oficiales, sino crear condiciones favorables y estables para que funcione el sector privado, generador de riqueza y empleo. En este blog lo vamos a recordar continuamente, para que en cuanto Cuba emprenda la vía hacia la modernización y la libertad económica y social, se tengan bien presentes estas máximas que son de sentido común, pero representan la única vía para la prosperidad de las naciones.

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