Hablando de economía, un domingo cualquiera (1ª parte)

Elías Amor Bravo economista

Si se tratase de resumir con una solo idea todo el trabajo realizado por los diputados de la Asamblea Nacional en la comisión de asuntos económicos, y además un domingo, la respuesta es clara: perder el tiempo. Sinceramente, lo mejor que podrían haber hecho los diputados era pasar el día de descanso semanal con sus familias, en vez de escribir y, escribir en esas libretas, lo que da una sensación de alumnos aventajados de esos que no preguntan.

Lástima. Lo siento por todos ellos. Porque nadie fue al centro del problema que golpea intensamente a la economía cubana que no es otro que la inflación, y se limitaron a escuchar las intervenciones de los dirigentes como si se tratara de un acto de partido más. En estas tres entradas del blog se va a analizar lo tratado en este domingo de diciembre.

Lo primero será ver qué dijo Díaz Canel. Y ya no hay duda. El indicador de incremento de precios al consumo en Cuba se disparará en 2021 hasta un 70%, por encima de cualquier previsión de las muchas formuladas. Y este dato es un reto para un país que se encuentra inmerso en una grave crisis desde el segundo semestre de 2019 y va a condicionar el devenir de los próximos acontecimientos, ciertamente complicados.

Primero por el exceso de confianza en el plan y el presupuesto de la economía para resolver el problema de la inflación. Es un error creer que un fenómeno que se origina en los mercados de la oferta y demanda, puede ser resuelto con los instrumentos de la planificación central e intervención en la economía, lo que equivale a matar a moscas a cañonazos. Mal asunto.

Segundo, porque es cierto que luchar contra la inflación exige aumentar la oferta, y en este asunto podemos estar de acuerdo, pero esa potenciación de la producción, sobre todo de alimentos básicos, se tiene que hacer de forma distinta a como plantea implementarlo el régimen comunista. No es la forma esperar a recibir más divisas, sino que hay que potenciar la oferta interna con los propios recursos de la economía cubana, como hacen todos los países serios. El argumento de la falta de divisas que maneja el régimen tiene poco sentido si se piensa en que hay toda una economía interna que está paralizada, y que se tiene que activar cuanto antes sin esas visiones autárquicas románticas que de vez en cuando esbozan los comunistas cubanos.

Tercero, porque no basta con profundizar en los análisis económicos-financieros de las empresas. Si las empresas trasladan sus costes a los precios lo hacen por una cuestión de supervivencia y responsabilidad. Si lo hacen en una medida desproporcionada es porque quienes dirigen la política económica se han equivocado en los cálculos como de hecho ocurrió, y por ello, más de 500 empresas se encuentran en situación de insolvencia, porque en ellas el régimen paralizó los aumentos de precios. Nunca se sabe que es peor si el funcionamiento libre de la economía o la intervención estatal del régimen comunista. Creyendo que se ayuda a la población topando los costes, lo que consiguen es empujar de forma irresponsable a la crisis a numerosas empresas que ahora no saben qué hacer.

Cuarto, porque a la vista de las tendencias del COVID-19 en Europa o Canadá, cualquier previsión de la economía en 2022 basada en el turismo se ha ido a bolina como el papalote, y ahora, habrá que ver qué hacer. Con la infraestructura hotelera paralizada, y sin ingresos de turismo, el escenario puede ser muy complicado por esa manía de apostar todo a una misma carta, cuya debilidad en el caso cubano se está comprobando desde 2019. La vaca lechera del turismo se ha agotado antes de tiempo.

Quinto, porque al realizar el diagnóstico de la situación del sistema bancario y del comercio interior, que se pretenden modernizar, se sorprendieron todos los diputados al escuchar calificativos  para los servicios que se prestan actualmente como “chapucerías, maltratos, incumplimiento de los horarios y desviación de recursos”, lo que incide de forma negativa en los servicios y las técnicas de atención al público. Si estos son los problemas, Díaz Canel lo tiene fácil privatizando estos sectores económicos, y se podrá encontrar que los mismos desaparecen. Sin duda hay mucho que mejorar en la gestión de oferta bancaria y en las técnicas de comercio, pero esto no pasa por parches puntuales, sino por reformas valientes en la estructura de la propiedad.

Sexto, lograr que las empresas sean más eficientes no pasa tampoco por parches, como facilitar o autorizar que puedan articular programas de desarrollo con la participación del sector no estatal. Esta es solo una de las múltiples áreas de colaboración público y privada que en Cuba podría ser un estímulo importante para que la economía fuera más eficiente y competitiva. Esto significa que existen áreas y sectores de la economía cubana en la que la prestación de servicios o la producción de bienes por las empresas privadas sería mucho más eficiente que por el sector presupuestado. La fórmula está siendo ampliamente recomendada en todos los foros internacionales.

Tan solo Díaz Canel enumeró tres propuestas oportunas para afrontar el escenario de crisis económica y social de la nación después de la majadería de "impulsar la agroecología con las 63 medidas dirigidas a potenciar la producción de alimentos", pero no explicó como las va a lograr. Es positivo y absolutamente necesario disminuir el déficit presupuestario, que en buena medida incide en la inflación por la expansión del gasto. Es urgente resolver los apagones que tanto preocupan a la población y las empresas pero hacerlo cambiando la matriz energética del país, con el uso de las fuentes renovables de energía lleva tiempo e inversiones, y no parece que esa sea la apuesta de los dirigentes comunistas. Por último, proseguir con la informatización de la sociedad, y dar protagonismo a la ciencia, la innovación, y la comunicación social, son meros enunciados cuya concreción dista mucho de ser real y eficiente.

La guinda del pastel llegó cuando Díaz Canel explicó lo que para él representa la solución a todos los problemas de la economía, y que apalancó al enfrentamiento a la corrupción, con la participación del pueblo. El reclamo a la ciudadanía para que actúe como delator de aquellas prácticas en las que el régimen comunista observa corrupción (ni se admite la presunción de inocencia, con lo que estamos en las mismas de siempre) es un comportamiento irresponsable por parte de un dirigente político, porque nada bueno se puede lograr de promover el enfrentamiento entre los distintos sectores sociales.

La otra pata la quiere poner Díaz Canel en las relaciones con los municipios, creando estructuras para configurar procesos más horizontales, rompiendo con la verticalidad en las relaciones con los organismos de la Administración central del estado. Más experimentos, que no se sabe bien qué persiguen, y lo que es peor, en qué van a acabar. Díaz Canel cree que es bueno que de una vez por todas se acabe con esa eterna espera a las “indicaciones desde arriba” que han dominado en 62 años el pensamiento jerárquico comunista. Y lo justifica diciendo que esa espera “ralentiza la solución de los problemas y frena la iniciativa y las potencialidades de los territorios”. Realmente, lo frena todo. No solo de los territorios. Cuántas empresas estatales no han perdido oportunidades de mejora por esperar la autorización de un ministro aburrido. Hay mucho que cambiar en la intervención estatal en la economía cubana y tal como están las cosas, quizás hay que aplicar con valentía reingeniería de procesos a gran escala. 

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