¿Qué código de familias en Cuba?
Elías Amor Bravo economista
Leo en la prensa del régimen comunista cubano que diputados de la Asamblea Nacional examinan el proyecto de Código de las Familias, y además, otras leyes. Esto significa que en breve saldrá aprobado este código, sin duda interesante, por cuanto trata de regular.
Por eso, esta entrada del blog se va a referir a esta norma que pretende establecer un ordenamiento jurídico para la familia en Cuba y quiero aportar algunas reflexiones al respecto.
Para empezar, me parece un absurdo jurídico que haya que regular y ordenar una unidad básica de la sociedad como es la familia. Los comunistas cubanos alegarán en su defensa que en la mayoría de países del mundo, democráticos y no, se promulgan leyes y normas para atender a la familia, y por tanto, Cuba en este ámbito no es una excepción. Y llevan razón. La cuestión es que en un estado socialista, marxista y leninista, donde la diversidad no existe como se establece en la constitución de 2019, y se imponen determinados comportamiento homogéneos “comunistas” que deben ser respetados por todos, hay serias dudas sobre qué tipo de familia se quiere regular en Cuba.
Hay un dato que puede servir como punto de partida en todo este asunto. Por culpa de la imposición totalitaria comunista, a lo largo de 62 años, resulta que casi un millón de familias cubanas viven en el exterior, porque han elegido otros países distintos para vivir y desarrollar su propio modelo familiar. La mayor parte de estas familias cubanas de la diáspora cubana huyeron del país con sus hijos para evitar la imposición de las doctrinas estalinistas en la familia y la uniformidad revolucionaria inspirada en el hombre nuevo del Che. En esencia, carecen de derechos en Cuba, la mayoría fueron expropiadas de sus derechos al huir del país, con algunas incluso hasta persecución penal e ideológica en una campaña de extinción organizada desde el poder que no ha parado en 62 años.
Y, como en estos días se está hablando de la profesión de historiador en La Habana, quizás convenga recurrir a alguno hitos relevantes del proceso que arrancó en 1959.
La opresión totalitaria del régimen contra la familia creó el denominado proceso Peter Pan, que los padres cubanos utilizaron en los primeros años de la revolución para evitar que el nuevo régimen les arrebatase la patria potestad, como de facto ocurrió con los que quedaron en Cuba.
Los niños cubanos de los años 60 fueron sometidos a prácticas vejatorias en las escuelas por el simple hecho de pertenecer a familias religiosas o que estaban en contra del régimen, Pero también por la obsesión del régimen con el campo, y ahí queda para la historia el triste recuerdo de las experiencias innombrables de las escuelas en el campo, o los campos de exterminio de la UMAP para los homosexuales.
Luego llegó el gran éxodo del Mariel y el mundo entero contempló a familias enteras hacinadas en el pequeño espacio de la embajada del Perú para huir del paraíso de los trabajadores. Años después, con el Maleconazo y la salida por Guantánamo ocurrió otro tanto, familias enteras abandonaban el país de la única forma que era posible, huyendo por el mar en balsas precarias.
Familias de presos políticos sufriendo por los suyos condenados a largas penas de prisión, familias rotas por la imposibilidad de huir del país al llegar la edad militar o por no tener dinero para afrontar el coste de los pasajes, fueron sufriendo las consecuencias del sistema creado por Fidel Castro.
Y, sin ir más lejos, todavía hoy, en pleno siglo XXI la revolución sigue provocando la huida de cubanos a través de la selva centroamericana. Todos ellos han buscado lo mejor para sus familias, porque en Cuba, esa vida se hacía imposible, angustiosa.
Por eso, pienso que, dado que los diputados de la Asamblea nacional están revisando el nuevo proyecto que regula a la familia en Cuba, lo primero que deberían hacer es tratar de evitar que se vuelva a repetir ese éxodo histórico que ha desangrado el país, y facilitar un marco más adecuado para la convivencia de todos. Para el reencuentro de la familia cubana la de dentro de la Isla y la de la diáspora. Pero mucho me temo que pasarán de largo por este tipo de cuestiones, porque estos diputados comunistas irán al más de lo mismo.
Van a aprobar un Código de las Familias, con rango de ley, que buscará una legitimidad de la que carece porque le falta respaldo democrático real, y por tanto, es previsible que será una de las leyes que pasarán a mejor vida tan pronto como Cuba inicie su transición a la democracia y libertad. Los comunistas cubanos, inasequibles al desaliento, insisten en que este nuevo código es superior al vigente y ha sido elaborado con el objetivo de que sea “expresión de la diversidad familiar propia de una sociedad plural”. Hay dudas de que ello sea así.
Se alude a que la norma contiene referencias concretas a la no discriminación, la igualdad y la dignidad humana, y en lo más alto de los valores familiares. Bien, y ¿Qué ocurre con las familias de disidentes y opositores al régimen? Gracias a los celulares estamos viendo todos los días cómo grupos de paramilitares y de personas simpatizantes del régimen y miembros del partido único se muestran dispuestos a organizar actos de repudio a esas familias, con sus hijos presentes, que al mismo tiempo que sienten miedo y lloran, están aprendiendo el alto coste de luchar por la libertad en Cuba. La misma escena que se repite década tras década desde 1959 ¿De verdad el nuevo código protege a las familias disidentes? Lo dudo.
Si de verdad se aborda en el código, como dice Granma, el tema de la protección a la niñez y la adolescencia, y contra la violencia familiar, el código debe castigar a los desórdenes provocados por las turbas de los comunistas frente a los domicilios de los disidentes, las prácticas vejatorias que se producen en las detenciones (ya se ha visto en el 11J donde hasta menores de edad han ido a prisión sin contemplaciones), o la continua represión política que sufren las familias que no quieren formar parte de la doctrina oficial.
Si, de acuerdo que aspectos como la no distinción de género entre los miembros de la pareja, la protección de la alimentación del concebido, el derecho de la mujer a la reproducción, y la adopción, son asuntos importantes en la medida que respetan principios que existen a nivel internacional desde hace tiempo, pero mientras que en el nuevo código no haya defensa alguna de los derechos humanos, las libertades y del pensamiento, mientras que subsistan determinadas prácticas consentidas por el régimen contra los que piensan de forma diferente y aspiran a un modelo de organización económica y social distinta.
Y una última cuestión que, para la libertad es esencial. Cualquier código de familia que se valga debe tener, por ejemplo, como uno de sus principios básicos la defensa del patrimonio familiar. La economía de una nación prospera cuando las familias ven crecer su riqueza y consumen y ahorran más. Ese es el punto de partida para la prosperidad. Mucho me temo que el código comunista ni lo mencione de paso.
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