Elías Amor Bravo economista
Últimamente la voz del partido comunista, Granma,
está prestando atención a los asuntos más disímiles relacionado con la gestión
económica y empresarial de la nación. Es como un ensayo falsario de autocrítica
cara a la galería, para poder decir después, “nosotros lo avisamos”. Pero este
no es el asunto. Dedicar una entrada en el diario oficial del partido a “¿Cómo reparar
las averías del mantenimiento industrial?” ofrece una idea de que a alguien quiere ocultar algo importante, y más aún cuando se leen los argumentos que se
ofrecen en este artículo.
Por ejemplo, se dice que “el mantenimiento es
responsabilidad de los especialistas, pero no se excluye la colaboración de los
operarios de los equipos”. Ah muy bien, ¿pero es que no se hace así? Entonces,
¿Cómo hacen las empresas estatales cubanas ese “mantenimiento”?
Después se reconoce que “mientras que algunos aplican
con rigor y puntualidad estas tareas de mantenimiento, sin embargo, perviven
demasiadas averías que a la postre acortan la vida útil de una inversión o
paralizan una línea fabril que pudo haber rendido mucho más". Muy bien, y
entonces, cuando este ocurre ¿de quién es la responsabilidad?
Mucho me temo que no vamos a encontrar respuestas
claras a estas preguntas.
Lo más asombroso es que el régimen comunista otorga a una resolución administrativa el poder para resolver los problemas asociados
a las averías y la falta de mantenimiento que frenan la producción nacional. Me refiero a la reciente Resolución
No. 66/21 del Ministerio de Industrias sobre el Sistema de gestión integral de
mantenimiento industrial, cuyos objetivos son:
- Ordenar el mantenimiento durante el
ciclo de vida de las instalaciones industriales, los sistemas tecnológicos
y equipos, con el fin de preservar los parámetros e indicadores de
rendimiento óptimos durante su explotación.
- Consolidar el trabajo de
mantenimiento para lograr una organización tal que garantice que en todas
las entidades de la industria cubana se aplique, como mínimo, el
mantenimiento preventivo, basado en el registro y utilización de las horas
de trabajo de los activos y en los resultados de una rigurosa y
sistemática inspección técnica.
- Garantizar la organización,
preparación y ejecución de las acciones de mantenimiento planificado, así
como de las paradas y reparaciones programadas para lograr la máxima
calidad y eficiencia en la realización de los trabajos.
- Lograr la automatización en cada
proceso que sea posible, como herramienta para mejorar las prestaciones de
los equipos con obsolescencia tecnológica y mejorar sus rendimientos.
Insisto. Otorgar a una resolución administrativa unos objetivos de este calibre para las industrias no va a resolver el problema, porque es más de lo mismo de siempre. Intervencionismo, injerencia en las
empresas, planificación central e imposición. La solución viene de abajo a
arriba. No lo quieren entender, y por ello, todo esto es papel mojado. Las
averías van a continuar.
Cuando los cubanos piensan en “averías” industriales,
lo primero que les viene a la mente son los eternos apagones. El apagón es un ejemplo más de racionamiento de oferta, como no se produce lo suficiente para la demanda, se apaga. Lo mismo que cuando se aplican precios topados.
El sector
eléctrico de Cuba actúa en régimen de monopolio, tiene ventajas políticas, cuenta con abundante empleo
y altos salarios (por encima de la media). Pero tiene un atraso tecnológico secular como consecuencia de la falta de inversiones en infraestructuras,
acumulada durante décadas y una deficiente gestión empresarial. De hecho,
fueron los primeros en incrementar las tarifas tras la entrada en vigor de la Tarea
Ordenamiento, y ello provocó el aumento posterior y en cadena, de todos los
precios de la economía. Visto en perspectiva, el sector eléctrico ha sido el origen de buena
parte de los efectos inflacionistas que ahora siguen padeciendo los cubanos. Y
ello, sin mejora del servicio. El régimen decidió canalizar los escasos suministro
de petróleo de Venezuela desde 2019 al uso urbano, paralizando industrias, con
el objetivo de evitar apagones, pero así y todo, algún diario oficial del régimen, como Cubadebate, han abierto secciones especiales para que la Unión Eléctrica
informe día a día sobre posibles apagones.
En la ecuación fracasada de la economía cubana, “avería”
por la falta de mantenimientos se asocia, sobre todo, a apagones. Pero hay
muchas más averías que hacen difícil sobrevivir en el paraíso de los trabajadores porque suponen una reducción continua de la oferta que provoca escasez y exige racionamiento. Eso se denomina "bloqueo interno" y el mantenimiento tiene mucho que ver con ello. En el artículo de Granma relacionan una
serie de producciones que han estado comprometidas o paralizadas, sin poder suministrar
sus “compromisos” al estado como consecuencia de las averías. Y hay de todo,
desde bienes intermedios, a equipamientos pasando por todo tipo de bienes de
consumo, incluyendo el azúcar que es una industria “muerta” que apenas aporta
valor añadido a la economía, pese a haber sido sector líder durante décadas. Y
todo ello, incumplimientos incluidos con el estado, tiene su origen en la forma
de gestión de las empresas, el modelo social comunista impuesto y las
dificultades que tienen los actores económicos en Cuba para funcionar con libertad.
Y que conste que no se trata de cuestionar el modo de
proceder de los trabajadores cubanos, que gracias a su creatividad, habilidades
y esfuerzo, han logrado que esta parálisis estructural provocada por las averías, no haya sido mayor.
Muchos trabajadores cubanos han tenido que realizar tareas con equipos que no
estaban preparados para ello, con grave riesgo para su salud laboral, y bajo la
atenta injerencia comunista, cuyo único objetivo era cumplir con los encargos.
Poco importa cómo se haga.
El caso es que este modo de proceder puede resolver
por un tiempo la dejadez de las autoridades comunistas en atender las necesidades de inversión, pero a la larga no
sirve para resolver los verdaderos problemas de fondo. Arreglar las averías, al
igual que lograr que la producción aumente, exige un compromiso y una motivación,
que solo puede ir asociado a un nuevo marco jurídico de derechos de propiedad.
Dicho de otro modo, hay que poner punto y final a la entelequia comunista de “trabajar
para el estado” o que los medios de producción son de propiedad colectiva. Falso.
Estas ideas solo pueden funcionar en campos de concentración dirigidos por
militares sin escrúpulos que obligan a los presos a trabajar de sol a sol.
De nada sirven los recorridos por los talleres de los
jefes, o los mantenimientos preventivos y los que se deben adelantar por alguna
contingencia, los diagnósticos encargados a otras entidades que se citan en el
artículo de Granma como experiencias, porque lo que falla es el interés
práctico en las cosas, la motivación. Incluso, hasta los presupuestos que se destinan a estas
actividades están en cuestión, en la medida que no responden a cálculos coste
beneficio que justifiquen las acciones a desarrollar.
Pero es que luego viene la referencia a lo que
denominan “violaciones”, cuando no se cumplen los planes establecidos en
ocasiones, hilarantes, como realizar actividades de supervisión fuera de
horario o en días no laborales, sin la correspondiente compensación. Los planes
de medidas para solucionar los problemas no sirven para anticipar las “averías”,
los procesos de producción se resienten, y ni los responsables ni los
especialistas son capaces de poner solución a los problemas que acaban
generando crisis en la economía. El bloqueo interno.
De modo que el envejecimiento de las industrias y los
equipamientos actúa como un freno a la expansión de las fábricas en su búsqueda
de operar en la economía de escala, a los costes unitarios más bajos. El culpable de ese envejecimiento es el régimen que no invierte lo necesario. Al final,
no es cierto, como dice Granma, que a “todos los planes de revisiones,
inspecciones y reparaciones medias, pequeñas y capitales, hay que ponerles
corazón”. Lo que se tiene que poner es inteligencia, motivación y objetivos
económicos claros. Ese es el modo de proceder de las empresas rentables que dan
servicio a sus clientes.
El panorama descrito en el artículo de Granma de
limitaciones materiales, de improvisaciones, de abandono, de máquinas de todo
tipo que no se sabe dónde están o para qué sirven, cubiertas de grasa,
inactivas durante lustros, obsoletas, imposibles de ser devueltas a la producción
en condiciones rentables, viene a confirmar la dejadez que tienen los procesos
industriales, que actúan como un freno a la economía. Una visión de ese “bloqueo
interno” que el régimen despliega con toda severidad sobre los cubanos.
En Granma dicen que es prioridad del régimen “seguir
contribuyendo a la consolidación de la cultura de mantenimiento en el personal
de la empresa, tanto en los talleres como en el aparato de dirección”. Pero
este es un objetivo que se tiene que definir de forma muy distinta, en el seno de las empresas, y que por ello,
una vez más, no se va a conseguir. Los mecánicos
y electricistas, no pueden ser los únicos responsables del mantenimiento, porque para
resolver la situación de parálisis actual, el bloqueo interno, se exige la adopción de otro tipo de decisiones, que pasan por
la autonomía de las empresas, lograr su flexibilidad estructural y un nuevo marco jurídico de derechos de propiedad que aporte
motivación y la óptica de la rentabilidad como móviles de las decisiones
empresariales.
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