Tierras ociosas e improductivas porque el régimen quiere
Elías Amor Bravo economista
Ahora se han dado cuenta que las tierras ociosas representan un daño para la economía y han emprendido una "cruzada" para ver qué hacen. Granma lo titula en un artículo, “Tierra vacía no da comida” en el que hace referencia a “cuantiosas tierras improductivas en manos de empresarios y algunas formas productivas como las cooperativas de producción agropecuaria que no se declaran”.
Cuesta creer que, en una economía intervenida por el estado, en la que toda la tierra es de titularidad estatal y donde las organizaciones locales comunistas actúan como agentes de vigilancia y control, sucedan estas cosas. Más increíble aún es que sea “la dirección del país la que se esfuerza por eliminar las trabas que aún frenan el desarrollo agropecuario y la producción de alimentos en Cuba”. No parece que vayan en la línea correcta.
Por ello, el artículo vuelve de nuevo a las tristemente célebres 63 medidas del pasado mes de abril para aumentar la producción agropecuaria, y que lejos de resolver los problemas, lo han agravado más aún. En una reciente publicación de ONEI que cubre los tres primeros trimestres de 2021, tan solo una producción agropecuaria, los tomates, ha experimentado crecimiento con respecto al año pasado. El resto, incluyendo las ganaderas, han caído en picado.
El régimen asume que buena parte de los problemas productivos
se encuentran en los excesivos trámites burocráticos que existen para la
entrega de tierras ociosas, y la falta de control en su utilización. Estamos en
2021, no a comienzos de siglo cuando arrancó por iniciativa de Raúl Castro la
entrega de tierras ociosas. ¿No han tenido tiempo más que suficiente para
organizar el modelo? Alternativamente, ¿no será que entregar tierras tiene sus
límites y que la gente se ha cansado de trabajar en algo que nunca será suyo?
Habría que explorar vías alternativas relacionadas con el marco jurídico de la propiedad.
Pero ya se sabe, contra el artículo 18º de la constitución comunista de 2019 no se
puede hacer nada.
El régimen cree que aumentar la tierra cultivable es tan
fácil como tocar con la varita mágica y ya está, pero se equivoca. Sin
fertilizantes, abonos, semillas de calidad, combustible y otros insumos, los
campesinos, que no son dueños de las tierras, no tienen incentivos para incrementar
las áreas cultivables y sembrar la mayor cantidad posible de tierra. Esta
relación, en el caso de Cuba, no está demostrada, de modo que se parte de un
supuesto falso, para llegar a unos resultados que no se van a producir.
Además, con la entrega de tierras, el régimen ha jugado todo
tipo de maldades con los campesinos en estos últimos años. Desde ralentizar los
procesos e introducir una burocracia asfixiante, a echar las culpas a los
delegados municipales de la agricultura, por no hacen valer la potestad para entregar los espacios vacíos a quienes estén interesados en hacer
producir la tierra. En palabras del ministro, la culpa es de los cuadros de
dirección que no hacen cumplir lo que está legislado. Siempre trasladando
responsabilidades a los otros.
El artículo de Granma investiga algunos de los factores que
han suscitado más quejas entre los productores. Un ejemplo, por qué no se entregan
tierras a las entidades más productivas y eficientes, lo que aseguraría un
aumento de la escala técnica. Pues bien, las tierras no se entregan a los más
productivos por motivos políticos y arbitrariedades de las organizaciones
locales que califican como ociosas a tierras que no lo son realmente. Galimatías
y majaderías comunistas que vinculan a pequeños productores que luchan por
salir adelante frente a los complejos del régimen como Azcuba que tienen una
capacidad e influencia muy superior sobre las decisiones técnicas productivas.
Consecuencia: después de tanto tira y afloja, las tierras siguen sin ser entregadas
y sin producir.
La burocracia comunista también hace de las suyas. Muchos
ganaderos saben que el régimen les impide crecer sus cabañas, limitando las
tierras para cultivo de alimentos y forraje. Una vez más, conflictos de competencias
y cuestiones de peso político y arbitrariedades hacen imposible que los
ganaderos puedan hacer crecer su producción, a pesar de su disposición y motivación
para hacerlo.
En tales condiciones, mientras que los cubanos se las ven
para llevar a la mesa los productos alimenticios que demandan en los comercios,
el campo no los puede producir por trabas e impedimentos. Más bien, porque el sistema
de arrendamientos ha llegado a su fin, y no da para más. Alguien debería estar
pensando en una privatización de la propiedad de la tierra como solución al problema,
lo mismo que hicieron los vietnamitas con el Doi Moi, para transformarse en
solo cinco años en una potencia exportadora de arroz en Asia.
Los comunistas cubanos alertan, advierten y amenazan que esa
solución no es viable en Cuba, donde la tierra es patrimonio estatal, y tan
solo se admite la entrega en usufructo por un tiempo determinado y con contrato.
No hay alternativa para los productores, pero observando los niveles de tierras
que permanecen ociosas y dominadas por el marabú, esas supersticiones comunistas
tienen sus días contados. Más bien, se necesitan cambios urgentes, y no solo de
mayor agilidad, sino de transformaciones en la estructura de la propiedad. La
tierra para quien la trabaja.
Las zonas de tierras productivas que no se cultivan están
reduciendo la producción de alimentos que necesita el país. Alguien debe asumir
las responsabilidades de un statu quo que está obsoleto y paraliza la actividad
económica del país. La entrega de tierras debe dar paso a la venta de
propiedades que conviertan a los productores agropecuarios en dueños de los
medios de producción, pagando por ellos el precio estipulado en los procesos de
licitación, públicos y transparentes. La entrega de tierras, como modelo, ha funcionado
más de una década, pero ya toca fondo y exige cambios. La tierra debe estar en
manos de quien la trabaja, sin límites y sin restricciones. Lo que pueda decir
el delegado municipal comunista sobre este asunto, es chico pleito.
Como dice Granma algunos ciudadanos están impulsando
campañas contra quienes favorecen que las tierras permanezcan vacías e
improductivas. Muy buena idea. En algunos lugares se han cerrado las inútiles oficinas
de la delegación y los principales directivos han ido al encuentro con los
productores. Nunca está claro si este tipo de actuaciones populistas pueden
servir de algo, cuando el campesino lo que quiere es que lo dejen tranquilo. Ni
se leen las medidas, ni participan en las inservibles comisiones agrarias ni en
muchos casos dicen conocer al delegado municipal. El campesino lo que quiere es
libertad para producir lo que quiera, cuánto quiera y cómo quiera, y lo demás,
por suerte, le importa poco.
Luego hay tierras ociosas que están por declarar, tanto por
las empresas agropecuarias de la Agricultura, Azcuba y también las
cooperativas, y esto como dice Granma, “no solo es una muestra de
insensibilidad y falta de sentido del momento que vive la nación”, sino de mal
funcionamiento del modelo que demanda a gritos su sustitución. Un buen ejemplo
es la situación denunciada de “cierta resistencia a la entrega por parte de los
empresarios y algunas formas productivas como las cooperativas de producción
agropecuarias, donde existen cuantiosas tierras improductivas que no se
declaran”.
Hasta ahora el estado acaparaba la mayor parte de tierras
ociosas, pero ahora aparecen estas tierras en las grandes corporaciones y en
las cooperativas. Un asunto que los comunistas ya le van dando vueltas,
planteando una contravención al tenente de tierra, ya sea estatal o privado,
que no la emplee de manera eficiente, pero en realidad este escenario no se
suele producir, “por muchísimas razones”
Está igualmente planteándose el caso de las personas a las
que se les ha entregado tierra y no las explotan de manera adecuada. Para ello,
las autoridades están pensando que no se les debe mantener el beneficio de la
entrega porque incumplen lo contratado. Mal asunto. Algunos productores pueden perder
sus medios de subsistencia. Lo intentaron con los impuestos sobre las tierras vacías
antes de la pandemia, pero también les salió mal.
La cuestión es que no se consigue aumentar la producción de alimentos
y se desperdician recursos manteniendo tierras ociosas que no dan su fruto.
Parece mentira que no sean capaces de reconocer qué deben hacer.
...."Recuerdo cuando en OMAJA, perteneciente a LAS TUNAS HOY, desmontaron sembrados de Naranjas que se exportaban por el puerto de Antillas al igual que el frijol Caritas de Velasco( materia prima de la galleta de soda, fabricada en la Florida E.U.) para sembrar Pangola. Yerva que no comió el ganado mayor y ganado que no comimos nosotros . Y así, barbaridades que hoy repercuten en hábitos burocráticos que aprovechan los incompetentes para perpetuar el oportunismo contrario al buen proceder de campesinos honestos y que debieran dirigir sus propias producciones.
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