La industria cubana no va a funcionar a golpe de "gacetazo oficial"
Elías Amor Bravo economista
Parece mentira, pero todavía existe alguien en este mundo globalizado y tecnológico del siglo XXI que piensa que el desarrollo innovador, la sustitución de importaciones y la orientación a la exportación se pueden conseguir en una economía por medio de la publicación de decretos y resoluciones en la gaceta oficial. Si. Y al parecer está en Cuba, donde la confianza en las bondades del estado socialista comunista e interventor en la economía, a estas alturas de la historia, causa bochorno.
Resulta que ahora los dirigentes comunistas salen con un "gacetazo" para la industria, con la publicación en la Gaceta Oficial No. 142 Ordinaria de 9 de diciembre de 2021 del Decreto 59 sobre el Desarrollo Industrial, acompañado de la Resolución 95 que establece las prioridades de trabajo para cada tipo de industria. Si. Los comunistas cubanos creen que se puede promover la industria con este tipo de normas. Están completamente alejados de la realidad.
En este blog hemos insistido en numerosas ocasiones en el error de este proceder. La gestión de políticas públicas en modo alguno sirve para generar riqueza, prosperidad o competitividad. Esa es una tarea de los actores económicos, privados o públicos, Los gobiernos se deben preocupar por crear, mediante sus políticas, un entorno estable, predecible y seguro para que esa actividad pueda realizarse con el mayor éxito. Lo contrario, como pretenden los comunistas cubanos, es un grave error. La experiencia de 62 años parece más que suficiente.
Y la prueba reciente está aquí, a disposición de quien la quiera comprobar. Desde octubre de 2020, cuando se aprobó por el régimen “la Política de Desarrollo Industrial”, la mayoría de las producciones de la industria manufacturera en Cuba han experimentado descensos significativos, como se desprende de una publicación reciente de ONEI, y el PIB de la industria, hasta el tercer trimestre de 2021 ha caído en más de un -21% con respecto al mismo período del año anterior. Se podrá decir lo que se quiera, pero los “muchos años de trabajo integral e intersectorial para proveer esa guía de acción a los tipos de industrias y sus actores, por el papel decisivo que juegan en la economía cubana” no han servido para promover el desarrollo de la industria, a tenor de los datos disponibles. Que no engañen.
Al parecer en Granma aclaran que si esta “política de desarrollo industrial” no ha dado resultados es porque, “para implementarla como mandato gubernamental que es, y de estricto cumplimiento, se necesita de una herramienta jurídica” y por ello, se publican el Decreto 59 sobre el Desarrollo Industrial y la Resolución 95, que establece las prioridades de cada tipo de industria para ese propósito, publicados en la Gaceta Oficial No. 142 Ordinaria de 9 de diciembre de 2021, antes referidos.
A esa confianza ciega en que la publicación en la Gaceta puede tener efectos dinamizadores sobre la actividad económica, se une el hecho de que la política en cuestión está inspirada, como no podía ser de otro modo, en la estrategia económico-social del país, la conceptualización del modelo económico además de los Lineamientos, ideas y directrices del Octavo Congreso del Partido. Las mismas doctrinas que dieron apoyo a la Tarea Ordenamiento, y ya se sabe cuál ha sido el resultado de la misma en este 2021: el cese fulminante de Murillo y una inflación de dos dígitos, fuera de control.
Y como viene ocurriendo siempre en estos casos, la responsabilidad de que la industria cubana esté como está, se atribuye, cómo no, al “impacto del bloqueo económico, comercial y financiero contra la Isla”, y en estrecha relación con este, a “la obsolescencia tecnológica en el sector y la propia situación financiera que atraviesa el país”. Y, por lo tanto, los dirigentes creen que el conjunto de las medidas puede servir para cambiar ese escenario pesimista. ¿Lo conseguirá?
No. De antemano, ya se puede afirmar con absoluta convicción. Este experimento, o como se quiera denominar a la mala práctica, asume que se podrá transformar la industria y modernizarla de forma gradual, “en función de la demanda de los sectores estratégicos, priorizar las inversiones de los productos de mayor impacto, incorporar tecnologías, entre otros aspectos”, pero, y aquí viene lo importante, lograr todos estos objetivos no depende de la publicación de normas y su posterior aplicación, sino de hilar muy fino en la economía y dar la responsabilidad de la acción económica a los agentes.
Por ejemplo, no es posible desplegar la iniciativa en I+D si no existe un mercado suficiente de destino de los productos, porque los consumidores carecen de capacidad adquisitiva para ello, y no tienen libertad de elección. El desarrollo innovador, la sustitución de importaciones y la orientación a la exportación, exigen una adecuada definición de los mercados que se pretenden servir, con productos que cumplan las prescripciones y las necesidades de los consumidores, y debidamente segmentados. Hay que olvidarse de majaderías comunistas como el “modelo Malmierca” o “las libretas de racionamiento”. Y, sobre todo, de la filosofía económica inherente a este tipo de instrumentos que han destruido la economía cubana en las seis últimas décadas.
Tampoco se va a lograr soberanía industrial alguna, porque eso es una entelequia en un mundo global en que cualquier país puede apostar por el I+D industrial y tener éxito o no en función de cómo lo plantee. Véase si no, el caso cercano de Costa Rica, que atrae inversiones extranjeras tecnológicas que han convertido esta nación centroamericana en una plaza de referencia tecnológica a nivel internacional. Cuba presenta una absoluta falta de orientación estratégica con sus inversiones extranjeras, lo que le impide posicionarse en el mundo y promover el desarrollo de la industria. Y esto ocurrirá mientras que la burocracia no se quede atrás, no se separen de forma total y absoluta las funciones estatales y empresariales, y los agentes económicos pasen a ser los protagonistas de la economía.
La normativa publicada en la Gaceta deja sin resolver muchas cuestiones relativas a los actores económicos encargados de las actividades de producción de bienes o servicios, porque siguen sin resolverse las cuestiones relativas al modelo de propiedad, el objetivo de generación de riqueza y rentabilidad y su distribución posterior.
Para la financiación, los comunistas cubanos crean para la industria un Fondo de Asistencia al Desarrollo Industrial, copiado o calcado de otro parecido que se creó para el sector agropecuario, y del que muy poco o nada, se ha sabido. El fondo se crea para “proveer préstamos para inversiones a mediano y largo plazos; priorizar actividades industriales estratégicas, proyectos seleccionados; promover y diversificar las exportaciones, las cadenas productivas, así como tributar a la diversificación y modernización de la industria y promover la generación e incremento del valor agregado manufacturero”. Como si los problemas de la industria cubana fueran a ser resueltos con el endeudamiento que se asume a partir de estas medidas. Lo que van a provocar, si realmente se aplican, es un aumento de las insolvencias y las quiebras, que golpearán con dureza al sector.
Hay mucho optimismo oficial con este "gacetazo" a la industria, pero hay que rebajar las expectativas. La industria cubana se encuentra en un momento crítico, en el que superar los obstáculos del modelo social comunista, pasa por reformas jurídicas estructurales que devuelvan algo más que la autonomía a las empresas. La fórmula, no reconocida por el régimen, pasa por dar al sector privado una mayor participación en la oferta, asumiendo muchas de las producciones que actualmente se realizan por empresas estatales. La importación sigue siendo una prioridad, porque no existen empresas cubanas que oferten los bienes y servicios que se necesitan para consolidar los procesos productivos. Aumentar las exportaciones exige consolidar la participación en cadenas de suministro globales que responda a la detección de necesidades de los consumidores internacionales. El "gacetazo" es una pérdida de tiempo más.
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