La crisis del Metropolitano, ¿y del sistema bancario cubano?
Elías Amor Bravo economista
La prensa estatal comunista ha dado a conocer una noticia que ha causado gran sobresalto. El Banco Metropolitano anunció el establecimiento de límites para la extracción de efectivo y la realización de transferencias en canal electrónico de sus clientes. ¿Es un corralito? No del todo. Se trata de límites a las operaciones de hasta 80 mil CUP (unos 457 dólares) por día y de un máximo de hasta 120 mil CUP (685 dólares) al mes, para las cuentas relacionadas con salario, jubilación, ahorro, formación de fondos y colaboración, desde las cuales se ejecutan movimientos entre personas naturales. En el caso del dólar estadounidense o su equivalente en moneda libremente convertible, el límite diario por operación es de hasta 1.000, y un máximo de hasta 5.000 al mes.
La nota añade, como excepción, que todos aquellos clientes que requieran realizar operaciones por importes superiores a los especificados anteriormente deben solicitarlo de manera presencial en la institución financiera. De momento, lo que más sorprende son estos límites tan inusuales que se fijan a las operaciones básicas del banco con sus clientes realizadas en los canales de pago electrónicos: extracción de efectivo y transferencias.
Lo primero que se advierte es que esta decisión del banco va en contra de la estrategia del régimen de “bancarización” de la economía y de lucha contra el uso masivo de papel moneda por los cubanos en las transacciones. La decisión va a provocar desconfianza en los usuarios del sistema, y muchos van a confirmar sus peores pesadillas con respecto a las prácticas bancarias en Cuba, donde ha habido de todo, desde aquel canje de billetes por los fabricados en la República Checoeslovaca de comienzos de los años 60 que dejó a mucha gente sin depósitos bancarios, siendo Che Guevara el presidente del Banco Central.
Por otro lado, la medida ha ido dirigida a los clientes del segmento de personas naturales, con cuentas soportadas en tarjetas magnéticas (cuenta de salario, jubilación, de ahorro, de formación de fondos y colaboración) por lo que, de momento, parece que las personas jurídicas se han salvado de esta decisión. Además, no se establece límite para los pagos de servicios o compra de mercancías a personas jurídicas y otras formas de gestión no estatal.
El Banco Metropolitano no es sistémico, pero ha sido de los más activos de la banca estatal cubana. De hecho, en el verano del pasado año, sorprendió al ofrecer servicios exclusivos de caja extra en 17 de sus sucursales habaneras. La medida, en cuestión, obedecía al objetivo del banco de aumentar los canales de prestación a los clientes de la institución.
Además, fue de las primeras entidades que se apuntaron al mercado cambiario paralelo del ministro Gil ofreciendo el dólar a 120 pesos a sus clientes. Y en esa línea de mejora de servicios, el Banco Metropolitano puso en funcionamiento una nueva opción de entrega a domicilio de las tarjetas magnéticas RED de cuentas de ahorro de CUP o USD, que se solicitaran de forma presencial en la red de sucursales bancarias. Por estos servicios se cobra una comisión, que el cliente deposita en el momento de su solicitud en la oficina del banco, cuando también define la dirección o el lugar donde desee que se le entregue la tarjeta, o por el cruce de divisas con moneda nacional.
El Metropolitano parece una entidad que ha apostado por la innovación en la prestación de servicios a sus clientes y el desarrollo de la actividad electrónica, con participación destacada en las redes sociales, como Twitter, Telegram y Facebook, (BanmetCuba), Telebanca por los teléfonos o por la dirección de correo electrónico, ha tenido que estar atravesando una difícil situación para tener que adoptar estos límites en la entrega de fondos a sus titulares.
Y la cuestión es que las autoridades han informado tarde y mal sobre los motivos que llevan a interrumpir los servicios a los clientes, al tiempo que se incrementa la incertidumbre sobre si otros bancos seguirán la estela del Metropolitano, ante lo que se empieza a pensar que puede ser la caída de estas entidades, una tras otra ante una crisis estructural que se agrava y que el régimen no consigue erradicar.
Para empezar, la responsabilidad de esta suspensión de actividades del Metropolitano tiene un agente identificado: el Banco Central de la señora Wilson no ha estado atento, o no ha estado a la altura de los hechos. Su reacción ha sido lenta, oscura, torpe y tardía. En un comunicado, esta entidad que es responsable de la vigilancia y control del sistema bancario, para evitar que ocurran estas cosas, dijo que existe una práctica internacional de aplicar la debida diligencia en los bancos y dentro de ella, se establecen límites en las transacciones de los clientes, de acuerdo con la naturaleza de las operaciones, en atención a si estas se tratan de personas naturales o jurídicas, y esta opción se extiende a los países signatarios de una serie de convenciones: Viena, Palermo y Mérida.
Y añadió en el comunicado que “los mencionados límites se aplican en Cuba desde 1997 y se han ido adecuando de acuerdo con el desarrollo del mercado financiero. En este caso, se adaptan al auge de la tecnología digital, con vistas a preservar la disciplina del mercado y en modo alguno constituyen limitaciones dirigidas a menoscabar los derechos sobre los recursos financieros, sino se encaminan a reforzar la educación financiera de los ciudadanos y a evitar que puedan involucrarse, con conocimiento o no, en acciones ilícitas o en la evasión fiscal”. Una interpretación como otra cualquiera que, además, falta a la verdad, porque los límites son claros e impiden a los clientes realizar un uso privativo de sus depósitos.
El Banco Central señala que la decisión del Metropolitano “se dirige a fortalecer el uso de las cuentas según su naturaleza, ya sean personales o corporativas y a establecer mayor trasparencia en pos de los ciudadanos” y concluye en su comunicado, que “las personas naturales no tienen limitación alguna para transitar recursos financieros desde sus cuentas personales para ejecutar pagos a las personas jurídicas y otros agentes económicos por cualquier concepto (reservaciones en instalaciones turísticas, mercancías o servicios adquiridos, entre otros), lo cual transita sin restricción por los canales de pagos electrónicos, aspectos que se seguirán desarrollando por el sistema bancario y sin limitación para la actividad económica”. Entonces, surgen más dudas, ¿Qué sentido tienen los límites anunciados? ¿Por qué para unas demandas se aplican y para otras, no? ¿Qué racionalidad hay detrás de esto?
No parece que los argumentos del Banco Central convenzan a nadie. Ni la debida diligencia ni los límites relacionados con la misma, por muchos convenios internacionales que se citen, tiene algo que ver con lo ocurrido al Metropolitano, y el Banco Central debería ser más transparente en sus explicaciones. ¿Qué es un problema de coeficiente de encaje bancario? Pues se resuelve. ¿Qué es un problema de falta de liquidez? Pues se atiende. ¿Qué es mal funcionamiento de los canales electrónicos y/o amenaza de colapso del sistema?
Lo que no puede ser es que el Banco Central se lance a explicaciones fuera de contexto que, en todo caso, corresponderían por la misma diligencia debida, al banco que ha tomado la decisión. Hay mucha oscuridad en todo esto, y el aviso de que la medida aplicada por el Metropolitano se irá extendiendo a otros bancos puede suponer mucho más que la quiebra definitiva de la confianza de los cubanos en sus bancos. Luego echarán la culpa del desastre que viene al bloqueo.
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