El comercio en Cuba no tiene remedio

Elías Amor Bravo economista

La cola forma parte del ADN fatal de la revolución comunista cubana. Los mayores se acuerdan todavía de que antes de 1959 no había colas en Cuba. Todo cambió con el giro de 180º al estatismo y la ausencia de derechos de propiedad privada. 64 años después, el problema sigue sin solución y cada vez peor. Un artículo en Cubadebate titulado, “Medidas para la comercialización de productos: ¿El “remedio santo” contra las colas y la desorganización?” presenta algunas informaciones relativas a este sainete.

La conclusión es que la “cola es revolución”, y al revés ocurre otro tanto. No puede existir una sin la otra porque la cola es el mecanismo de control económico de la población que vive angustiada sin saber lo que podrá consumir cada día. No hay el menor interés de los dirigentes comunistas por eliminar las colas. Más bien todo lo contrario.

Alternativamente, hacen todo tipo de pruebas, ensayos, experimentos, y cualquier cosa, pero el mal sigue. De algo parecido trata una crónica en Cubadebate donde se analizan experiencias que no son satisfactorias para nadie. Básicamente, porque no van al núcleo del problema, y no quieren reconocer que la huelga seguirá mientras no cambie el modelo económico. La gente está harta de la escasez en las tiendas, de las colas, las libretas, los números, el abastecimiento. En fin, la ausencia de libertad de elección, más aún cuando la inflación arrasa el poder adquisitivo de los salarios y pensiones más bajos del mundo. Un auténtico callejón sin salida.

Los gobiernos locales se han lanzado a aplicar medidas para que cada núcleo familiar reciba los productos de forma más equitativa y organizada, estableciendo controles, libretas de abastecimientos, torpedos, números consecutivos y otros mecanismos existentes en las bodegas. Nada de liberalizar la oferta para que los mercados se activen. Y después de creer que este tipo de prácticas intervencionistas podrían servir de algo, la dura realidad vuelve a oscurecer el panorama con una desorganización absoluta.

Las colas siguen y la gente se sigue colando, sin respetar turnos, lo que indica desesperación y angustia. Los marcajes establecidos no sirven de nada, y los coleros se mantienen porque hay demanda de sus servicios.  Lo malo es hacer cola, perder el tiempo, y no conseguir lo que se desea. Los que más sufren esta situación son los mayores de 65 años y los colectivos vulnerables. Para ellos, solo hay buenas palabras, pero no soluciones.

La gente no entiende cómo es posible que el desabastecimiento general de las tiendas no se resuelva y que pase el tiempo sin que nadie haga otra cosa que experimentar y probar, sin éxito. Ya no es solo para una serie de productos que escasean de forma estructural, como los de limpieza, la carestía llega a todos. La falta es generalizada.

En tales condiciones, surgen los revendedores por todas partes, ubicados en lugares próximos a las “casas almacenes” en que guardan los productos, pero también cerca de las colas de impedidos, de combatientes, de vulnerables. El mercado dando respuesta a las necesidades. El régimen haciendo la vida difícil para todos, obligando a la gente a comprar en determinados sitios solo los productos que previamente se autorizan y a los precios que están causando daños a todos. Y esa planificación burocrática no solo es perjudicial, sino que limita los derechos de libre elección.

La sensación de algunos entrevistados por Cubadebate es que cada vez que “inventamos” algo nuevo, es para peor. La gente ha perdido la confianza en los dirigentes y el sálvese quien pueda está generalizado, mientras las autoridades van trasladando las ventas de un sitio para otro sin criterio, y con el único objetivo de acabar alterando a la gente. Además, con todo tipo de engaños ya que no es cierto que allí donde los comunistas a través de los órganos de poder popular y las organizaciones de masas tienen más control es donde mejor funcionan las cosas. Será para ellos, pero no para la población en su conjunto.

Aparece así un espectáculo aterrador de improvisaciones, experimentos, pruebas que fracasan que viene a mostrar que el sistema comercial comunista cubano es una rémora del pasado que debe morir junto al obsoleto modelo de la economía. Nadie entiende cómo es posible que las tiendas en MLC estén bien surtidas sin que se observen los problemas del mercado en pesos cubanos. La resistencia ideológica del régimen a retornar a la normalidad tiene un coste social muy elevado. Y lo peor es que no tienen la menor intención de hacer nada. Todo lo que sea facilitar las compras a los consumidores que trabajan o los vulnerables pasa a mejor vida. La cola se reafirma como la imagen real del paisaje comercial cubano.  

Al final lo que queda es una falta de confianza en los representantes de las tiendas y el comercio y una inadecuada relación con la población, aspectos que los cubanos que viajan al exterior comprueban que, incluso en Haití, están resueltos por la economía de mercado libre, donde no hay colas, ni coleros, ni revendedores, y los precios suelen ser razonables. Mientras tanto, los comunistas a lo suyo, a corregir deficiencias que son provocadas por la aplicación del modelo económico que han impuesto en la Isla y que no quieren cambiar. El comercio en Cuba no tiene remedio.

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