Las raíces torcidas de las políticas de innovación en el régimen castrista
Elías Amor Bravo, economista
Cualquier iniciativa que un gobierno pueda hacer a favor de la innovación está bien, Por desgracia, las políticas públicas destinadas a fomentar la I+D+i en los distintos países tropiezan con factores estructurales específicos que impiden, en muchos casos, alcanzar los objetivos. Es por ello que los gobiernos tienen que adaptar las políticas públicas en materia de innovación de carácter general a las circunstancias específicas de cada país si quieren tener éxito.
De ahí que acertar en el diseño de las actuaciones más eficaces para promover la innovación, no siempre es fácil. En la Estrategia de Díaz Canel, por ejemplo, se menciona de forma explicita la promoción de la investigación y su relación con el tejido productivo, y se le otorga una relevancia en línea con un artículo académico escrito por el propio Díaz Canel.
Sin embargo esa política social comunista está mal diseñada, tiene poco recorrido y no acabará dando los resultados positivos que serían deseables ¿Por qué se puede afirmar esta idea? Muy sencillo, si se quiere realmente promover iniciativas de emprendimiento corporativo hay que facilitar que las mismas tengan lugar en el ámbito de las empresas.
Díaz Canel se dirigió hace días a las suyas, las estatales, pidiendo este esfuerzo innovador, pero no parece que la propuesta haya tenido acogida favorable. Por el contrario, emprendedores privados cubanos en el campo, en los servicios, en los transportes y en las escasas actividades que el régimen comunista reconoce otorgando a cuenta gotas licencias de actividad, muestran resultados sorprendentes en materia de innovación. Alguno ha sido descrito en entradas anteriores de este blog.
La diferencia que explica por qué no es igual la innovación entre las empresas estatales y los emprendedores privados reside en la orientación a las necesidades de los consumidores y el objetivo del beneficio. Dos motores de la innovación y del cambio que en el caso de la economía cubana actúan de forma diferente en el sector estatal y el privado y por ello, determinan igualmente distintos resultados de la innovación,
Es absolutamente cierto que si el sector privado empresarial estuviera más desarrollado en Cuba, las iniciativas de innovación habrían empezado a desarrollarse en campos más avanzados, vinculados a las nuevas tecnologías, la responsabilidad social y los centros de investigación vinculados con la universidad. También habrían florecido las primeras e imaginativas startups, con recorrido escalable para alcanzar las dimensiones más adecuadas para producir con rendimientos crecientes a escala.
El régimen comunista, por su cerrazón ideológica en materia de asuntos económicos, prohibe a los cubanos de disfrutar de un universo empresarial privado capaz de generar riqueza, empleos y beneficios, que son el motor del bienestar y desarrollo a medio plazo. Entre tanto, se observa cómo el sector estatal cubano se muestra indolente frente a la innovación tecnológica, no parece interesado en iniciativas que promuevan la sostenibilidad, la atención a las personas vulnerables o el compromiso con la investigación médica, básicamente porque estos sectores están completamente controlados por el estado e impiden cualquier participación privada.
La exclusión a los emprendedores privados de cualquier política de innovación en Cuba impide que se obtengan los mayores beneficios de la misma, y alejan de la realidad ese enunciado que hace el gobierno comunista de su eventual compromiso con la innovación en las empresas, todo banal.
En realidad el emprendimiento de pequeñas compañías en Cuba está alejado de los planes del gobierno, no se tiene en cuenta en el diseño de las políticas y no existen cauces eficaces para el diálogo y la búsqueda de fórmulas que mejoren el desempeño de las entidades. Mientras que estos pequeños emprendedores del sector privado no están suficientemente respaldados por las políticas públicas del gobierno comunista, ni se reconozca su relevancia, aun cuando hay disponibilidad de recursos para hacerlo, las perspectivas de desarrollo de este sector fundamental para la economía serán muy escasas.
Los datos oficiales sobre la posición de Cuba tanto en gasto en investigación y desarrollo como en materia de registro de patentes o en movilización de inversión en capital riesgo, son realmente muy deficientes y escasos. Y aun cuando el régimen da a conocer los gastos en educación, que han ido en descenso en su participación en el presupuesto en los últimos años, la realidad es que el esfuerzo económico que se realiza no sirve para alcanzar los objetivos de desarrollo.
Un auténtico despilfarro, canalizando recursos a empresas estatales o a entidades de investigación que no hacen rentables los fondos puestos a su disposición. Cierto que toda la inversión que se inyecta en investigación e innovación toma un cierto tiempo para alcanzar sus objetivos, pero es que en Cuba ese esfuerzo ni se realiza. Más aún cuando la economía cubana está alejada de las cadenas de valor internacionales y de las disciplinas técnicas que garantizan recursos humanos para los empleos y la eficiencia de las innovaciones.
En ese sentido, los esfuerzos que se hacen por el régimen en materia de políticas de respaldo a las iniciativas empresariales no consiguen sus frutos porque se concentran en el aparato estatal y no se dirigen a los emprendedores privados, que son excluidos de cualquier planteamiento. Nadie está por innovar realmente. Las aventuras emprendedoras quedan para los “experimentos” que realiza periódicamente el régimen en la agricultura o la ganadería para paliar situaciones de escasez, y poco más.
Antes de 1959 la historia de Cuba estuvo llena de éxitos de innovación empresarial que dejaron su impronta en la nación, con capacidad para competir en los mercados y capacidad de creación de empleo y riqueza, que llevaron a Cuba a posiciones realmente asombrosas en los principales indicadores económicos. Eso es algo que los dirigentes comunistas ni entienden ni entenderán, empeñados en negar hitos de los que podrían sentirse orgullosos. Fomentar al emprendedor privado cubano de hoy es construir el empleo mañana.
buen articulo
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