¿Puede hacer algo Cuba por parecerse a Vietnam?
Elías Amor Bravo, economista
Ojalá los dirigentes comunistas cubanos tomaran el modelo de Vietnam como referencia para las reformas económicas que necesita Cuba. Si el Doi Moi fuera implantado por las autoridades de La Habana muchos de los problemas de trabas e ineficiencias de la economía quedarían atrás en menos de 5 años, como una mala pesadilla que se debe olvidar. Pero ni siquiera han mostrado el menor interés por el éxito de su socio asiático, con el que además comparten régimen político. Gran error. La experiencia de Vietnam ha sido un éxito.
Tanto, que de acuerdo con diversos informes, en 2020, año de crisis económica mundial sin precedentes por la pandemia del covid19, Vietnam será de las pocas economías internacionales que no experimentará a una contracción del PIB (Crédito y Caución, nota de prensa, 18 de noviembre). Esos mismos informes destacan, sin embargo, que la crisis frenará un ciclo económico expansivo de cinco años en el que el país asiático ha registrado tasas de crecimiento elevadas, en el entorno del 7%, avanzando notablemente hacia posiciones de desarrollo avanzado en el conjunto de países del mundo.
De modo que Vietnam ha sido capaz de combinar con éxito la contención de la pandemia, por medio de políticas sanitarias eficaces basadas en el rastreo minucioso de las personas contagiadas y una notable firmeza en las actuaciones de cuarentena, con un entorno económico favorable que no se ha visto afectado en exceso por la elevada exposición de su economía al comercio exterior.
Los analistas consideran que las reformas económicas implementadas en el país están dando sus frutos y la economía ya no depende solamente de las exportaciones, sino que se ha ido consolidando un mercado interno con capacidad adquisitiva, que presagia la extensión de las clases medias. De ese modo, el PIB del país crecerá, según algunas estimaciones, un significativo 2,3% en este ejercicio, resultado meritorio si se tiene en cuenta que se va a producir en un contexto de recesión superior al 5% de las exportaciones y las inversiones, así como del consumo privado, pero este en menor medida.
Por si no fuera suficiente, las políticas económicas del gobierno de Vietnam han sido correctas en este impasse. El objetivo de las autoridades ha sido, en todo momento, propiciar el estímulo de la economía para lo cual se ha incrementado el gasto público un 7%, al tiempo que se ha aprobado, y aquí viene lo más destacado, un amplio paquete de exenciones fiscales para las empresas, acompañado de transferencias de renta destinados a los hogares. La inyección de recursos públicos en beneficio de la economía privada ha dado sus frutos positivos, aunque también entraña riesgos.
Este paquete fiscal expansivo ha provocado un incremento del déficit público por encima del 5% en 2020, pero los mercados internacionales no han mostrado inquietud, porque la deuda pública quedará finalmente situada en un 49,5% del PIB, una magnitud que se considera sostenible para la economía del país. Más aún, cuando los informes estiman que en 2021 la economía volverá a alcanzar ese crecimiento del 7%, que se verá estimulado por el auge de las exportaciones, las inversiones al que se unirá el consumo de las familias, con porcentajes que pueden alcanzar los dos dígitos. Los temores a que una nueva ola de la pandemia pueda poner en peligro este escenario favorable se mantienen con cierta cautela, pero los analistas se muestran optimistas.
Vietnam se ha beneficiado notablemente de la aplicación diligente de las medidas liberalizadoras de la economía del Doi Moi y la apuesta por la especialización exportadora a precios competitivos, que comenzó con el arroz y se ha ido extendiendo a otras producciones industriales e incluso el turismo. Este modelo, que fue un éxito en la década de los años 80 del siglo pasado con los llamados “dragones asiáticos”1 ha sido replicado por Vietnam en pleno siglo XXI. En buena medida el traslado de la producción china de bajo coste a Vietnam ha sido un proceso que se ha mantenido en el tiempo, y que tuvo sus primeras iniciativas antes de la guerra comercial entre China y Estados Unidos durante la administración Trump. La tendencia se aceleró en 2019, por cuanto Vietnam se benefició de la diversificación comercial provocada por el conflicto.
Y así, además de la producción textil, que fue el origen de este proceso de traslado desde China, otros sectores se han ido incorporando, como la fabricación de bienes de consumo, ante las expectativas del mercado interno, y los productos de TICs, que se dirigen a amplios mercados globales. Los analistas estiman que la tendencia de China a diversificar su producción manufacturera se podría acelerar como consecuencia de eventuales interrupciones de la cadena de suministro, consecuencia de los efectos del coronavirus producidas en el primer semestre de 2020, y que afectaron a empresas de todo el mundo.
Además de contar con unos costes de producción más bajos, Vietnam posee una sólida infraestructura de carreteras, ferrocarriles y puertos, y forma parte de diversos acuerdos de libre comercio, por lo que recibe plena aceptación en el concierto internacional de naciones. La fuerte promoción de las inversiones por el gobierno y el éxito logrado con las zonas económicas especiales han logrado que Vietnam resulte atractivo para la inversión extranjera de empresas que pretenden crear nuevos centros de producción, o ampliar los que ya tienen.
Toda esta dinámica potencial de crecimiento a largo plazo del país se ha beneficiado de un proceso lento pero progresivo de privatización de los activos productivos, cediendo el estado su participación en la economía al sector empresarial privado.
¿Qué tiene que ver la experiencia de Vietnam con lo que está ocurriendo en Cuba actualmente? La respuesta es nada. Las autoridades cubanas se niegan a implementar más espacios en la economía destinados al sector privado, que se mantiene en un 12% de la ocupación total. No hay margen para crecer las exportaciones, porque los sectores y actividades funcionan a bajos niveles de utilización de capacidad productiva y son incapaces de atender la demanda interna, obligando a importar alimentos que se podrían producir en el país. La posición exterior de la economía es deficitaria y no se pueden atender ni los pagos de los préstamos.
La posición interna se traduce en un elevado nivel de déficit público y endeudamientio sobre el PIB que no ejercen la necesaria tracción sobre la demanda interna y los sectores económicos. La única zona económica especial, el Mariel es un fracaso, y la inversión extranjera apenas fluye a la isla por las bajas calificaciones de los informes de las agencias de calificación. El mercado interno es débil, por los bajos niveles salariales, y el país tiene un notable atraso en infraestructuras, energía, transportes, puertos e incluso, vivienda. Se puede decir más alto, pero no más claro. Cuba no tiene nada que ver con Vietnam. Así le va.
1Taiwan, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong en la década de los años 80 y 90 del siglo pasado insurgieron poderosamente con las tasas de crecimiento más altas del planeta
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