Los salarios, la productividad y la "canasta familiar normada"

Elías Amor Bravo, economista

Los comunistas cubanos han incluido en la “tarea ordenamiento” una reforma de los salarios que pretende poner en orden esta cuestión, tantas veces mal tratada por los dirigentes de la economía cubana. Un artículo en Granma “Revertir la pirámide invertida” ofrece algunas pistas de la posición oficial en esta materia, En esencia, el gobierno quiere implementar, junto a la unificación monetaria y cambiaria una reforma general de salarios, pensiones y prestaciones de la asistencia social dirigida a recuperar el ingreso real con referencia a los siguientes principios:

Primero, e incuestionable, “el salario tiene que ser la fuente fundamental para financiar el consumo de los trabajadores y de su familia”. Bien, en las economías de mercado libre, además del salario, las personas reciben ingresos procedentes de los activos que poseen, ya sean fondos de inversión, planes de pensiones, edificios o viviendas en alquiler, rentas de la tierra, etc. En Cuba, el modelo social comunista proscribe estas fuentes de ingreso complementarias, y los cubanos son, simplemente, más pobres que el resto de los humanos. Su consumo vital se encuentra limitado por disponer de menos recursos.

Segundo, “eliminar, hasta donde sea posible, las distorsiones salariales para estimular la incorporación al empleo estatal y la promoción a cargos de dirección, a partir de la adición, al salario escala, de los pagos añadidos y otros pagos en CUP y CUC, así como la jerarquización de los trabajos por su complejidad”. Bien, para eso está la productividad, sin necesidad de recurrir a los ofensivos “destajos” que ya no existen en los países más avanzados. ¿Y cómo se encauza la productividad? Negociación colectiva en las empresas con los trabajadores, y respeto al marco de un gran acuerdo social. Estas son las coordenadas que corrigen las distorsiones salariales en las economías de mercado libre. En Cuba, con predominio del concepto asambleario socio laboral, algo así es impensable.

Tercero, “fijar el salario mínimo, las pensiones y prestaciones de la asistencia social, tomando como referencia el costo de una canasta de bienes y servicios que asegure, a las personas de menores ingresos, la adquisición de la canasta a los nuevos precios y, al mismo tiempo, cumpla con el propósito de incentivar la incorporación al trabajo”!. Aquí viene el problema y el gran error conceptual. Porque a la hora de definir en qué consiste esa canasta y cómo está formada, el único que parece estar conforme es el burócrata “planificador” que la elabora. Y así les va. Además, canasta y productividad son valores que chocan en la determinación de los salarios.

Tratar a todo el mundo igual, que no de forma justa y equitativa, tiene sus costes porque el igualitarismo comunista es ajeno a la condición humana. Hay personas que quieren comer pan sin gluten y otros les da igual, medir el consumo de alimentos en libras por mes, “requerimientos nutricionales necesarios”, etc, pertenece más al ámbito de la gestión de granjas ganaderas que la dirección de sociedades humanas de hombres libres. Mal anda el comunismo cubano aplicando fórmulas obsoletas de mediados del siglo pasado.

Cuarto, “el crecimiento de los salarios, las pensiones y prestaciones de la asistencia social deberá estar en correspondencia con los equilibrios macroeconómicos”. Correcto, pero ¿de veras se creen que está en equilibrio la economía cubana para ello actualmente?¿Lo ha estado en algún momento desde los tiempos del período especial?¿Acaso, lo estará tras la unificación monetaria y cambiaria? ¿Con respecto a qué equilibrios económicos van a establecer de forma administrativa, precios, salarios y pensiones? Se acumulan las preguntas y todas sin respuestas.

Quinto, “la reforma general de salarios, pensiones y prestaciones de la asistencia social se llevará a cabo sin terapias de choque y nadie quedará desamparado”. Este es el quid de la cuestión. Las terapias de choque y el desamparo casan poco con pensiones de 12 dólares al mes, después de una vida de trabajo. Tal vez se deberían redefinir estos conceptos. Los trabajadores de las economías avanzadas, que cuentan con sistemas de protección social financiados con sus impuestos, rara vez se encuentran ante lo que el castrismo denomina terapias de choque, por algo será.

En realidad, estos principios suenan a canto de sirenas, y serán difíciles de respetar teniendo en cuenta las bases que sustentan la política salarial, de pensiones y asistencia social. ¿A quién se le puede ocurrir abordar un asunto de esta relevancia a partir de la definición de una canasta de bienes y servicios de referencia?

El concepto de “canasta familiar normada” del régimen social comunista cubano ha sobrevivido a los tiempos como el ejemplo del poder coercitivo del estado que limita y condiciona la libre elección de los consumidores cubanos. Una rémora del pasado, un instrumento obsoleto que ha mostrado su absoluta inutilidad y que los comunistas se empeñan en mantener, pese a que esta muerto y enterrado.

Más aun cuando los burócratas se recrean incorporando productos alimenticios y no alimenticios en venta liberada, unido a los servicios fundamentales a esa canasta, con indicadores del consumo promedio de un mes de una persona adulta, calculada a los precios minoristas aprobados. Como si fuera posible obviar al mercado de los procesos de oferta y demanda, manteniendo un control absoluto sobre los precios. Retorciendo la cartera sin fin, los cubanos han sufrido en sus propias carnes un notable deterioro del salario real, que ha hecho muy difícil el “resolver”, recurriendo a la venta en tiendas en MLC, las únicas que se encuentran abastecidas.

Toda esta reforma asume una realidad objetiva: por el camino del igualitarismo no se llega muy lejos, y en ello están basando las acciones en la Conceptualización del Modelo Económico y en el texto constitucional que establecen “la distribución de la riqueza, en correspondencia con la complejidad, cantidad y calidad del trabajo aportado, como expresión concreta de equidad”. Resulta que 61 años después quieren hacer realidad el principio socialista de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo.

La respuesta está en la productividad, que es la única posible para conseguir estos objetivos. Hay que señalar al respecto, que por medio del ordenamiento monetario no se podrá superar las consecuencias de tantos años de igualitarismo, profundamente arraigado en el régimen social comunista.

Por la vía de la productividad, las empresas han de ser capaces de generar valor y riqueza, para poder pagar mejores sueldos a los trabajadores. Y eso no solo depende del trabajo, sino que requiere inversiones en capital, tecnología, y empleo de los más cualificados. Más o menos lo mismo que hacen las empresas en las economías de mercado libre. Con mayores salarios y más trabajadores también aumentará la recaudación de la seguridad social, lo que permitirá incrementar las pensiones.

¿Ya dirán si para todo esto sirve de algo la “canasta familiar normada”?

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