Carta abierta al nuevo embajador español en Cuba, Martin Peccis
Elías Amor Bravo, economista
Este blog es de economía. No tiene por costumbre prestar atención a la actividad política, y mucho menos a la española, salvo que, como en este caso, tenga que ver con Cuba, y de lejos, con su economía. Por ello, se ha querido prestar atención en esta entrada al primer acto público del nuevo embajador de España en Cuba, Ángel Martín Peccis. Nada más y nada menos que para inaugurar su nueva etapa al frente de la delegación en La Habana ha organizado una comida con el ministro de Universidades, Manuel Castells.
Sinceramente, el peor de todos los comienzos posibles. Se me ocurren muchos y muy diferentes, por ejemplo, una vista a los huelguistas de hambre en San Isidro habría estado muy bien. Sinceramente, con la que está cayendo en Cuba, y lo que es peor, con lo que va a caer, empezar una gestión que se reconoce compleja, viendo la que ha sido experiencia de sus antecesores en el cargo, con un almuerzo en un restaurante de Madrid, no es sensato.
El nombramiento del nuevo embajador español en Cuba, Martin Peccis, un fichaje personal de Pedro Sánchez por recomendación, al parecer de su ministro y colaborador directo en el partido, Ábalos, sorprendió entre los diplomáticos españoles de carrera, por su trayectoria profesional, ya que no es diplomático sino que desde 2005 era director de la oficina en Colombia de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (EOI). Desde que Sánchez es presidente en España ya han sido nombrados cinco embajadores políticos, lo que no es del agrado de los diplomáticos de carrera.
Su designación por el Consejo de Ministros español el pasado 3 de noviembre ha sido una sorpresa, y la actual ministra de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación, frente a las críticas, defendió que Martín Peccis es "la persona que se adecúa más a las necesidades de ese puesto" porque "tiene un gran conocimiento de las dinámicas políticas, económicas y sociales en Latinoamérica", señalando además, que “es una persona tremendamente comprometida, que ha servido al frente de un organismo internacional en un país tercero y bastante vecino a Cuba y que conoce muy bien la realidad latinoamericana".
Algunos analistas creen que el nombramiento de Martín Peccis para la cancillería de La Habana se debe a su papel activo en la firma de convenios con el Congreso y el Senado colombianos para supervisar la implementación del Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC. Además, presentó ante ambos, en la Mesa de Paz de La Habana, un proyecto para acompañar e implementar la reincorporación educativa de los guerrilleros desmovilizados de las FARC-EP. Por dicho motivo, en 2018, el entonces presidente colombiano, José Manuel Santos, le condecoró con la Cruz de Boyacá, precisamente por su labor para el Acuerdo de Paz, y, en general, su trabajo en Colombia "en defensa de la paz, la educación y la promoción de los derechos humanos".
Y aquí viene el sentido de la comida madrileña. Por mucho que se pueda reconocer a Castells su competencia como investigador social, como ministro, deja bastante que desear, y dedicarse a comentar en una comida con el embajador español, ideas sobre una eventual colaboración entre las universidades cubanas y españolas, no deja de ser una majadería de novatos.
La cancillería de La Habana no es cualquier cosa. Vista en perspectiva, ha sido una trituradora de embajadores, el último, por ejemplo, Fernández Trigo, que si que pertenecía al cuerpo diplomático, y ha estado solo dos años en el cargo. No es fácil representar a España en esta delegación en la que se suelen producir viajes oficiales, como el realizado por el presidente del gobierno o los Reyes, así como otros muchos que no se incluyen en la agenda oficial. De modo que, cumplido el mandato en La Habana, a Fernández Trigo lo han enviado a Caracas, otro destino endiablado, con el objetivo de encarrilar, si es que resulta posible, el marco de relaciones de España con el régimen chavista.
Sobre el nuevo embajador en Cuba, no hay forma de saber qué fines pretende con este tipo de actuaciones. Si se sabe por la prensa que ha tenido ya múltiples contactos con Exteriores de modo que se le habrá definido un plan de trabajo cuyo contenido, al menos de momento, solo se ha traducido en la comida en un restaurante madrileño con el ministro menos visible del gobierno (encuesta del CIS de 19 de noviembre).
Que los cubanos puedan acceder a las universidades españolas es una cuestión interesante. Sobre todo, si se acierta en los procesos de elección de los candidatos. Si son elegidos, con criterios objetivos, jóvenes de brillantes curricula dispuestos a una inmersión en la realidad española, similar a un Erasmus hispano cubano, bienvenidos sean.
Si en cambio, se seleccionaran hijos de la nomenclatura política y la clase dirigente del país, mal asunto. No está el presupuesto público español para estas regalías. Se sabe que los dirigentes de régimen comunista suelen enviar a sus hijos a estudiar a universidades privadas y se alojan en pisos en alquiler o colegios mayores de alto standing. España está llena de estos casos, muchos de ellos pagados presuntamente por la inversión extranjera. Los otros, los cubanos desfavorecidos, los que no tienen esos vínculos con la nomenclatura, añoran lograr una beca de la fundación Carolina, o la protección de alguna universidad de la iglesia. Y lo que es más importante, que el régimen los deje salir del país y después, en su caso, regresar sin problemas.
En todo caso, con todos los problemas que tiene Cuba actualmente y los que va a tener en poco tiempo, este embajador se ha impregnado del clima que va a respirar realmente pronto: ha empezado a construir la casa por la ventana. Yo le reitero un consejo y es que, en vez de comer en un lujoso restaurante de la capital, que haga una visita a los huelguistas de hambre de San Isidro y que toque la realidad cubana desde el primer momento. Estoy convencido de que, gracias a ello obtendría una información mucho más valiosa y realista de lo que puede hacer por Cuba, si es que quiere hacer algo.
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