Situación económica y comportamiento electoral en Cuba: abstención

Elías Amor Bravo economista

Hay una rama de la ciencia económica que se relaciona con la ciencia política y que presta atención a la influencia que tiene la situación económica en el voto popular. Los estudios, que son numerosos, indican que hay una estrecha relación entre el estado favorable de la economía y el voto ciudadano al gobierno que aspira a ser reelegido, y al revés, una situación económica en crisis suele llevar aparejado un castigo al gobierno y su derrota. ¿Qué podemos anticipar en el caso de Cuba sobre esta relación?

Vayamos a los hechos. Cada vez es mayor la coincidencia de los análisis de los economistas sobre lo ocurrido en la economía mundial durante los dos últimos años. La secuencia temporal es más o menos, la siguiente. El COVID-19 provocó un shock en la economía mundial como consecuencia de los confinamientos. La crisis fue profunda e intensa, pero a continuación, los países iniciaron una recuperación hacia la normalidad, a una velocidad de vértigo, lo que trajo consigo el episodio de inflación en que nos encontramos actualmente, sobre el que recae igualmente, la guerra de Putin en Ucrania. La respuesta de los bancos centrales con aumentos de los tipos de interés y la consolidación fiscal de los gobiernos, confirman un escenario que, en mayor o menor medida, se observa en casi todos los países. Casi todos.

Pero lo ocurrido en Cuba, como siempre suele suceder, se distancia notablemente de esta secuencia. Tan solo existen dos coincidencias, al principio y final del proceso. Al principio, la pandemia del COVID-19 causó un daño importante a la economía cubana por causa de su estructura productiva, fuertemente dependiente del exterior y del turismo. Y al final del proceso, Cuba registra una de las tasas de inflación más elevadas del mundo, que al margen de los factores geopolíticos, viene explicada por la errónea política económica adoptada en 2021, la llamada tarea ordenamiento, origen de la grave y profunda crisis actual de la economía cubana.

De modo que, a diferencia de lo ocurrido en otros países, el PIB real de la economía cubana sigue estando por debajo del nivel perdido en 2019, y a tenor de las previsiones más recientes, tampoco volverá este año 2023 a alcanzar ese resultado. La economía cubana se retrasa con respecto al concierto de naciones en el retorno a la normalidad, y ello por culpa de su gobierno, incapaz de resolver el escenario de crisis dentro del modelo ideológico que sostiene la economía.

Cómo si no entender que no se haya actuado ni en política monetaria ni en política fiscal en estos dos años, a diferencia de otros países. ¿Dejación de funciones castrista? No del todo. Hay muchos motivos para pensar que al régimen no le interesa que el Banco Central de Cuba actúe, reaccionando al descontrol de los precios, porque si ello ocurriera el régimen tendría dificultades para mantener la expansión de los gastos públicos, el déficit y el endeudamiento con los que financia, con coste cero, el bajo crecimiento del PIB que se registra en la economía. A todo ello, se añade un marco jurídico poco adecuado para que la actividad privada naciente, las mipymes, puedan funcionar con la necesaria libertad.

Los comunistas cubanos culpan al embargo/bloqueo de la situación e incluso, han dado vía libre en la prensa oficial a los articulistas que, como hiciera Marx, se empeñan en anunciar el final del sistema capitalista una y otra vez, pese a que lo que verdaderamente ha desaparecido de la faz de la tierra es el comunismo, incluso de China y Vietnam. Otros analistas dicen que la pandemia ha frenado e incluso revertido, la globalización, afectando las cadenas de producción y a los países que, como Cuba, dependen del coste de los fletes. Los argumentos ofrecidos en la prensa estatal son de todos los colores, pero en realidad ninguno va al origen del problema que no es otro que el descontrol de la economía y la ruptura de los equilibrios interno y externo.

Y así, a diferencia del resto del mundo, donde las recetas de política económica han empezado a dar sus frutos y ya se vislumbra el final del episodio de alta inflación actual, en Cuba los precios han comenzado el año acelerando la tasa de inflación interanual, con un aumento de la inflación subyacente que indica el arraigo de las expectativas inflacionistas. No solo por la ausencia de medidas de política monetaria y fiscal que atentarían contra los objetivos del régimen, sino porque la oferta productiva sigue estando paralizada y es incapaz de remontar los niveles dentro del marco restrictivo comunista que rige la economía.

El peligro de esta inflación elevada y arraigada en las expectativas es el efecto negativo que provoca sobre el poder adquisitivo de salarios y pensiones, además de deteriorar el valor real de los depósitos de ahorro de las familias. Ello indica por qué el consumo privado se encuentra por debajo del nivel de 2019 en términos reales, mientras que el consumo del gobierno alcanzó un 15% más y es el único responsable del modesto avance del consumo final de la economía. 

Los cubanos son más pobres en 2023 que en 2019 y el régimen es incapaz de revertir la situación, absorbiendo para sus programas de gasto los pocos recursos que se generan en la economía. Un círculo vicioso que mantiene atrapadas a las empresas estatales y al resto de formas no estatales, como denominan a cooperativas, trabajadores por cuenta propia, arrendatarios o mipymes. Lo cierto es que el escenario de precios altos no está siendo aprovechado por los agentes económicos para aumentar la producción, básicamente porque los costes lo impiden y los efectos de las medidas de la tarea ordenamiento siguen actuando de forma negativa sobre las relaciones entre las entidades y las empresas. 

En tales condiciones, es especialmente grave que el tejido empresarial naciente entre en crisis y no reciba el necesario apoyo del régimen, sino todo lo contrario. En Cuba, se necesita mucho más que una ley de empresas, un marco jurídico estable y de respeto para los derechos de propiedad y el ejercicio de la libre empresa.

Todo ello nos lleva a reafirmar las oscuras previsiones económicas que cabe realizar de la economía cubana en este comienzo de 2023. Por mucho que la prensa estatal se esfuerce en lo contrario, la situación económica es especialmente grave, en un momento que la economía mundial se enfrenta a una etapa de incertidumbre y enfriamiento. Los cubanos han pagado un alto precio por los efectos de la pandemia y los niveles de gasto público, déficit y endeudamiento han alcanzado niveles históricos que ya se deberían haber ajustado a la baja, a los niveles anteriores a 2019. Una estrategia de consolidación fiscal que permita estabilizar el aparato productivo estatal, sin más injerencias en la economía y sin procurar crecimientos artificiales del PIB para salir del paso, es absolutamente necesaria. Los ingresos públicos no aumentan porque la economía se encuentra en crisis, pero el régimen gasta y gasta más y más, sin el necesario control y sin alimentar una credibilidad y confianza en sus políticas económicas.

El resultado será el que todos pueden anticipar. 2023 será otro año perdido para Cuba, en el que ante unas elecciones como las que se van a celebrar el domingo 26 de marzo, los ciudadanos se van a encontrar ante una situación económica grave que, además, si no se enmienda, va a ir a peor en los próximos meses. ¿No se extraña nadie que el debate sobre los temas económicos no ha recibido la menor atención de ninguno de los 470 candidatos? En cualquier otro país del mundo, ante unas elecciones, se estarían planteando al menos los problemas, y en todo caso, qué soluciones piensa emprender el gobernante para reclamar el voto de los ciudadanos. En Cuba, nada de eso. 

En ocasiones, el elector se siente incapaz de lograr nada con su voto, más aún en el caso de Cuba donde se vota a los mismos de siempre, elegidos por los mismos de siempre para mantener el sistema político y económico de siempre ¿Qué hacer en estas condiciones de absoluto silencio? La respuesta es dar sentido al voto, en este caso la abstención porque no existen alternativas a la del modelo económico comunista, pero no yendo a votar se adopta una reacción legítima para castigar una pésima gestión de la economía como la que realiza el régimen. No conviene olvidar que la abstención es mala cosa en los sistemas democráticos, pero Cuba no lo es, y por tanto, está plenamente justificado ese voto de rechazo. Hay tiempo para ello, con tal de que se contemple la grave situación económica actual. Una abstención masiva en las elecciones trasladaría al régimen un mensaje claro y bien definido: el modelo no funciona y debe cambiar.

Comentarios

  1. Muy buenas tus publicaciones Elías, es cierto que lo que se debe hacer y más razonable es abstenerse al voto, pq es un sistema dictatorial, sin democracia ni libertad, de ningún tipo, sigue iluminandonos a los cubanos con tu blog, bendiciones

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