El último experimento: inversión extranjera en transportes. No funcionará
Elias Amor Bravo economista
El Ministerio del Transporte anuncia la apertura del sector al capital extranjero para, y aquí viene lo más llamativo, “mejorar sus servicios”. ¿Será cierto? O dicho de otro modo, los dirigentes comunistas cubanos reconocen que es imposible que las empresas cubanas, en su mayoría estatales y dependientes del régimen, puedan atender las necesidades de la economía y la población en un sector estratégico para el país. Hay que olvidarse de un sector Logístico cubano ¿Lo conseguirán?
Hay serias dudas. Primero, el modelo de inversión extranjera imperante en Cuba desde la Ley 118 que las regula, no sirve para atraer capital internacional a un sector que depende, de forma principal, de una demanda interna empobrecida por varios años consecutivos de bajos ingresos y elevada inflación. Segundo, anteponer el capital extranjero al cubano en el sector transportes es un claro ejemplo de la falta de confianza del régimen comunista en las potencialidades internas de la economía, por ejemplo, en las recién creadas miymes o en las cooperativas no agropecuarias cubanas. El mismo régimen que pedirá el voto a los cubanos mañana 26 de marzo asume que con los nacionales no va a ningún sitio. Increíble.
Por otra parte, de lo poco que ha trascendido a los medios, se sabe que la operación consiste en una serie de proyectos aislados y poco relacionados entre si lo que guarda relación con esa ideología de control e intervención que practica continuamente el régimen sobre cualquier actividad económica.
Los proyectos anunciados se refieren a una empresa mixta para la gestión y desarrollo de los aeropuertos internacionales Juan Gualberto Gómez, de Varadero; Abel Santamaría, de Santa Clara, y Cayo Las Brujas, y un contrato de administración y comercialización para los servicios de catering aéreo y gastronómico en las terminales aéreas de la capital.
Particularmente la GEMAR tiene un proyecto de operación de paquetería, otro de la construcción, operación y mantenimiento de una terminal marítima multipropósito en la zona de La Bajada, y un tercero de empresa mixta para la administración del astillero Cabañas, en la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
El Grupo Empresarial Automotriz tiene entre sus proyectos uno dirigido a servicios post ventas de vehículos Hyundai, y otro a disponer de una planta dedicada a la fabricación de partes y piezas de líneas de equipos automotores.
También se citaron unos contratos de arrendamiento de aeronaves de compañías foráneas para las operaciones de vuelos nacionales, y otros dedicados a los servicios de carga, de equipaje y de aseguramiento de combustible de aviación, todos ellos gestionados en la última Fihav de La Habana.
Existe también una carta de intención entre la Unión de Ferrocarriles de Cuba y Beijing Fang Lian para adquirir partes y piezas de repuesto de las locomotoras chinas, a la vez que con otra empresa extranjera hay un convenio de colaboración dirigido a la colocación de paneles solares en las instalaciones de la Línea Mariel.
Bien. En total, 10 proyectos nada más. ¿Es mucho, es poco? Eso da igual. LO que realmente interesa preguntarse es otra cosa, detrás de estos proyectos ¿Qué puede esperar el pueblo cubano de que mejore de su situación económica, de disponer de electricidad, de comida o de mejores servicios en este sector del transporte?
La respuesta es nada. En realidad, todo lo anterior no es más que una suma de tareas burocráticas de seguimiento de los acuerdos de las giras internacionales de Díaz Canel y Marrero, que en la mayoría de casos, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, no cuajan ni siquiera en los necesarios y urgentes proyectos de inversión que necesita el país. Sin financiación, el capital extranjero tampoco tiene interés en arriesgarse.
De modo que burocracia y obtener divisas como sea, acaban siendo los entretenimientos majaderos de estos dirigentes que se encuentran ante una situación muy compleja de la economía que va a presidir el escenario de las elecciones de este domingo 26 de marzo. Y se lanzan a dar a conocer estas iniciativas que, en su mayoría, no van a cuajar. Y si lo hicieran, su único objetivo sería llenar de divisas las arcas del estado, lo mismo que las remesas, la inversión extranjera y los créditos financieros, cada vez más difíciles por la data de impagos de deuda del régimen comunista.
El modelo de atracción de capital extranjero al transporte, ideado por el MEP en colaboración con el MITRANS tiene muchos puntos en común con el negocio hotelero que el régimen explota con la acción de oro que le permite tener la última palabra en lo relativo al turismo. Pero hay diferencias. Y muy importantes. El turismo depende de una demanda internacional con poder de compra y capacidad de gasto. El transporte se orienta a una demanda interna débil y empobrecida, que no permite alcanzar cifras básicas de gestión. El interés en este negocio es reducido. Más aun, si el estado comunista retiene la acción de oro. No parece que esta apuesta por el capital extranjero vaya a dar sus frutos. Lo veremos.
Además, no conviene lanzar campanas al vuelo. De esos proyectos a los que se refiere la prensa estatal, todavía muchos están en negociación sometidos a la presión asfixiante de la burocracia comunista, lo que en cualquier momento puede suponer el final anticipado. Otros, los menos, se dice que ya están en marcha.
Las acciones se incluyen todas en el plan de la economía de 2023 y al parecer se extienden a todas las ramas del ministerio, la aeronáutica civil, marítimo-portuario, de ferrocarriles y automotriz. Esto significa que el Ministerio de Transportes queda subordinado al de Economía en este plan de atracción de capital extranjero en el que, por supuesto, también participa Malmierca. No hay muchas experiencias de cooperación interministerial en el régimen castrista, lo que se puede interpretar como una salida desesperada al mensaje trasmitido hace días en la reunión de balance del MEP por Marrero de que “hay que hacer las cosas de forma distinta”. No tienen remedio.
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