Claves del discurso de Díaz Canel ante la cumbre de los BRICS
Elías Amor Bravo economista
Había cierta expectativa por conocer el contenido del discurso de Díaz Canel ante el G77 y los BRICS reunidos en Pretoria durante la XV Cumbre de estos países. Una ocasión perdida para enmendar errores y enderezar el camino. Por desgracia, esto no se encuentra presente en el régimen cubano y por tanto, este discurso se puede catalogar como una oportunidad perdida más.
La prensa estatal cubana tiene una larga experiencia en la reproducción de estos discursos oficiales desde los tiempos de Fidel Castro. Lo que ocurre es que entonces, una versión taquigráfica podía ocupar cinco o seis páginas del medio, dada la extensión inoportuna de los discursos de Castro. Ahora, en el caso de Díaz Canel se recogen sus palabras con la misma profesionalidad pero el espacio es increíblemente menor. Algo hemos ganado.
El comunista cubano empezó con referencia a que “para lograr un futuro más justo y sostenible, el momento de la acción colectiva no es mañana, es ahora” sin duda pensando en la situación de sálvese quien pueda que ha creado en la Isla con sus experimentos fallidos, el último, la llamada bancarización.
Según Díaz Canel la cumbre de los BRICS “es un mecanismo de integración que, por su novedad y diversidad, abre expectativas y esperanzas en el camino del fortalecimiento del multilateralismo que hoy resulta tan urgente como imprescindible para el destino mismo de la humanidad”.
Y lo cierto es que al apostar por esta organización, el dirigente cubano se deja por el camino a la mayor parte de Occidente y países democráticos del mundo, donde las libertades y el estado de derecho de abren camino, y en cambio integra a países de muy diverso perfil en los que se hace difícil establecer un nivel de comparación.
Después hizo uso del populismo castrista para celebrar que la cita ocurra en tierras africanas, “cuna de una parte de nuestros ancestros que alimenta de forma fundamental la esencia misma de la identidad cubana”. Demagogia, porque los ancestros de Díaz Canel están en otro sitio distinto, e incluso, la referencia a la satisfacción de estar en Suráfrica, tiene poco que ver con la historia de Cuba en la región.
Hubo referencia a los 400.000 cubanos que, según Díaz Canel, “contribuyeron a la lucha contra el apartheid en tierras africanas y los dos mil doscientos ochenta y nueve de nuestros combatientes internacionalistas cubanos cayeron heroicamente, escribiendo con su sacrificio una de las páginas más hermosas en la historia de la solidaridad entre los pueblos”.
Estas referencias en las que cabe cualquier otra cosa le llevaron a situar el marco de las relaciones entre Sudáfrica y Cuba del que dijo que existen “huellas sólidas e imborrables como la memoria de los líderes históricos de ambas naciones. Jamás podremos olvidar el abrazo de Nelson Mandela y Fidel Castro al encontrarse aquí y exigirse mutuamente el reencuentro, como solo ocurre entre hermanos muy entrañables”. Fidel Castro siempre aparece como tarjeta de visita de vendedor que quiere abrir puerta fría para lograr un cliente. Ya veremos cuanto les dura.
Hecha la presentación, Díaz Canel justificó su presencia allí en calidad de presidente del Grupo de los 77 y China, la más amplia y diversa agrupación de naciones en desarrollo. Por si alguien no lo sabía o tuviera alguna duda al respecto. Y entonces se dedicó a vender las características de la organización, y los 134 países, dos tercios de los miembros de la Organización de las Naciones Unidas, que la integran.
En una clara alusión a la ausencia de un embargo o bloqueo a la Isla, Díaz Canel reafirmó que en los países de la organización “vive casi el 80% de la población del planeta enfrentando los desafíos colosales de un mundo cada día más desigual, en el que se han multiplicado la exclusión y la pobreza después de dos años de pandemia seguidos de dramáticos conflictos”. Un diagnóstico que parecía sacado de los documentos de las Naciones Unidas sobre estas cuestiones.
Y fue entonces cuando abordó la cuestión crucial de la deuda. Con gran habilidad convirtió un problema específico de Cuba en un fenómeno mundial, al señalar que “en los últimos diez años las naciones del Sur han visto duplicarse su deuda externa, ya pagada con creces. Lo cierto es que, como se ha visto en el juicio de Londres, la deuda cubana es de más de 40 años y pese a las generosas condonaciones, nunca ha reducido su magnitud. Un discurso que parecía sacado de otros anteriores, pero distinto y distante a los incendiarios mensajes de Fidel Castro.
Combinando la deuda con el deterioro de los ecosistemas, que nadie entiende bien qué relación existe entre ambos, Díaz Canel dijo que “si no actuamos de inmediato, legaremos a nuestros hijos y nietos un planeta no solo irreconocible para quienes venimos del siglo anterior, sino tristemente condenado a resultar inhabitable”.
Este fue el enlace que le llevó a hablar de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 y denunciar que “la mitad de las 169 metas acordadas están muy lejos de ser cumplidas. Más del 30% de ellas no han experimentado ningún avance o, lo que es peor, muestran retroceso con respecto a 2015, de acuerdo con el más reciente informe de las Naciones Unidas”.
El típico recuento de medidas y cumplimientos del abecedario castrista que, sin embargo, no contempla el incumplimiento generalizado por Cuba de los ODS y la hambruna permanente en el país, asuntos de los que Díaz Canel se ausentó de forma inexplicable para, eso sí, condenar a “los países desarrollados de Occidente y las grandes transnacionales por diseñar un orden internacional que no toma para nada en cuenta el progreso de las naciones del Sur y solo resulta eficaz para exiguas minorías”.
Y diciendo este tipo de cosas en foros internacionales, todavía cree Díaz Canel que alguien puede estar interesado en invertir en Cuba. Desde luego, ni el más torpe habría metido la pata de esta manera en un sitio en el que está tomando nota todo el mundo.
Pero que nadie tenga el menor temor. Díaz Canel quiere que el Grupo de los 77 y China y los BRICS sean los responsables de actuar por un cambio de ese injusto orden mundial: y eso no lo considera una opción, es la única alternativa. El dirigente comunista cubano ha rechazado a las empresas internacionales procedentes de los países desarrollados como agentes transformadores de la economía mundial y ha vuelto la mirada, desesperada, hacia los BRICS que, desde luego, no tienen el mismo concepto que él para enfocar el ámbito de las inversiones internacionales.
Por todo ello, la demanda de Díaz Canel de que los BRICS y el Grupo de los 77, emprendan una transformación real de la arquitectura financiera internacional profundamente injusta, anacrónica y disfuncional, se va a quedar solo en eso, una demanda más sin contenido ni sentido, en un mundo global en el que el régimen castrista, la última dictadura de la guerra fría, ni se siente a gusto ni mucho menos, seguro.
Díaz Canel aprovechó para lanzar sus alabanzas al Nuevo Banco de Desarrollo creado por los BRICS como alternativa frente a las actuales instituciones financieras, en un ejercicio de solicitante de ayuda que dice muy poco de quien carece de solvencia internacional. No serán muy distintas las políticas de este nuevo banco de las adoptadas por otros organismos por mucho que alguien como Dilma Rousseff y sus conocimientos del funcionamiento del sistema financiero, esté al frente de esa entidad. Ojalá que no se tengan que lamentar males aun mayores.
También el dirigente comunista cubano calificó como loable, la iniciativa de los BRICS de crear un mecanismo de reserva de monedas extranjeras de base amplia que garantice certidumbre y estabilidad al Sur. Pensar, como Díaz Canel, que la extensión de ese mecanismo a otros países contribuiría a paliar los desequilibrios del sistema monetario actual no deja de ser una quimera, lo mismo que establecer líneas de crédito mutuas en monedas locales por los bancos de los países BRICS y la posibilidad de crear una moneda única para sus operaciones.
De todos estos planes de la organización Díaz Canel parece muy interesado y dispuesto a participar porque según dijo “son también iniciativas que pudieran aplicarse en las relaciones con otros países en desarrollo, para reducir el abusivo monopolio de la moneda estadounidense que refuerza y garantiza una hegemonía dañina para el resto del mundo”. Increíble.
El resto del discurso se orientó a reivindicar la producción agrícola de los países BRICS. En materia de cambio climático, destacó el valor estratégico de la coordinación efectiva entre los BRICS y el Grupo de los 77, para salvaguardar el principio de las responsabilidades comunes, pero diferenciadas en la implementación de la Convención Marco y el Acuerdo de París. También habló de la coordinación estratégica entre los países, del desarrollo científico-técnico, entre otros.
Y como no podía ser de otro modo anunció la próxima Cumbre a celebrar en La Habana entre el 15 y el 16 de septiembre.
Fidel Castro habría hecho otro discurso.
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