¿Sabe alguien, algo, del plan de estabilización castrista?

Elías Amor Bravo economista

A estas alturas del año, y con el peso cotizando en el mercado informal, el único que realmente funciona, a 235 con el dólar, y la inflación interanual por encima del 45%, resulta sorprendente que, poco o nada se sepa del denominado “plan de estabilización” anunciado por los comunistas para intentar devolver los equilibrios interno y externo a la economía.

Tan solo se conocen algunas cuestiones, todas ellas parciales y hasta cierto punto confusas, que otorgan una credibilidad limitada al accionar del régimen en este ámbito, a pesar de la importancia y la necesidad que existe de poner orden en el desastre de la economía cubana.

Es por ello que algunos analistas han establecido un paralelismo entre el proceso seguido por el plan de estabilización y la tarea ordenamiento. Esta última, después de un largo período de gestación, ciertamente oscuro y poco transparente, acabó siendo implementada de forma acelerada el 1 de enero de 2021. Y lo hizo en el peor escenario posible, ya que la economía cubana apenas había iniciado su recuperación de la pandemia del COVID-19 y se encontraba muy debilitada para asumir los cambios que se imponían en dicho programa.

Sin embargo, mientras que de la tarea ordenamiento poco o nada se supo hasta aquella rueda de prensa conjunta celebrada en diciembre de 2020, de Raúl Castro y Díaz Canel, en la que unieron su destino al desastre económico provocado después, del plan de estabilización se conocen algunas cosas, no muchas, insuficientes desde luego para poder intuir las consecuencias de esta nueva actuación del régimen, por lo que tal vez convenga realizar algunas reflexiones oportunas.

Por ejemplo, se sabe que el objetivo es reducir la inflación. Llegan tarde. Hay un factor en los procesos inflacionistas intensos, como el que se vive en Cuba desde 2021 cuando se alcanzó un 77% de inflación anual, que supone el traslado automático de las tendencias al futuro. Nadie ha hablado de controlar el comportamiento de los componentes del índice de precios al consumo que influyen en la inflación subyacente (alimentos sin elaborar, energía) que arraigan las denominadas expectativas de precios en los actores económicos y la población, haciendo muy difícil curvar los precios.

Además, no parece que se haya diseñado una política monetaria al uso para combatir la inflación, sino que el régimen ha utilizado las organizaciones territoriales y locales para lanzar una campaña represiva contra los precios “abusivos y especulativos” sin más, intentando volver a mecanismos de concertación que se pensaba que la tarea ordenamiento ya había dejado atrás. El reciente establecimiento de límites al manejo de efectivo en los pagos por operaciones de compra venta es otra decisión que se inscribe en la misma línea de control monetario directo. Así que nada nuevo bajo el sol, y, desde luego mucha imprudencia.

Y aquí viene lo otro que se sabe del plan de estabilización. Al parecer los comunistas han identificado, ¡menos mal!, el déficit público como el mal peligroso que se tiene que combatir para estabilizar la economía. Y se han puesto manos a la obra, tratando de reconducir los gastos excesivos de la  pandemia (que igualmente se realizaron en todos los países del mundo) informando que no es una tarea fácil. No es extraño. La estructura de la economía cubana, dominada por el estado, vincula las necesidades de los sectores y empresas estatales a las dotaciones del presupuesto.

Existe, como señalan los economistas, una identificación entre valor del PIB y actividad estatal pública. No es lo mismo que el PIB generado por el sector público sea el 80% del total, que cuando alcanza, como en la mayoría de países, un 30-35% del PIB. En el primer caso, reducir el gasto del estado puede suponer automáticamente disminuir el volumen del PIB, En esa perniciosa circularidad, que sigue limitando la participación del sector privado en la economía, andan dando vueltas los comunistas cubanos, sin aprobar o informar una estrategia de conciliación de gasto, lo que habría sido correcto y adecuado, para evaluar este “plan de estabilización” del que tanto hablan.

¿Se puede estabilizar una economía de este modo? Desde luego, no. Y por mucho que desde el régimen se insista una y otra vez en la protección de los vulnerables, tan solo hay que contemplar como evolucionan los precios de los bienes básicos para darse cuenta de que el ajuste realizado a los gastos está siendo muy duro para los cubanos que cobran sus salarios y pensiones en pesos cubanos. Y que solo existe una ventana por la que entra oxígeno a la economía, en aquellos que tiene familiares en el extranjero dispuestos a enviar remesas de subsistencia.

Luego van los dirigentes comunistas, como Gil y se quejan de que las inversiones extranjeras alcancen solo 400 millones de dólares en 2022, de los 3.000 proyectados, y que desde 2014 cuando se lanzó la ley de las inversiones extranjeras, apenas se haya cumplido un 10% de las previsiones de captación. ¿A quién quieren engañar? ¿Cómo quieren atraer capital extranjero para una economía débil, desorientada y sin visión de futuro? A ello hay que añadir algo no menos importante. ¿Han sido informados los inversores extranjeros del contenido del plan de estabilización en curso? ¿Lo fueron en su día de la tarea ordenamiento? Mucho nos tememos que ni lo uno ni lo otro y que los inversores internacionales en Cuba se encuentran con las decisiones del gobierno cuando ya han sido publicadas en la gaceta oficial.

En todos los países del mundo, los gobiernos otorgan a los inversores extranjeros un trato especial, y les facilitan información de sus planes y medidas, con el objeto de ganar confianza y apoyo. En Cuba ya se ha visto, lo normal es que acaben viéndose en los tribunales para poder cobrar. Esta peligrosa posición se mantuvo desde los tiempos de Fidel Castro, cuando declaraba que no se debía pagar la deuda internacional. Sucede que ahora estamos en otro momento distinto, y tal vez los inversores extranjeros deberían utilizar su margen de poder, que lo tienen ante un estado en bancarrota, para exigir al régimen comunista no solo el cumplimiento de sus obligaciones, sino el suministro de información que facilite la toma de decisiones.

Alguien me refirió que cuando, tras el período especial y la apertura al turismo, se autorizaron los paladares en La Habana y abrieron centenares por toda la ciudad, los hoteles extranjeros se quejaron al régimen porque estos pequeños pero ágiles negocios privados les hacían la competencia atrapando a sus clientes a la hora de los almuerzos y comidas, ¿Pero que querían los hoteleros? Acaso que los turistas tampoco pudieran elegir libremente.

Del plan de estabilización en curso, poco o nada se sabe. Pero realmente, los efectos ni se notan, al menos de momento, con las escasas informaciones que proporciona el régimen. Es un asunto de claridad, transparencia y credibilidad. Hay que abrir puertas y ventanas para que circule la información, porque la economía, para funcionar, lo exige. Y lo peor de todo, del tipo de cambio, nada de nada. 


Comentarios

  1. El ordenamiento fue un des"ordenamiento", no dudar que la estabilización será una des"estabilización" y a toda futura acción se le puede ir agregando de antemano el prefijo "des".
    No olvidar que la constitución bloquea la posibilidad de medidas SENSATAS

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