¿Por qué no funcionará la bancarización castrista?
Elías Amor Bravo economista
No hace falta ser un macroeconomista especializado para saber que la "bancarización" castrista no podrá acabar bien. Lejos de conceptos técnicos, interrelaciones entre variables y modelos teóricos, cabe concluir, con sentido común, que esta iniciativa del régimen comunista cubano no tiene ni pies ni cabeza, pese a que está dando mucho que hablar, y no es para menos.
Lo que se arriesga es mucho y quizás valga la pena, una vez consideradas todas las aristas del problema, mandar a parar y rectificar. No es lo propio del régimen castrista, poco a dado a asumir los errores. Porque si algo ha quedado claro en todo lo que han expuesto hasta ahora por los especialistas es que la bancarización, ni es una estrategia necesaria, ni tampoco moderna y mucho menos, podrá traer beneficio para la población si no cambian las condiciones del entorno.
Además, el tema ocupa y preocupa a los dirigentes. Tanto es así que en la reunión semanal del consejo de ministros con Díaz Canel y Marrero se habló de este asunto. Esto significa que el régimen no las tiene todas consigo, y empieza a tener dudas sobre la conveniencia de aplicar sobre una economía estancada, diezmada e inflacionista, una política que, por otra parte, no beneficia a nadie.
Este programa para la bancarización del país, tal y como se ha informado, se basa en una serie de medidas que tienen como objetivo incentivar el uso de los canales electrónicos de cobro y pago en el territorio nacional por parte de la población y que ello, al mismo tiempo, debe ir acompañado de una reducción del uso de efectivo para las transacciones.
El proceso de bancarización, a diferencia de la tarea ordenamiento, no tiene su origen en los lineamientos, ni tampoco en las consignas partidistas de los congresos comunistas. Por tanto, se trata de una iniciativa que, si bien emana de la máxima jerarquía del régimen, estado, partido, presenta una debilidad política e ideológica relativa mayor, lo que admite su cuestionamiento, como ha venido ocurriendo. Sobre todo porque nadie cree que sea una estrategia necesaria y mucho menos que extenderá sus beneficios a la mayoría de la población.
Dicho de otro modo, ¿Qué sentido tiene meterse en un lío de marca mayor, del que no se sabe bien cómo se va a salir? ¿Para que forzar a los cubanos a dejar de usar el efectivo y apostar por una mecánica bancaria y electrónica que, en Cuba, dista mucho de ser la más eficiente para sostener miles de operaciones en tiempo real? ¿Qué está ocurriendo en el régimen para que se esté dispuesto por los dirigentes a asumir una medida de estas características?
Empezando por la última cuestión, y parece que lo han conseguido, por medio de la algarada de la “bancarización” una vez más, el régimen ha conseguido desviar el foco de atención de los problemas que más preocupan a la población, como la falta de comida, los apagones o la creciente inseguridad.
Estas maniobras son frecuentes, y ya Fidel Castro las ponía en marcha cada vez que se encontraba en algún aprieto, si bien su potencia mediática era infinitamente mayor que la de Díaz Canel y asociados. Distraer a los cubanos del día a día lamentable en que viven, y lo que es peor, de la realidad de que esa situación no va a mejorar en los próximos meses, es uno de los objetivos de esta “bancarización” que no tiene ninguna posibilidad de éxito.
La máquina propagandista y mediática del régimen ya se ha encargado de distraer a la opinión pública en este verano en que los cubanos se quejan nuevamente de los apagones cuando más se necesitan los aires acondicionados. La vida sigue igual.
En cuanto a las preocupaciones destapadas por esta medida es evidente que a los cubanos no les interesa operar con los bancos. No lo consideran necesario ni conveniente. No han tenido, además, necesidad alguna de hacerlo, dados los bajos niveles de informatización y digitalización del país, y las tradiciones que dominan en el mapa de la circulación mercantil minorista.
Sin embargo, los cubanos veían desde hace meses que al realizar una operación tan sencilla como sacar dinero de los cajeros automáticos, se encontraban con la falta de papel moneda, una situación que llamó la atención de los dirigentes, y que empezó a lanzar signos de una eventual quiebra del sistema. Nadie entendía que existiendo un porcentaje de efectivo en circulación superior al importe del PIB, un dato excepcional a nivel mundial, no existieran billetes en los bancos.
La pregunta fue entonces, ¿Dónde está ese papel moneda? Y se lanzaron numerosas hipótesis, cada cual más hilarante, cuando en realidad era el gobierno con sus “bonos soberanos” mediante los que financia su déficit en las cuentas públicas, el que venía detrayendo periódicamente los fondos depositados en los bancos, de modo que el papel circulante se encontraba en manos del régimen, que con el modelo económico en vigor, controla casi el 80% del PIB de la economía. El retorno del papel a la economía dependía del ritmo de una gestión presupuestaria ineficiente, lenta y cada vez más compleja.
Y claro, cualquiera le dice a Díaz Canel que el problema está provocado por el mismo y el enorme descontrol del déficit, de modo que la medida de la bancarización parece dirigida a actuar sobre el resto del dinero en circulación, que se encuentra en manos del público y los actores económicos. Y entonces, los que no quieren reconocer la realidad del problema, se lanzan a elucubrar ideas alocadas, como “el avance definitivo del comercio electrónico”, con indicadores, servicios nuevos que se prestan y organismos que se suman.
Todo ello lo hacen distrayendo a la población, porque en las condiciones actuales el comercio electrónico en Cuba tiene un peso marginal y el empobrecimiento general de la población provocado por la elevada inflación hace muy difícil engancharse a esa modalidad de comercio, por lo general, de precios más elevados.
La responsabilidad de esta operación de “marketing bancario castrista” ha recaído en el ministro-presidente del Banco Central de Cuba, Joaquín Alonso, y ya hay muchos que creen que esta, su primera aparición al frente de una operación, le va a quemar políticamente dejándolo inservible para futuros cometidos, salvo alguna canonjía de descanso, como ocurrió con Murillo y la tarea ordenamiento.
El directivo del Banco Central ha entrado con fuerza en este asunto y asumió, mediante explicaciones al consejo de ministros, “el estado de la implementación de estas medidas, próximos encuentros que se sostendrán con economistas, académicos y otros expertos para intercambiar sobre estos aspectos”.
También afirmó que la red bancaria en la que “avanza el proceso de capacitación, está operando con normalidad, de acuerdo con sus flujos, aunque el reto está en mejorar el servicio, lo cual no se logrará mientras se mantengan las grandes colas en los bancos”. Y claro, aquí la cuestión es ¿Por qué hay colas en los bancos? Despejen esa incógnita y verán porque estas medidas van a ser un absoluto fracaso.
De hecho, Marrero intervino en la reunión para afirmar que “falta aún por hacer a fin de avanzar en el proceso de bancarización en el país y criticó que muchas entidades estatales, a pesar de que es una estrategia que lleva varios años, hayan hecho muy poco a favor de esto”. Poner el dedo en la llaga y salir corriendo es lo más fácil, la cuestión no es que las entidades hayan hecho poco por bancarizarse, lo importante es saber por qué no lo han hecho y siguen viviendo de espaldas de una realidad que ahora el régimen quiere implantar, como sea.
En todos los países del mundo, lo que los comunistas cubanos llaman “bancarización” existe y funciona normalmente. Incluso en algunos países de África los sistemas bancarios han evolucionado hacia formas de organización y prestación a través de la banca online que supone la práctica inexistencia de entidades físicas para atender a la población. Toda la actividad se realiza por medio de teléfonos móviles.
Pero ello se ha logrado a partir de organizar la prestación del servicio sobre economías dinámicas, en las que la gente compra y vende, libremente, sin injerencias estatales ni dirigismos ideológicos comunistas. Esa es la clave y mientras que el régimen cubano no lo reconozca poco o nada se podrá avanzar en esta línea de bancarización. Y lo que es peor es que el daño está hecho y en unos meses se verá que la situación.
Por cierto, un dato que no debe pasar desapercibido. Quienes hablaron de la bancarización fueron el directivo del Banco Central y Marrero, pero alguien advirtió que Díaz Canel permaneció en silencio. Algunos recordaron la actitud del máximo dirigente castrista frente a Murillo, cuando este quedó enredado como único responsable del desastre de la tarea y luego fue enviado a otras tareas. Ese silencio de Diaz Canek ha contribuido a aumentar las dudas sobre la viabilidad de la medida. Vayan haciendo sus apuestas.
Eres un verdadero especialista,lo mejor de todo es que analizas cada detalles. Excelente artículo.
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