Avanzar en la alfabetización tecnológica con las mipymes es posible y necesario

Elías Amor Bravo economista

Los comunistas cubanos no quieren abrir espacios a la iniciativa privada, a pesar de que en la economía de la Isla hay numerosas opciones para hacerlo. El objetivo de alfabetización es encomiable. No solo por cuanto representa de integración social, sino de mejora de las condiciones de vida y acceso a la cultura y el ocio. Nadie cuestiona esta ambición legítima. 

Y en este plano, el programa castrista “Yo, sí puedo” reclama cierto protagonismo en el proceso de alfabetización. Reclamado en la prensa estatal cubana como una de las tantas obras humanistas de Fidel Castro, según dicen “ha contribuido a reducir los índices de analfabetismo en 32 países”, alcanzando según dicen a 10 millones de personas. Una cifra que se tiene que interpretar con mucho cuidado si se tiene en cuenta que la UNESCO Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura UNESCO, destaca que todavía hay 773 millones de jóvenes y adultos que no han adquirido el nivel básico de alfabetización, y más de 617 millones de niños y adolescentes no alcanzan los niveles mínimos de competencia en lectura y matemáticas. La contribución de Cuba apenas alcanza el 1,6% del total.

No obstante, visto en perspectiva, es evidente que este programa de lucha contra el analfabetismo, de “vocación internacionalista y latinoamericanista”  podría ser uno de los hitos más destacados del régimen cubano desde su creación.  El “Yo si puedo” tuvo su origen en la campaña de alfabetización de la revolución en los años 60 del siglo pasado, y como señala la prensa estatal se fue perfeccionando “con un carácter eminentemente presencial, y cuyos fundamentos teóricos y principios mantienen una gran vigencia y actualidad”. De lo primero, no hay duda, porque los datos son los que son. En cuanto a la vigencia y actualidad, hay mucho que discutir.

Cierto que no fue hasta 2003 que Fidel Castro lanzó el programa en su programa de cooperación con Venezuela (petróleo a cambio de “Yo si puedo” entre otras muchas cosas) y por tanto, el diseño se podría considerar reciente, apenas dos décadas y ubicado en la Cátedra de Alfabetización y Educación de Jóvenes y Adultos del Instituto Pedagógico Latinoamericano y caribeño. Como siempre, una entidad del sector presupuestado. Estatal.

Y desde esta perspectiva, cabe realizar algunas observaciones de este programa de alfabetización castrista.

Por mucho que el régimen castrista no lo quiera reconocer, el mundo ha cambiado, y mucho, en dos décadas. Y los cambios tecnológicos han sido tan acelerados que afectan a las competencias básicas de las personas. El problema actual no es tanto leer o escribir, sino interaccionar con las máquinas, acceder con posibilidades de éxito al mundo de la información y la comunicación, entender que es la inteligencia artificial o el internet de las cosas. Personas alfabetizadas en lectura y escritura son absolutos analfabetos en el mundo digital, y sufren los procesos de exclusión y amenaza de pobreza que antes gravitaban sobre las competencias básicas. Y de nuevo vuelven a aparecer diferencias significativas entre los países en función del nivel de desarrollo.

“Yo si puedo” se ha quedado con su objetivo encomiable de reducir los índices de analfabetismo de lectura y escritura básicas en los países más necesitados, y en ese aislamiento, es obvio que necesita adaptarse al nuevo escenario de la cuarta revolución industrial. 

Su método está orientado a potenciar el aprendizaje de “la lectoescritura; los medios de enseñanza, un sistema de enseñanza-aprendizaje para la capacitación de los que intervengan en el programa; un modelo de evaluación del aprendizaje, así como del impacto social, curricular y financiero alcanzado con la aplicación del mismo” pero tiene poco que ver con las relaciones hombre máquina, las nuevas tecnologías de la información y comunicación.

Se podría argumentar que ese acercamiento sería imposible si la persona carece de competencias básicas, pero no es cierto. Ver a un niño de corta edad interaccionando con las máquinas es un buen ejemplo de en qué dirección se tiene que orientar el aprendizaje tecnológico en la cuarta revolución industrial. Y, desde esta perspectiva, hay mucho que hacer con “Yo si puedo” para que el programa pueda servir para los nuevos retos de la sociedad tecnológica que avanza en todos los países, incluso en los de menor nivel de desarrollo.

A la vista de lo expuesto, no parece extraño que los responsables de “Yo si puedo” tengan que ir preparando una eventual actualización a los tiempos que corren. Los productos entran en crisis cuando no se adaptan a las necesidades del mercado y se quedan obsoletos. El Instituto Pedagógico Latinoamericano y caribeño que ostenta la titularidad del programa, ha empezado a diseñar procesos de “posalfabetización” que profundizan en el estudio sobre la conceptualización, métodos y procedimientos de la educación de jóvenes y adultos. Habría que ver qué sentido tiene ello.

Estos procesos tienen escaso o limitado acceso al componente tecnológico. Se han preocupado más por integrar “los objetivos que se plantea la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el desarrollo sostenible” en lo relativo a “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. Lo mismo de siempre. Y es desde esta perspectiva, como se pretende actualizar el programa para dirigirlo a las tecnologías de la información y comunicación lo que deja de lado la centralidad de lo que se tiene que hacer.

En este ámbito se quiere avanzar en el uso de la alfabetización para intercambiar conocimientos a medida que progresa la tecnología; desde el internet hasta el envío de mensajes de texto por los teléfonos móviles, y la disponibilidad cada vez mayor de medios de comunicación propicia el aumento de la participación social y política. Sería un principio, pero bastante limitado y con un alcance que difícilmente puede servir para esa inserción de las personas en la sociedad digital y tecnológica. Que “Yo, sí puedo” se pueda adaptar a las tecnologías de la información y comunicación es esencial, si quiere seguir teniendo alguna utilidad.

La pregunta es si el Instituto Pedagógico Latinoamericano y caribeño que ostenta la titularidad del programa podrá alcanzar estos objetivos en soledad. Y aquí viene la segunda derivada de este asunto. ¿Por qué no aprovecha este Instituto el creciente número de mipymes que se están creando en Cuba en el ámbito de las nuevas tecnologías, software, etc, para abordar conjuntamente los cambios que necesita “Yo si puedo”? 

Integrar al sector privado en este proceso sería optimizar recursos y utilizarlos de forma mucho más eficiente. Es una oportunidad para ensayar la colaboración público y privada en un ámbito al que conviene reconocer cierto éxito al régimen. Ahora en 2023, 20 años después del lanzamiento, la apuesta por el sector privado debería ser tenida en cuenta. El programa lo merece.


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