Hay que detenerse a reflexionar la política turística ya
Elías Amor Bravo economista
Quien avisa no es traidor. Hay un exceso de confianza por parte del régimen en los resultados de la próxima edición de Fitcuba 2023, que comenzará el próximo 1º de mayo en La Habana. Las autoridades creen que este certamen es “vital y estratégico para la recuperación paulatina del turismo”. Que luego no digan que no les adelantamos lo que va a ocurrir. Más o menos lo siguiente. Gran asistencia a la feria, pocas entradas de turismo después.
Sinceramente, antes de que sigan por el camino que van, que es erróneo, convendría detenerse, reflexionar y ver si el turismo es realmente la gallina de los huevos de oro para un país comunista como Cuba, que además, se resiste a dejar de serlo.
Hay varios motivos para hacerlo.
Primero, los números no cuadran. La temporada invernal de este año ha sido un desastre, con los niveles de ocupación más bajos que se recuerdan de antes de la pandemia. No se puede funcionar con solo un 16% de habitaciones en uso. Y lo que tampoco tiene sentido es construir más y más hoteles cuando la demanda está estancada, precisamente en un momento en que el turismo internacional vuelve a despegar e inunda otros destinos del Caribe como República Dominicana o Costa Rica. Las cifras del plan no se cumplen. Y no hay forma de remontar a corto plazo.
Segundo, porque el producto turístico cubano se ha desdibujado durante la pandemia, y ahora nadie sabe bien qué se ofrece: sol y playa, cultura, música, diversión esporádica, gastronomía, coctelería, turismo revolucionario… hay tanta mezcolanza de propuestas que incluso las campañas publicitarias brillan por su ausencia en las agencias de viaje. Los que han viajado a Cuba una vez, no repiten, ¿por qué será?
Tercero, la celebración misma de la Feria Internacional de Turismo, ha resultado ser un indicador poco confiable de la temporada posterior, lo mismo que ocurre con la feria de los habanos. La publicidad institucional del régimen no encuentra un segmento o segmentos de mercado dispuestos a pagar por el producto que se les oferta. No hay forma de prever una posible y necesaria recuperación paulatina de la industria cubana del turismo con los datos de la feria que empieza el 1.
Cuarto, y como derivada de los anteriores, ¿a quién hay que atribuir el desastre del turismo en Cuba? ¿A Marrero?, ¿Al ministro? ¿A los hoteleros españoles? ¿A las pésimas conexiones aéreas? ¿A la calidad del producto y servicio? No que va. Quien vaya a buscar un diagnóstico objetivo de la situación, se va a encontrar que todos los stakeholders, al unísono, dirán que el culpable es el bloqueo, que ejerce una influencia negativa sobre el sector turístico cubano. Claro, esto lo dicen sin reconocer que los viajeros procedentes de Estados Unidos son el segundo mercado más relevante del turismo que llega a la Isla, y su presencia es bien recibida porque realizar un gasto medio superior a los otros extranjeros y además, traen consigo bienes y servicios que ayudan a sus familias.
De lo anterior cabe concluir que la política turística del régimen comunista es un fracaso, y por ello, la necesidad de esta reflexión sosegada de a dónde se quiere ir y cómo. Los que tienen algo de memoria saben que este sector estuvo inactivo los primeros 30 años de régimen porque a Fidel Castro no le daba la gana de promover y dar continuidad a una actividad que ya había despuntado en la Isla en los años 50 del siglo pasado. El dirigente comunista aceptó el turismo como mal menor cuando Cuba como sistema comunista, quedó sin razón de ser tras el período especial, y al principio llegó a prohibir a los cubanos entrar en los hoteles reservados para extranjeros. Muchos cubanos recuerdan esa etapa odiosa en la que el régimen no permitía hacer uso de las instalaciones hoteleras y de restauración.
Y como nada es eterno y había que recaudar divisas, los hoteles se abrieron a los cubanos pero pagando en MLC, otra decisión que cuesta justificar en un régimen que se dice igualitario y justo. Pero así están las cosas y quien desee disfrutar de hoteles y restaurantes ya sabe lo que tiene que hacer. Más que el aislamiento del COVID-19 la aplicación de ese apartheid turístico es un freno al desarrollo del sector.
Todas las potencias turísticas del mundo benefician su sector promoviendo el uso interno de las instalaciones. En Cuba es tan selectivo y minoritario el turismo interno hacia la planta hotelera y de restauración, que tiene un carácter marginal y apenas contribuye a los ingresos. Tal vez se podría empezar por aquí, en vez de tanta celebración de Fitcuba con el concurso de comilitones dispuestos a vivir unos días de asueto a cargo de las arcas del estado comunista, y sin reparar en gastos.
En efecto, alguien tendrá que pagar la estancia y los lujos de esa pléyade de turoperadores, aerolíneas y representantes de compañías turísticas, aunque se debería informar que ya no hay ni gasolina en la Isla para darse alguna escapadita a un cayo perdido en busca de diversión. Se presiente que, ante la lúgubre situación, lo más probable es que la firma de negocios y la identificación de nuevas oportunidades se van a ir a bolina, y viendo como están las cosas, más de uno adelante su regreso. En Cuba no hay nada que hacer. Hay más de medio centenar de destinos emergentes del turismo internacional mucho más atractivos y competitivos, en los que el gobierno no mete las narices como Cuba.
Así que lo más probable es que todos esos empresarios, o buena parte de ellos, se marchen después de las tristes y oscuras celebraciones de 1 de mayo, que no se queden a los festejos que han preparado como Cubadisco o las Romerías de mayo, y ese será otro fracaso a recordar cuando se expliquen por qué no llegan más turistas a Cuba. Desde luego, nadie sabe de dónde salen los fondos financieros para pagar tanto gasto para dar una visibilidad equivocada a Cuba durante esta feria.
Estamos hablando de 573 turoperadores internacionales, más de 51 representantes de cadenas hoteleras e igual número de líneas aéreas, una cifra cercana a mil invitados. No hay cama pa tanta gente. Lo más razonable es que, informados por los representantes locales de cómo está la situación en la Isla, muchos directivos ni acudan al certamen. De eso el régimen no dirá ni una sola palabra, o como máximo, culpará al bloqueo. Lo dicho, la política turística no va por el buen camino y el objetivo del plan para este año no se va a lograr. Avisados están.
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