Fichas de costo: un fracaso comunista para regular precios

Elías Amor Bravo economista

Actualmente, uno de los principales quebraderos de cabeza del régimen comunista es la inflación. Ya pueden. Los precios crecen sin control desde la aplicación de la funesta tarea ordenamiento y los precarios equilibrios interno y externo de la economía se han visto alterados como nunca antes había ocurrido en la economía comunista cubana.

Es por ello, que los dirigentes del ministerio de finanzas y precios y de economía y planificación se encuentran dando vueltas a ver de qué modo, y sin regresar al pasado con los controles y topes de precios, se puede salir de esta situación, empleando los instrumentos obsoletos e ineficientes del modelo comunista donde los ajustes oferta y demanda no existen, porque son contrarios al enfoque de planificación central de la economía.

Una de las medidas que se están pensando, y en las que se deposita alguna esperanza de que pueda servir para frenar la inflación es la revisión de las fichas de coste en el sector empresarial para reducir los costes sin afectar la rentabilidad. Sería la primera vez. Al entrar en vigor la tarea ordenamiento no se tuvo en cuenta esta cuestión, y ahí continúan las más de 400 empresas en insolvencia, que se mantienen como zombis con la ayuda del subsidio estatal. 

Detrás de este control de la ficha de costes, se vuelven a reproducir prácticas del pasado  que parecían desterradas y que se sostienen en la teoría marxista de los precios uno de los puntos débiles del mamotreto de Marx: el control de los precios como un imperativo para proteger la capacidad de compra del salario.

Pero es que, además, el régimen ha cometido el error de impulsar estas políticas de control de la ficha de costes en los distintos territorios, sin una visión general e integrada de la economía cubana, que es la que se debe tener al afrontar un problema como la inflación. Si los precios se controlan en una zona del territorio, pero no en otras, la inflación tiende a dispersarse buscando espacios para su expansión de modo que el esfuerzo realizado en una zona, acaba causando daños en otras que no actúan de forma similar, porque en ellas, por ejemplo, no se percibe la inflación como una amenaza. Apagar un fuego, para encender otro, es una bobería.

Parece que el responsable de estas ideas de luchar contra la inflación por territorios es el partido único que, de este modo, refuerza su poder territorial con otro instrumento más a su disposición, trasmitiendo a la población su posición de supremacía. Pero en realidad, el partido se va a estrellar con estas prácticas, porque ha identificado la ficha de costes como instrumento de referencia para el análisis, desentendiéndose de las condiciones de oferta y demanda, que son fundamentales para la fijación de precios. Los comunistas quieren meter sus narices en la ficha de costes de las empresas y de paso, controlar los márgenes comerciales justos, para impedir lo que llaman “el establecimiento de precios especulativos”.

Esta idea de que los márgenes empresariales crean inflación está presente en la mente de cualquier comunista políticamente activo. Pero no se sostiene en la realidad. Si fuera cierta, la inflación de Argentina o Venezuela tendría lugar por elevados márgenes de beneficios de sus empresas y no parece que sea éste el caso. Los márgenes empresariales son muy superiores en Estados Unidos o Reino Unido, e incluso China, y la inflación es mucho menor en estos países. Pero los comunistas están obsesionados con esta idea de controlar la riqueza y los márgenes empresariales. La tienen los comunistas cubanos y la tiene la española Yolanda Díaz, que identifica los márgenes como el origen de la inflación que vive España o la Unión Europea y desde su posición como ministra pretende medidas de control de márgenes empresariales.

Menos mal que en Europa existen recursos políticos que impiden que estas ideas locas se pongan en marcha. Aquí lo que nos preocupa es Cuba y en la Isla asociar el margen empresarial con la inflación es una canallada, que lo único que busca es confrontar al pueblo con los actores económicos y mantener una beligerancia que permita al régimen mantener la represión y castigo, en este caso, contra los especuladores.

Los comunistas justifican esta medida de la ficha de costes y control de márgenes cuando los precios en un mes o dos despuntan de forma importante, sin tener en cuenta que la influencia de la inflación no es puntual, sino que se requiere tener en cuenta un período más largo, un año o un semestre, para ver cómo se ajustan las rentas a los precios y no ir con actuaciones parciales que solo provocan efectos negativos.

Para empezar, ¿Qué se entiende por margen aceptable de rentabilidad o por precios especulativos? Sobre esta cuestión pueden existir opiniones muy distintas y en todo caso, el ajuste de precios se suele producir con el funcionamiento de oferta y demanda, y no con la intervención comunista en las fichas de coste. 

¿Es esto lo que cabe esperar del régimen para hacer frente a la inflación? Pues hay que prepararse para lo peor. Las medidas que se han ido aplicando hasta ahora, es reconocido de forma unánime por todos, no han dado resultados positivos y Cuba presenta la segunda tasa de inflación más elevada de América Latina, buscando la entrada en ese club que ha creado AMLO para luchar contra la inflación, que es otra vía errónea, incluso más grave, porque se plantea un enfoque parcial y restrictivo que va en contra de la amplitud de los mercados libres.

Los comunistas cubanos quieren entrar de forma directa en la fijación de los costes de las actividades económicas, y así en el caso de la producción agropecuaria insisten en que debe existir “una adecuada concertación de lo que verdaderamente cuesta sacarlas del surco, para que, luego, la población pueda acceder a estas a un costo razonable para su bolsillo”.

Y claro, para este cálculo necesario, en vez de escuchar a los guajiros y productores agropecuarios que están al pie de sus pequeñas explotaciones, los comunistas quieren recurrir a “los especialistas en el tema” que vuelcan sus opiniones técnico científicas proponiendo absurdos como “la eliminación de intermediarios en la cadena productor-comercializador-destinatario” para reducir los costes.

No contentos con los sectores productivos nacionales, los comunistas quieren usar la ficha de costes para los productos importados para saber cosas que, por ejemplo, tienen poco que ver con la inflación, como dónde se adquirieron.

La derivada de este proceso de control de la ficha de coste es que a partir de su entrada en vigor, los productores van a tener que dedicar mucho tiempo a trabajo burocrático y administrativo, es decir, recopilar todos los papeles, documentos y sobre todo, facturas, porque se las van a exigir quienes se presenten en sus negocios para elaborar, por su cuenta, la ficha en la que decidirán qué gastos de pueden justificar e incluir y, cuáles no. Un auténtico vía crucis para los productores, que llevará, lógicamente a muchos, a abandonar, con el consiguiente descenso de la oferta y su mayor incidencia en el aumento de la inflación. Los comunistas saldrán contentos con su ficha de costes, pero en los comercios habrá menos comida. Y vuelta a empezar.

También se valoró el papel de los comités de concertación de precios, que según dice Granma "cuya objetividad y profundidad son definitorias en la regulación de este indicador y su control, como punto de partida para la toma de decisiones" cuando lo cierto es que esos comités no sirven de nada y solo distorsionan la realidad.

Según informa la prensa estatal, los comunistas, para ordenar y desplegar la medida del análisis de la ficha de costes, han promovido reuniones en todos los municipios, a las que asisten productores agropecuarios, empresarios, trabajadores no estatales, dueños de mipymes y otros representantes de entidades con responsabilidad en el asunto. Imagino a los productores, sobre todo los privados, cuando reciban este mensaje y se tengan que preparar para lo que viene. Nada bueno, desde luego. En esas reuniones, los comunistas habrán leído la cartilla a los asistentes, advirtiendo sobre potenciales desvíos de producciones al sector informal antes de que lleguen los especialistas controladores de la ficha de precios. Los medios de la prensa, radio y televisión también van a apoyar la campaña.

Lo peor de todo esto no es el daño que van a producir en la producción sino que los comunistas están convencidos de que esta medida de la ficha de costes puede ayudar a rebajar el alto coste de vida para los cubanos. La inflación que se registra en la economía de la Isla en este momento tiene poco que ver con las fichas de costes y su medición. Es un problema de ajuste de oferta y demanda en mercados intervenidos centralmente. Las reformas deben ir por otro sitio si lo que pretenden es lograr eficiencia, productividad y control. Los comunistas ya no saben qué hacer para justificar su presencia social, pero en la lucha contra la inflación sus recetas no sirven. Lo que mejor pueden hacer es quedarse en casa y dejar a los mercados libres que resuelvan el problema.

 

Comentarios

  1. Con su permiso profesor pues ante el analfabetismo de los que dirigen la economía del país (en la Cuba comunista nunca ha dirigido la economía un experto en esta disciplina). Deseo por su intermediación sugerirles que lean sobre los siguientes temas:
    El objetivo del análisis de costes o costos es conocer cuál es la estructura de costes de la empresa y saber calcular el punto de equilibrio, de forma que los gestores de la misma puedan decidir qué medidas tomar para incrementar su productividad o para reducir el valor económico que cuesta fabricar una unidad de producto.
    Una variante utilizada por algunas empresas es el costeo objetivo que es un enfoque en el que las empresas establecen objetivos de costes basados en el precio prevaleciente en el mercado y el margen de beneficio que desean obtener. Mantener sus costos por debajo de los objetivos relevantes ayuda a las empresas a generar ganancias.
    Costo objetivo = Precio de venta – Margen de ganancia
    El margen de beneficio puede basarse en el costo o el precio de venta.

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