La economía cubana en el mes de abril, según el ministro Gil.
Elías Amor Bravo economista
En la misma reunión del consejo de ministros en que se abordó el tema del plan y su vigencia como instrumento de control de la economía, el ministro Gil formuló su habitual referencia al estado de la economía al cierre del mes, en este caso abril, que según la prensa estatal ha sido “un periodo también de mucha complejidad para el país”.
La valoración del ministro no se puede considerar, en absoluto, positiva. Ni creíble.
El cuadro macroeconómico indica una notable debilidad de la actividad productiva. Gil dijo que los ingresos presupuestarios están por debajo de lo previsto en el plan, lo que representa menos recaudación (consecuencia de la debilidad de la economía) y, por tanto, más déficit público. Esto impide lograr la estabilización de la economía por su permanente y agresiva inyección de liquidez.
A resultas de ello, el ministro confirmó que se han incrementado los precios (la inflación) por encima de lo diseñado, como si la inflación fuera objeto de diseño alguno. Desde luego, no han aprendido de la experiencia fracasada de la tarea ordenamiento. Los precios que han subido más sobre todo son los de los insumos, como el combustible, que ha desaparecido de las gasolineras, y también de los alimentos, que acaban generando aumentos en el resto de los precios, por cuanto están implícitos y se trasladan a las funciones de costes.
No obstante, formulada esta precisión inicial, el ministro se mostró optimista al señalar que estos datos no implican, a pesar de la insuficiente llegada de divisas que es otro problema no menos importante, “que estemos renunciando en estos momentos al crecimiento económico que hemos proyectado en el año 2022, en el entorno del 3% de aumento del PIB”. Desde aquí ya anunciamos que, salvo manipulación chapucera, esa tasa, ni de lejos, se va a lograr en 2023 y conviene ser mucho más cautos que el ministro.
Esto mismo ocurrió el pasado año. Cuando la economía empezó a flaquear, justo a partir del primer trimestre, el ministro no tomó decisión alguna para enderezar la coyuntura, y, por tanto, el balance final del ejercicio acabó siendo mucho más negativo. Nadie entiende por qué las autoridades económicas en Cuba pierden un tiempo valioso que acaba provocando más daño a la situación de la economía por la inacción. Es un modo de proceder que no se corresponde ni con el realismo ni la confianza que deben trasladar los gestores de la economía.
El ministro Gil valoró algunos de los principales, y, escasos, indicadores de la economía, y destacó el desarrollo de la actividad turística. Dijo que en los primeros cuatro meses del año habían arribado al país 447.714 visitantes, un 71,3% del plan, y de manera particular citó que en el mes de abril hubo 133.226 visitantes y el plan alcanzó un 100,7%. Cifras que no representan ni el 40% de los resultados obtenidos en 2019 el año antes del comienzo de la pandemia, que sigue siendo una barrera insuperable para el sector.
El ministro, no obstante, a pesar de las complejidades, que no citó en momento alguno, dijo que no se renuncia a la cifra de 2,5 millones de visitantes en el año. La proyección anualizada con datos de abril no permite alcanzar esa cifra. Una vez más Gil se equivoca, y como ocurrió en 2022, el objetivo está muy lejos de lograrse. Y lo que es peor. El turismo, con estas débiles cifras, no puede actuar como motor de la economía y los ingresos que se obtendrán son insuficientes para atender las necesidades de importación.
También se refirió Gil a los incumplimientos que se manifiestan en la entrega de diferentes productos agropecuarios al balance nacional, como es el caso del arroz, la carne bovina y el huevo. Alimentos imprescindibles que forman parte de la dieta principal de la población y que siguen sin encontrar una forma de mejorar sus ofertas. Se destaca aquí el fracaso de las 63 medidas de la agricultura. Si el sector primario no produce, la única responsabilidad es del régimen y su modelo económico.
En concreto, sobre el plan de construcción de viviendas, que podría ser un motor de la economía nacional, dijo que en abril se terminaron 1.983 hogares, lo cual representa un cumplimiento del 63% de lo previsto para ese mes. O, dicho de otro modo, el resultado está casi un 40% por debajo del plan. La construcción de vivienda, lo mismo que la producción agroalimentaria no favorecen una recuperación favorable del crecimiento interno, arrastrando la debilidad que presenta la economía y los daños provocados por la inflación.
Por ello, Gil dijo que queda mucho todavía para trabajar en 2022, en función de alcanzar las principales metas previstas en el plan de la economía. La cuestión es tanto trabajo, ¿para qué? Si no se cumple el plan se vienen abajo todas las estimaciones que se basan en esas cifras. ¿En qué se tiene que trabajar para cumplir el plan? Una incógnita que los comunistas no despejan.
Mas aun cuando se confía que el plan se pueda cumplir gracias al comportamiento de la empresa estatal y las transformaciones acometidas en las mismas, así como, según dijo el ministro, las nuevas propuestas para continuar avanzando en su fortalecimiento. Destacó que este es un asunto prioritario para el gobierno, teniendo en cuenta el papel que corresponde desempeñar a la empresa estatal socialista, principal actor de la economía. Dijo que se observa un impacto positivo con las medidas aplicadas, aunque continúa la evaluación constante de cada una de ellas. Quizás hablaba de las 400 empresas estatales en situación de insolvencia tras la tarea ordenamiento, que siguen siendo un pesado lastre para el régimen. El ministro sabe que hacerlas rentables, eficientes y competitivas pasa por su privatización. El modelo estatal de empresa está agotado.
Que se pueda obtener una valoración del estado de la economía cubana en abril con estos datos ofrece una idea de la escasa información disponible (la ONEI lleva semanas con su página web colgada) y de las conjeturas en que se tienen que mover los analistas para poder saber qué está ocurriendo realmente en la Isla.
Gil insistió una vez más que uno de los principales problemas de la economía es la insuficiente disponibilidad de divisas y que, para ello, el programa de estabilización macroeconómica fue diseñado para restaurar los equilibrios macro de la economía cubana, a fin de garantizar un entorno favorable que propicie el crecimiento económico, el desarrollo y el proceso de construcción socialista. Y al parecer ese programa incluye, entre otras, medidas de reforma fiscal, recuperación del equilibrio monetario, planificación y coordinación macroeconómica, desarrollo de los mercados y relaciones monetarios mercantiles, aumento de la entrada de divisas, la desdolarización y convertibilidad de la moneda nacional y la mitigación de los impactos sociales. Una agenda, sin duda importante, pero que no se observa por ningún sitio y de la que existen dudas sobre su cumplimiento.
Bueno si, de momento lo único que ha trascendido es el diseño de gobernanza macroeconómica, donde se habla de la redefinición del funcionamiento del Comité de Coordinación, dotándolo de los instrumentos de análisis técnicos necesarios y de la capacidad para la toma de decisiones con respecto a las políticas macro. Burocracia y estatismo. Nada bueno para la agilidad que exigen las decisiones de coyuntura económica.
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