Se acabó el combustible, ¿y ahora qué hacemos?
Elías Amor Bravo economista
Una actividad tan sencilla en cualquier país del mundo como llegar con el vehículo a una gasolinera y llenar el depósito, se ha convertido en otro quebradero de cabeza para los cubanos que tienen el privilegio del acceso a automóviles o cualquier otro medio de transporte. Ya no es solo la ausencia de alimentos en las bodegas, o los cortes de luz que paralizan la actividad. Ahora es la gasolina o el diésel lo que escasea, y la situación va para largo.
Insisto, este tipo de cosas no ocurren en otros sitios, y cuando acaecen, nadie piensa en lo mejor, sino todo lo contrario. Y más aún, cuando el ministro responsable del caos, el de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, atribuye la culpa a los suministradores de combustible que “no han podido cumplir con los compromisos que tenían con Cuba a partir de la situación económica y energética que hay en el mundo. Además, existen problemas con los insumos para producirlo”. Y lo cierto es que ninguna de las dos es verdad.
Los cubanos deben saber que la situación económica actual a nivel mundial no está provocando deficiencias en los suministros de combustible en ningún país del mundo. Que no existe crisis energética mundial, una vez normalizados los mercados tras la invasión del amigo de Díaz Canel a Ucrania, y que este argumento no se sostiene. Como tampoco la imagen irreal de un bloqueo cerrando el paso a los buques con petróleo que quieren llegar a la Isla.
Todo eso es falso y supone un insulto a las personas. En realidad, los países mantienen intactas, e incluso han incrementado, sus reservas técnicas de petróleo para no carecer del oro negro y dar salida a las crecientes necesidades de la post pandemia. Al mismo tiempo, se ha producido una notable aceleración de las inversiones en energías renovables para reducir la dependencia del petróleo.
Por lo expuesto, la falta de combustible y los suministros inestables son consecuencia de los comportamientos del régimen cubano, y sobre todo, de sus políticas de impago de deudas, como se puso de manifiesto en la sentencia de 94 páginas de la juez Cockerrill en Londres, donde quedó evidente por qué Cuba no paga lo que debe y qué consecuencias cabe esperar de ello. Una de ellas es ésta. Para poder comprar petróleo en los mercados mundiales, a los precios internacionales, se tiene que estar al corriente en las deudas y poseer una data normal de pagos. Ninguna de estas condiciones se cumple por la Isla.
Los precios internacionales son inasumibles para el régimen como consecuencia de la penuria de divisas provocada por actividades económicas que no generan las divisas necesarias para formalizar estas compras. El crédito comercial es inviable, y más aún tras la aplicación de la sentencia del juicio de Londres. Por ello, el régimen para aprovisionarse de petróleo recurre a donaciones o al trueque a precios subsidiados, que son prácticas que, en estos momentos, no se pueden asumir por los principales productores, incluso con los amigos como Venezuela, que está lanzada a los mercados mundiales para aprovechar la favorable coyuntura. Otros productores, como Argelia o Libia, miran para otro lado.
A todo ello, viéndolas venir, los comunistas cubanos no han sido capaces de prever para afrontar un escenario que era perceptible desde hace meses. Todos los gobiernos asumen la preparación de una reserva técnica de seguridad de petróleo, que viene a durar entre tres y seis meses, para hacer frente a crisis puntuales sobrevenidas. El responsable de estas actuaciones es el ministerio competente. En el caso cubano, es más fácil culpar a otros que asumir responsabilidades. Y por eso, el ministro anuncia aquello que los comunistas han practicado durante más de seis décadas: racionamiento en el servicio de gasolina y diésel, con el resultado ya conocido de colas en las gasolineras, desesperación y pérdida de tiempos muertos en las proximidades de los servicios. Un desastre y un caos.
Además, el ministro asume que una eventual mejoría de los suministros a corto plazo no significa que se vayan a recuperar los niveles del pasado, sino que hay que prepararse para lo peor, porque la escasez de combustible no se va a resolver fácilmente. Y la solución es sacar el poco combustible que resta de forma parcial reducida para no quedarse a cero, pero con los consabidos efectos negativos para la población en un servicio esencial como es la movilidad y el transporte. Más o menos, como en el período especial, los vehículos “alternativos” de tracción animal puede que vuelvan a las calles, aunque en este tema, algunos cubanos son pesimistas. Tampoco hay comida para alimentar al ganado, por lo que su energía es pobre.
De modo que, mientras que el ministro del ramo y otros dirigentes se pasan el tiempo culpando al bloqueo de la crisis de combustible, alguien tendría que pensar en qué hacer. Los márgenes son reducidos porque el principal suministrador de petróleo a Cuba, Venezuela, ya empezó en el segundo semestre de 2019 a reducir los envíos a la Isla, y aquello fue determinante para que la economía cubana experimentase una recesión en el mismo período, iniciando su caída libre de 2020 y 2021 después. Sin petróleo no se puede producir en aquellos países que todavía mantienen una elevada dependencia de la energía no renovable, y los 8,3 millones de toneladas de combustible fósil que consume Cuba cada año hipotecan sus posibilidades de crecimiento, teniendo en cuenta que solo el 39% se obtiene de la producción nacional.
El régimen anuncia restricciones y racionamiento del combustible para largo, en medio de capacidades disminuidas que no se sabe cuánto tiempo van a durar. El combustible doméstico también flaqueará en el suministro ya que, del mismo, como señaló el ministro, prácticamente “no hay cobertura”, mientras que a algunas provincias "les queda un día de reserva, a otras dos y la región oriental agotó el combustible en los tanques de Cupet de nuestras bases". Y se queda tan tranquilo. La falta de combustible doméstico se unirá a los apagones que ya se venían produciendo desde tiempo antes, lo que avecina una tormenta perfecta del sistema, que se aproxima a lo que podríamos denominar un colapso, que puede acabar con la paciencia de todos los cubanos.
Las autoridades dicen que han hecho lo imposible por paliar la situación y que en todo momento han mantenido informada a la población, y ni lo uno ni lo otro son ciertos. Por un lado, al no pagar deudas en su momento, se están teniendo estos problemas ahora. Nadie lo dirá ni mucho menos, lo reconocerá, pero deudas impagadas desde hace décadas actúan como una espada de Damocles en el momento actual. La información llega a la población cuando es tarde, y nada se puede hacer. Y además, con el agravante de esas “prioridades sectoriales y territoriales” que establece el régimen y que acaban molestando más aún a la población.
El escenario no es favorable. La debilitada economía cubana lo va a estar más aún con la falta de combustible y la oferta será menor, lo que incrementará los precios y provocará más inflación. El goteo de combustible, priorizando determinadas actividades y no otras, puede acabar generando distorsiones en los precios relativos e incluso, en extremo, a prácticas informales que pueden aflorar si la situación de mantiene en el tiempo, como todos los indicadores confirman. Y, estando, así las cosas, al régimen solo se le ocurre que aumentar la vigilancia, los controles y la represión limitando el número de servicentros que darán servicios "vitales" a la población y el límite de combustible a comercializar. Mal asunto. Vienen tiempos muy difíciles.
La situación es extrema, esto afectará toda la economía y la agricultura en general que desde hace muchos años no cumple un plan de siembra de primavera o de frío menos sembrará y podrá cocechar.
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