El enredo de Díaz Canel con la ciencia e innovación

Elías Amor Bravo economista 

Mira por dónde. Ayer Díaz Canel disfrutó uno de esos momentos de felicidad que rara vez se presentan en la actual situación dramática en que vive Cuba. Todo ocurrió durante la inauguración en el cine Yara de la Convención Científica Internacional Saber-UH 2023, que acoge la Universidad de La Habana en estos días. Un evento que tiene como objetivo situar la investigación científica para la búsqueda de soluciones a la problemática del país. Todo muy bien arreglado y presentado, con la máxima cobertura de la prensa estatal. Pero un evento como éste tiene unos costes que se tienen que pagar, y la situación no está para estipendios onerosos. ¿Cuánta gente podría comer pollo o huevos con el presupuesto de este evento? ¿Por qué la Contralora no cumple sus funciones y empieza a calcular lo que se despilfarra de gasto público con este tipo de convenciones que, en el caso cubano, solo se organizan para culto de la personalidad del máximo líder?

Los datos de la convención vienen a confirmar que el régimen no escatima en gastos cuando le interesa algo. Nada de país bloqueado. La reunión concentró a más de 2.000 delegados de 33 países. La convención está integrada por 34 eventos, entre simposios, talleres, congresos y seminarios que, hasta el próximo viernes 2 de junio, debatirán sobre diversos temas como la gestión ambiental para el desarrollo sostenible, geografía, medioambiente y ordenamiento territorial, lenguas y culturas, el derecho en el siglo XXI, población, Administración Pública y desarrollo local, así como la XXVII Edición del Modelo de las Naciones Unidas de La Habana. Se constituye como una de las principales acciones del programa por el aniversario 295 de la fundación de la Universidad.

En definitiva, nadie escatima en gastos para dar matraca a la tesis doctoral del ingeniero y doctor en ciencias que dice dirigir la nación. Para escuchar a Díaz Canel allí se dieron cita, entre otros, los ministros Walter Baluja, de Educación Superior; Marta Elena Feitó, de Trabajo y Seguridad Social; Mayra Arevich, de Comunicaciones; Alpidio Alonso, de Cultura, y Antonio Rodríguez, presidente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, así como rectores de otras universidades, decanos de las facultades, personalidades académicas, estudiantes y una representación del cuerpo diplomático acreditado en Cuba.

Ante este público tan cualificado y sabiendo que el que paga manda, Díaz Canel habló de la integración de la universidad con los actores económicos de la sociedad en la búsqueda de soluciones y en la creación de proyectos que aporten al desarrollo del país. Según su criterio, esta es una especie de piedra filosofal que dará sentido al paradigma famoso de Ciencia e Innovación, núcleo de su tesis doctoral que pretende implantar a todas las áreas de actividad dependientes del estado comunista.  El problema es que no dijo que, para que esa integración funcione, se necesita dar una serie de pasos que, hoy por hoy, ni están ni se les espera.

A continuación, sostuvo que, en los últimos años, a partir del cumplimiento de la política económica y social del país, se ha desarrollado un grupo de ejercicios legislativos, normativos, que favorecen el desarrollo de la investigación científica y la innovación en la nación para afrontar los desafíos a los que se enfrenta el país. Es decir, se ha construido la casa a medias, pero nadie quiere habitarla. Está vacía, sin vida. Activarla no será fácil. Incluso cuando en un alarde digno de pasar a la historia, citó a Fidel Castro, como uno de los miembros distinguidos de la relación de científicos de la tradición cubana, en pie de igualdad con Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Martí, Carlos J. Finlay, Álvaro Reynoso o Tomás Romay.

Hechas estas precisiones iniciales, explicó por enésima vez, en qué consiste su Sistema de Gestión de Gobierno basado en Ciencia e Innovación, a ver si alguien lo entiende. En esta ocasión lo identificó con un mecanismo estatal dotado de una apretada agenda intervencionista y controladora, que entre otras actividades debe “fijar prioridades y distribuir recursos, potenciar el conocimiento experto, diseñar las políticas, promueve interacciones y eliminar barreras, irradiar la innovación a todos los espacios y sectores de la sociedad, motivar e incentivar a todos los actores implicados en el desarrollo del país, fortalecer la institucionalidad, impulsar valores y enfoques propios de la innovación, ofrecer asesoramiento científico a las políticas, y trabajar por alcanzar un vínculo fuerte entre ciencia y gobierno”. Visto desde esta perspectiva, el sistema lejos de potenciar nada, es un lastre que hará imposible dinamizar el potencial científico e innovador del país. En el papel puede funcionar, pero en la práctica, no.

En su opinión, ya existen ejemplos de creación de capacidades en ciencia, tecnología e innovación articuladas con la sociedad, y citó la industria biotecnológica y farmacéutica (en realidad, estos ya existían antes de que Díaz Canel dijera algo) pero, reconoció que esos buenos resultados no se alcanzan eficazmente en todos los sectores de la Isla. Citó las últimas tres encuestas sobre innovación, realizadas por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), en las que se ha mostrado “que existe un limitado avance en innovación, una insuficiente interconexión entre todos los actores que aportan a esta esfera, lo cual se expresa en las débiles relaciones entre el sector del conocimiento y el de bienes y servicios, y también los territorios”.

En tales condiciones, dijo que el Sistema de Gestión de Gobierno basado en Ciencia e Innovación, debe actuar como uno de los pilares de la gestión del régimen, como un instrumento hacia la transformación de la sociedad, con instituciones integradas e interconectadas en la búsqueda de soluciones.

Y para lograr que sea así, señaló que la voluntad política y la gobernanza deben orientarse a favor del paradigma de ciencia e innovación, “para gestionarlas a nivel de país, un sistema productivo-innovador, abordar los contenidos de la ciencia, de la sostenibilidad en un marco regulatorio financiero, que apoye estos procesos, el desarrollo del potencial humano y, por supuesto, el papel que juega el sector del conocimiento y, en particular, las universidades”. Para Díaz Canel, el sector privado simplemente no cuenta en este proceso. Lo olvida intencionalmente, por motivos ideológicos, cuando está reconocido que su papel es fundamental en la innovación de cualquier sociedad.

Se limitó solo a destacar como “avances y resultados logrados a raíz de la implementación del Sistema, la implementación de políticas gubernamentales a escala territorial y la movilización del conocimiento de expertos en esos niveles, y el fortalecimiento de los vínculos entre el sector del conocimiento, el sector de producción de bienes y servicios y la Administración Pública”. También citó de forma expresa, “la creación de parques científico-tecnológicos, empresas de interface universidad-sociedad y fundaciones, así como el funcionamiento del Consejo Nacional de Innovación”. No ofreció dato alguno porque en realidad estos balances no dan para dos o tres líneas.

En tono críptico, acabó su discurso señalando que, como líneas de trabajo, se plantea la necesidad de lograr la intersectorialidad, “sin dejar de trabajar en el valioso campo de las ciencias sociales, para lograr mejores resultados en la gestión de gobierno” así como fomentar e incrementar la estrategia para la formación doctoral. Insisto. El sector privado empresarial, ajeno completamente a las posiciones defendidas por Díaz Canel.

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