En Cuba ni se invierte más ni se hace bien
Hace unos días, un artículo en Granma decía una gran verdad “Debemos invertir más y hacerlo bien” y este era el mensaje que había trascendido de una reunión de los dirigentes del régimen con representantes del sistema empresarial. Hay qué ver. Los que precisamente se caracterizan por no hacer bien las cosas en este ámbito, dando lecciones a otros.
No cabe la menor duda que las inversiones, como el consumo de las familias o las exportaciones, son fundamentales para el funcionamiento de la economía. De ahí que un adecuado comportamiento de estas variables debe ser una referencia principal para los dirigentes de la economía. En el caso cubano con un estado de planificación central comunista, donde no existen ni derechos de propiedad privada ni mercado, debería ser muy fácil lograr tales objetivos. La experiencia indica todo lo contrario.
En el encuentro del pasado mes de abril de la dirección del país con representantes del sistema empresarial, se realizó una evaluación del proceso inversor en la que el ministro Gil dijo que continúan resolviendo deficiencias que no son nuevas y citó como ejemplo, que desde 2015 a la fecha no se ha logrado cumplir el plan de inversiones para cada año, que han quedado por debajo del 90% la mayoría de las veces. Ocho años en que las inversiones se ajustan y el ministro sabe por qué, para tratar de reducir el tamaño del déficit público en la liquidación del presupuesto, evitando su descontrol absoluto. El ministro se quedó tan tranquilo, porque qué más podría decir si el responsable absoluto de ese incumplimiento de las inversiones no es otro que él.
En realidad, los comunistas cubanos han convivido durante décadas con uno de los porcentajes más bajos de inversiones en el PIB de cualquier país de América Latina, dando una prioridad absoluta al gasto corriente que se liquida en cada ejercicio presupuestario. Sin embargo, de pronto han descubierto que para lograr un ritmo adecuado de desarrollo es necesario invertir anualmente entre el 20 y el 25% del Producto Interno Bruto, si bien reconocen que la realidad de la economía de la Isla es que rara vez se supera el 15%. Es decir, se sabe qué se tiene que hacer pero las estructuras de funcionamiento del sistema comunista lo impiden.
La distancia entre las inversiones necesarias y las que se realizan explica el bajo nivel de las infraestructuras, el deficiente funcionamiento de servicios públicos básicos, los apagones, las pésimas carreteras, el gas, el agua, en suma, todo lo que permite que una economía funcione de forma normal. Por eso, ahora los comunistas señalan que es imperiosa la necesidad de resolver las ineficiencias en esta área, en tanto que el máximo responsable, Gil ratificó la necesidad de seguir invirtiendo como forma de no renunciar nunca al desarrollo. Como si las inversiones cayeran del cielo como el maná y no hubiera que hacer muchas cosas antes de invertir.
Los dirigentes del régimen plantearon a los asistentes a la reunión ¿qué hacer nuevo para consolidar realmente lo que necesita el país, y dentro de él la empresa estatal socialista, para desarrollar con eficiencia y eficacia el proceso inversionista? Para invertir más y mejor, lo primero es ser rentable, ganar dinero. La entidad que desea invertir además, lo debe hacer para ganar más, generar riqueza y empleo abundante. Las inversiones abren un ciclo virtuoso que permite el desarrollo económico y la prosperidad a todos los niveles. Y sobre todo, exigen autonomía, libertad y responsabilidad.
Por eso, muchos de los asistentes por videoconferencia se miraron unos a otros para comprobar los rostros de sorpresa de quienes no tienen la menor autonomía para decidir nada. Ya es sabido que las empresas estatales dependen de la jerarquía de las OSDES o del ministerio para poder invertir. Ni un solo céntimo se mueve en el régimen comunista sin autorización gubernamental. Por eso las preguntas formuladas se quedaron sin respuesta, más aún cuando el importe de las inversiones depende de un crédito que solo se concede por un sistema bancario, igualmente controlado por el estado.
Pero no conformes con aumentar el lío, los dirigentes empezaron a plantear la necesaria relación entre las inversiones y los mercados de exportación, y que se desarrollen estrategias que le permitan garantizar el abasto de materias primas nacionales, en especial la chatarra, de forma tal que sus producciones sean sostenibles en volumen y en el tiempo.
Después de examinar alguna experiencia empresarial concreta, como no había mucho más que decir, el ministro Gil se refirió a la fortaleza que se tiene al disponer del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030 (PNDES), dentro del cual deben concebirse las inversiones. Un plan cuya ejecución se está viendo comprometida por el entorno económico que impide movilizar buena parte de sus proyectos inalcanzables.
Nada les funciona. Que van a cumplir las inversiones. No faltará más.
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