¿Quién es el culpable de la inflación en Cuba?

Elías Amor Bravo economista

El culpable no es otro que el régimen. 

En un post anterior, explicamos que la inflación de enero ha ofrecido un dato preocupante que abre una nueva etapa complicada para la economía cubana en 2023, dominada por el peligroso fenómeno denominado estanflación, que combina estancamiento del PIB y alta inflación. Un cuadro muy negativo frente al que los dirigentes parecen inermes.

¿Quién es el responsable del descontrol de la inflación en Cuba? El régimen atribuyó los aumentos de precios a la "inflación importada", incluso al "embargo", pero estos argumentos se caen por su propio peso. La tasa interanual de enero, un 42% casi el doble de la registrada en el mismo mes de 2022 y superior a la que cerró el año en diciembre, obedece a factores internos de la economía cubana. El nivel de inflación es alto y además, se acelera, lo que puede llevar a la economía a una espiral de precios frente a la cuál no se están haciendo los deberes. No se está haciendo nada.

El indicador que mejor refleja la grave situación en que se encuentra la economía cubana, tras la pandemia en 2020 y la aplicación de la tarea ordenamiento en 2021, es el consumo final de bienes y servicios. Seguir el comportamiento de esta variable, con sus características específicas en la economía marxista cubana, permite comprobar por qué esta no se ha recuperado aún de la crisis y ahora, la inflación se acelera y amenaza cualquier posible mejora de la economía.

En el caso concreto de Cuba, cuando se analiza la economía y el bienestar de la población, una mirada atenta al comportamiento del consumo final ofrece información para constatar que las cosas no van bien. Y aunque los datos de 2022 no están publicados, es posible anticipar algunas tendencias que ayudan a comprender quién es el responsable de la inflación que erosiona el nivel de vida de los cubanos.

El consumo final cubano, en las cuentas nacionales, se distribuye entre el consumo del gobierno que viene a representar alrededor del 30% del total, y el consumo de los hogares, equivalente al consumo privado, que supone el 70% restante. No es fácil encontrar países del mundo en que el gobierno alcance un nivel de consumo tan elevado. Este es un rasgo del modelo estalinista de la economía cubana que supone pagar un alto precio.

Los datos de ONEI señalan que el indicador de consumo final (a precios constantes) creció ligeramente de 2017 a 2018 y tocó techo en 2019, pero como consecuencia de la pandemia del COVID-19 se hundió en 2020 un 8%. El indicador de consumo per cápita descendió todavía más, un 9%.

La cuestión es que, en 2021, con la aplicación de la tarea ordenamiento, la necesaria recuperación del consumo final se ralentizó, a diferencia de lo ocurrido en otros países que experimentaron un boom para recuperar los niveles anteriores a la pandemia, conforme se iban relajando los controles. Pero en Cuba, el consumo final solo aumentó un 2,1%, pero y aquí viene la cuestión, ese crecimiento no impidió una caída del consumo de los hogares de un 3,3%, en tanto que el consumo del gobierno registró un aumento del 14,7% en 2021. Este aumento del consumo financiado por el presupuesto estatal no sirvió para restaurar el nivel logrado en 2019. Mientras que los cubanos tenían que apretarse el cinturón y reducir su nivel de consumo, el gobierno seguía sin reparar en gastos, desarrollando con absoluta irresponsabilidad sus distintos programas de gasto. Como consecuencia de ello, el consumo final de la economía permaneció en 2021 por debajo del nivel de 2019, y aunque no se han difundido las estadísticas aún, en 2022 no se habrá producido un resultado mejor.

Y aquí viene lo sorprendente. Porque este resultado expansivo del consumo del gobierno, que llevó el nivel del déficit público en porcentaje del PIB a dos cifras, tuvo un impacto directo sobre los precios, elevando la tasa de inflación que cerró el año con una interanual del 77% la más elevada de treinta años. El aumento de los precios, en presencia de un consumo de los hogares (consumo privado) debilitado por la crisis económica y que disminuyó un 3,3%, fue solo atribuible al derroche de gasto del régimen, empeñado en luchar contra la grave crisis de la pandemia, mientras aplicaba políticas económicas inadecuadas en la tarea ordenamiento.

El consumo individual de los cubanos se encuentra relacionado con todos los componentes del IPC, sobre todo Alimentación y bebidas, ropa y calzado, vivienda, agua, electricidad, transporte, educación o salud, cultura y otros bienes y servicios. Y, sin embargo, el aumento registrado por estos componentes se explica en mayor medida por el consumo del gobierno que por el realizado por los hogares. La partida más expansiva del IPC, Hoteles y restaurantes, sube más de un 67% en tasa interanual en enero, por el aumento de los precios de servicios elaborados que presta el régimen, como la merienda o la comida a domicilio.

De modo que el culpable del aumento de demanda, que ha empujado a los precios al alza, ha sido el gobierno, que con su gasto de consumo para intervenir en la economía (compras de la canasta normada, empresas estatales, etc.) generando tensiones en el consumo real de bienes y servicios por los hogares. Los ciudadanos pagan precios más elevados por culpa de la demanda del régimen para desarrollar sus programas de salarios reales, cada vez más bajos y de peor calidad. La mejor explicación de la crisis de la economía cubana se encuentra en la evolución del consumo.

El caso es que el consumo de los hogares en 2021 era un 12% inferior al que había en 2019 y, sin embargo, la inflación interanual llegó a un 77% a finales de año. La única explicación posible de ese resultado estaba en el consumo del gobierno, que creció en 2021 por encima del techo de 2019 casi un 5%. Un gobierno despilfarrador, intervencionista y controlador de la escasa producción nacional, trasladó dicho comportamiento ineficiente en un momento complicado por la aplicación de la tarea ordenamiento, al consumo privado, frenando su necesaria recuperación. A resultas la economía cubana no pudo superar en 2021 la crisis, y lo más probable es que en 2022 haya continuado en el mismo escenario, teniendo en cuenta que la inflación cerró con un 39,07% de tasa interanual.

Mientras otros países han confiado la recuperación de sus economías al consumo privado, los comunistas cubanos lo han hecho al consumo del gobierno, y a resultas de ello, la economía cubana no logra regresar a los niveles de 2019. Esto significa que los cubanos son más pobres por culpa de su gobierno y, además, pagan precios más elevados por los bienes y servicios, sin haber superado la gran recesión provocada por el COVID-19 y la tarea ordenamiento, después. Es decir, con menos consumo.

En los dos últimos años, la caída del consumo de los hogares (consumo privado) ha debido ser más intensa en los que son vulnerables, cobran bajos salarios o pensiones, y no reciben remesas o compensaciones. El impacto del descenso del consumo privado ha debido ir asociado, además, a un aumento de las desigualdades. Las gratuidades del estado, a través de la canasta normada, han bajado en cantidad y calidad, como denuncian los ciudadanos. Hacer depender la recuperación económica del consumo del gobierno ha sido un fracaso de política económica. El consumo privado se ha visto frenado por los precios cada vez más altos.

No deja de ser curioso que, en la economía cubana, la desigualdad se haya incrementado en los dos últimos años, que coinciden con un descenso del PIB. Lo habitual suele ser lo contrario, y que en los períodos de crecimiento afloren las diferencias. Hasta en esto, es diferente el modelo comunista que rige la economía cubana. Se da, además, el hecho de que en Cuba, la influencia de la inflación sobre el precio de los activos (vivienda, acciones) es limitada, ya que el patrimonio financiero de los cubanos es inexistente.

La reducción del consumo de los hogares en Cuba actúa como un freno a la recuperación de la economía, porque el régimen ha apostado por el consumo del gobierno. La reducción del consumo en 2020 provocada por el confinamiento general de la población, y en 2021 por la tarea ordenamiento, ha tratado de ser compensada, de forma imprudente, por el régimen, disparando el crecimiento del consumo del gobierno echando mano a los recursos del presupuesto que, al ser escasos, ha obligado a aumentar el déficit y el endeudamiento. La presión de ese desajuste sobre la economía ha llegado a ser asfixiante, y en enero de este año 2023 los bancos dispusieron límites en la disposición de efectivo y de dinero electrónico. La tesorería bancaria había sido absorbida por el gobierno, colocando los bonos soberanos en el sistema bancario, que se quedó sin fondos para atender los pagos.

Hay motivos suficientes para pensar que la reproducción de este modelo de gasto de consumo del gobierno por encima del realizado por los hogares puede acabar acentuando la inflación y generando más desigualdades sociales, además de empujar a la economía cubana a un escenario de estanflación, dada la baja productividad y eficiencia del sector estatal en sus actividades. 

El régimen debe reflexionar sobre las políticas y medidas necesarias para controlar la inflación, reduciendo los desequilibrios interno y externo, y facilitando la mejora del bienestar de la población por medio de mayores niveles de consumo de los hogares. La opción elegida, intervencionista, despilfarradora y obsoleta, no hará otra cosa que empeorar más las cosas. Retrasar decisiones necesarias en política económica puede acarrear un ejercicio 2023 mucho peor.

                En millones pesos constantes

2.017

2.018

2.019

2020

2021

Consumo final

45.772,8

46.677,8

46.905,6

42.641,2

43.670,1

Gobierno general

12.968,9

13.137,4

13.652,6

12.276,8

14.113,9

Hogares

32.803,9

33.540,4

33.253,0

30.364,4

29.556,2

Índices base 100=2017

21

Consumo final

100

102

102

93

95

Gobierno general

100

101

105

95

109

Hogares

100

102

101

93

90

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