El campo cubano necesita otras políticas públicas para sobrevivir

Elías Amor Bravo economista

En este blog nos dedicamos al análisis continuo de la economía cubana, mostrando que la vía elegida por las autoridades va de fracaso en fracaso. Nuestra capacidad de asombro, no tiene límites, teniendo en cuenta la experiencia comunista que ha asolado la Isla en 64 años. Pero cada día, tenemos que revitalizar nuestra capacidad de sorpresa ante las iniciativas que salen del régimen. La última: aprovechar las escuelitas al campo para producir más.

Sí. Han oído bien. Todo un consejo de ministros, por cierto de los más numerosos del planeta, dedicado a ver qué se puede hacer con “lo que la revolución ha desarrollado en el campo”. Es decir, las “escuelitas, consultorios médicos, círculos sociales, bodegas y otros espacios para el beneficio de la población, las escuelas al campo,….. que es necesario recuperar para empezar a cambiar esos lugares”.

Insisto. Prepárense para poner a prueba su capacidad de asombro ante estos dirigentes que han vuelto a mostrar que no tienen ni la menor idea de qué hacer para que la economía cubana encuentre su rumbo perdido.

Que pregunten a cualquier guajiro, de esos que se quejan día sí día no, del desastre provocado en sus cosechas por las “célebres” 63 medidas de la agricultura si esas  infraestructuras de las comunidades rurales sirven de algo para revitalizar servicios para atender demandas de la población y generar empleo. La respuesta es clara: que se olviden.

Sorprende que el primer consejo de ministros de 2023 haya ido a revitalizar todo lo que está muerto y fracasado en las comunidades rurales. Infraestructuras absurdas, creadas con principios ideológicos para cumplir mandatos jerárquicos comunistas, inservibles, inadecuadas para los tiempos que corren, y lo que es peor, destruidas por el paso del tiempo y la indolencia, con una recuperación mucho más complicada que si se construyeran de nuevo.

Esta idea de sacar conejos de la chistera para sorprender a tirios y troyanos tiene el efecto de provocar cada vez más separación del régimen con el pueblo cubano. Básicamente, porque nadie en Cuba cree que eso que llaman enfáticamente “revalorización de la ruralidad en Cuba” pueda servir para algo. Al final, se acaba convirtiendo en un programa más, de los mismos que van fracasando sin cumplir sus objetivos. Y de esos, el pueblo conoce muchas experiencias. Por eso, no otorgan la menor confianza a esta nueva aventura que, por otra parte, sale tocada. Hacen bien.

Pero vamos a ver, ¿A qué cubano le trae buenos recuerdos la experiencia absurda de la escuela al campo? ¿Cuántos quieren volver a aquellos tiempos locos del “trabajo voluntario” en el campo, cuando después debían volver a una escuela o un hospital a seguir con sus funciones? ¿Es que los dirigentes comunistas no se cansan del absurdo continuo? En las zonas rurales, se necesitan mucho más que este tipo de programas para lograr que mejore la productividad y se suministren bienes suficientes a los mercados de consumo. Andarse por las ramas, es perder el tiempo.

A Díaz Canel se le ha ocurrido en línea con su aburrida tesis doctoral, que hay que trasladar al campo cubano la tecnología, investigación, innovación, capacitación y formación de la fuerza de trabajo calificada, pero ni se plantea abordar la cuestión más relevante que tiene que ver con la propiedad de los medios de producción. Esto, y no estas payasadas en las escuelas al campo, es lo que debe servir para cambiar el caos que existe en el sector agropecuario cubano.

Al final este plan de recuperación gradual, “y en la medida de lo posible”, lo que implica que nada se hará porque los recursos se destinan a seguir construyendo hoteles, arreglar las infraestructuras existentes, “sobre todo las de salud, educación y sociales, así como la prestación de muchos servicios que no solo daban solución a demandas de la población en las comunidades, sino que también se convertían en fuente de empleo” será un fracaso más que se incorporará a la nómina de experiencias que solo sirven para  agotar a la población. Básicamente, porque no tiene ni pies ni cabeza.

Los comunistas son expertos en diseñar políticas públicas que acaban siendo un fracaso porque se hacen depender de consideraciones ideológicas, no técnicas. Si realmente se quiere incluir estas acciones dentro de las estrategias de desarrollo territorial y local, lo primero que se tiene que hacer es poner en valor esas estrategias que en muchos casos acaban dependiendo de proyectos de cooperación internacional o de ayudas a fondo perdido que tampoco sirven para remover los obstáculos y las trabas que impone el modelo marxista que rige la economía. 

Dicho de otro modo, hay que empezar produciendo más y mejor, para que la riqueza creada sirva para estimular después la mejora del entorno rural. Es un chiste macabro hablar de “potenciar la agroecología; la minindustria; así como el uso y la entrega de las tierras en usufructo”, cuando el campo cubano lo que quiere es otra cosa bien distinta: derechos de propiedad privada de la tierra y mercado libre para la distribución de los productos. La alternativa ya se sabe en qué acaba.

Por otro lado, aplicar en las zonas rurales las experiencias con los "proyectos de transformación social de las comunidades urbanas" es otro error porque nada tienen que ver unos con otros. Ya me dirán en qué se parece Centro Habana a San Antonio de los Baños o Quivicán. Parece mentira que los dirigentes del país se dediquen a estas cosas, pero se entiende que lo hagan, en la medida que puedan servir para consolidar el papel político del partido y de las organizaciones de masas. Precisamente lo más inútil que existe en Cuba y de lo que no cabe esperar gran cosa a estas alturas. Que revisen todo y que paren antes de lanzarse a esta piscina sin agua. El desastre ya está anunciado.


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