Una economía de malos pagadores

Ahora resulta que los gestores de la economía castrista no solo son ineficientes, burocráticos y no se sabe cuántas cosas negativas más, de acuerdo con el diagnóstico que ofrece ese “manual del buen revolucionario” que son los llamados “Lineamientos”, sino que a tenor de lo que se expone en un artículo en Granma de Julio Martínez Molina, son también “malos pagadores”. Peor no podría ser.

El artículo al que referimos este análisis se titula “Resbaladizos eslabones en la cadena de impagos de Cienfuegos”. Según lo expuesto, el saldo de las cuentas por cobrar en la provincia de Cienfuegos “ascendió a 168 millones de pesos al cierre de julio. El saldo de las cuentas por pagar sumó un total de 273 millones”. Pero lo más grave es que casi la cuarta parte de esos fondos se encontraba fuera de plazo.

Según se señala en el artículo, de acuerdo con fuentes del Banco de Crédito y Comercio, la situación parece mantenerse en los niveles de años precedentes, si bien, es probable que sea aun peor de lo señalado en las cifras anteriores, ya que "hay empresas que no entregan la información oficial. Eso puede distorsionar la legitimidad e incluso dar un reflejo falso. Por lo general son entes incumplidores aquellos reacios a presentar los datos. Hasta 23 entidades de Cienfuegos se negaron a presentar sus informes. Ocurre cada mes".

Las propias fuentes citadas en el artículo de Granma apuntan a que detrás de estas prácticas “gravitan múltiples justificaciones, evasivas, triquiñuelas, "arreglos" inter empresas y hasta incapacidad”. Incluso Granma denuncia que algunos de los directivos de empresas, como la Empresa Municipal Gastronómica de Cienfuegos, denegaron entrevista al periódico para comentar lo abultado de sus desfases de pagos, aludiendo a la falta de personal especializado en gestión económica.

Años atrás, un brillante economista cubano exiliado me comentaba cómo el régimen castrista, en los primeros años de la llamada “revolución”, trastocó por su propia voluntad política el sistema contable y de control económico existente en Cuba fruto de décadas de prácticas mercantiles solventes y de un desarrollo sin precedentes de la economía empresarial más moderna. En los primeros 50 años de la República, se consolidó en Cuba uno de los sistemas contables y de control financiero más avanzados de las economías occidentales, con profesionales de alto nivel en gestión, auditoría, banca, control económico, finanzas, que se vieron obligados a un terrible exilio, y muchos de ellos, en la dureza de las nuevas condiciones de vida, nunca pudieron ejercer sus profesiones.

Ahora, medio siglo después de aquel destrozo, aparece el modelo de confusión, desorganización, descontrol y sálvese quién pueda, de la economía planificada, estalinista, y sin propiedad privada ideada por los Castro. La raíz del mal es de tal magnitud que todo apunta a la necesidad de dar un giro de 180º en la dirección de la economía. No hay directivos de empresa que ejerzan como tales, porque en el castrismo siempre hay que obedecer a alguien por encima. Los sistemas de contratación son desconocidos por los gestores, y mucho menos, los instrumentos de pagos, como las letras de cambio que se someten a procesos fantasmagóricos de protesto ante tribunales que las trasladan a bancos dirigidos con criterios políticos y no de riesgo económico, lo que supone en ocasiones decisiones que afectan a los deudores con grandes costes personales. El artículo alude incluso a un “falso compañerismo”, después de tantas décadas de “compañero, compañero”.

Pero lo mejor de todo esto, es que el principal deudor y no pagador no es otro que ese conglomerado de ineficiencia económica que se llama ACOPIO, la empresa que depende del Ministerio para la comercialización de las producciones agrícolas del país. Y aunque en el artículo se dice que sus trabajadores intentan resolver el problema, lo veo difícil, mientras no se liberalice plenamente la actividad y se permita, por la vía de la competencia, la gestión de empresas competitivas y eficientes.

Luego ponen el ejemplo de otra empresa la de Bebidas y Refrescos que parece haber resuelto el mismo problema que tenía ACOPIO, con la receta que figura en el “manual del buen revolucionario”: Orden y Control, como si dirigir una economía fuera como dirigir un cuartel militar, con todos mis respetos para este último.

La consecuencia de todo este desaguisado en que se ha convertido la economía castrista es un cuadro de deudas cruzadas entre empresas dirigidas con criterios políticos y no mercantiles, pérdida de oportunidades de negocio, descompensación entre salarios y productividad, y descapitalización de las empresas, batalla continua en los tribunales, desconcierto y ausencia de un marco legal y jurídico estable, favorable para el desarrollo de los negocios. Es el querer y no poder con que nos obsequian los llamados “Lineamientos”, una apuesta perdida por la “actualización” del socialismo, cuando lo que verdaderamente necesita la economía de Cuba es libertad de empresa, derechos de propiedad y economía de mercado. Al ejemplo del desastre actual, me remito.

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