Bienvenido El Trigal

Elías Amor Bravo, economista


Hay que dar la bienvenida a El Trigal, primer mercado mayorista de productos agropecuarios en Cuba, que acaba de abrir sus puertas en Boyeros, muy cerca de Santiago de las Vegas, mi pueblo. Es una iniciativa experimental del régimen para abaratar los precios de los alimentos a la vez que superar las tradicionales escaseces que padece la economía castrista.

Vaya por delante que, aun cuando no puedo estar en contra de esta iniciativa, creo que sus resultados no van a estar a la altura de las expectativas. Para empezar, el dueño del negocio es el estado, ni más ni menos que la Empresa Provincial de Mercados Agropecuarios en La Habana, propietario del espacio en que se van a desarrollar las actividades y que cobrará puntualmente las rentas/excedentes de la actividad.

Generalmente, cuando el empresario privado, y no el estado, es el propietario de sus instalaciones y espacios, tiene incentivos para reinvertir las ganancias en mejoras que, a la larga, le permitan ganar más. No parece que éste sea el destino de los más de 16 mil metros cuadrados, que se van a poner a disposición de los 10 socios de una cooperativa, que a su vez, subarrendarán 292 espacios a los productores que concurran allí a vender sus mercancías excedentes. Más complicado, imposible, pero así son las cosas. De ahí las dudas sobre el éxito de este tipo de experimentos.

En el Trigal, los ciudadanos podrán adquirir productos procedentes del complejo y abigarrado sistema productivo agrario castrista. A saber, allí podrán concurrir empresas y granjas estatales, cooperativas de créditos y servicios y de producción agropecuaria, unidades productoras, agricultores pequeños y la nueva figura de vendedor mayorista, solo presente en La Habana, Artemisa y Mayabeque. Cabe suponer que este aumento de la oferta comercial debe traducirse en algún beneficio directo para los clientes y consumidores. Al parecer ahora pueden comprar en este mercado todas las personas jurídicas y naturales, incluyendo las familias que deseen adquirir alimentos al por mayor, así como los hospitales, escuelas, centros laborales y otros incluidos en el llamado consumo social.

La experiencia del Trigal aporta elementos, al parecer novedosos para la ineficiente economía castrista, a los que estamos acostumbrados en otros países. Por ejemplo, los horarios de 6:00 p.m. hasta las 8:00 a.m. del siguiente día para evitar problemas de circulación, la exigencia de un carnet de identificación acreditativo de la condición de productor, el propiciar servicios de compra y venta de mercancía y no de almacenamiento (ese es el sentido real de los mercados mayoristas), el arrendamiento de los equipos necesarios para la actividad, el cobro de tasas de acceso a compradores y vendedores por participar en el mercado. Todas, absolutamente todas, son prácticas bien conocidas por los que aún vivían antes de 1959, cuando Cuba estaba llena de mercados centrales bien abastecidos con todo tipo de productos, en los que comerciantes y compradores realizaban una actividad ejemplar.


El Trigal, salvando las distancias, vuelve a recuperar esa senda histórica del comercio cubano, robada y mutilada por las confiscaciones castristas, las escaseces perennes, los racionamientos y más penalidades durante más de medio siglo. Yo le deseo éxito a El Trigal. Sinceramente. Estoy seguro que pese a las trabas que el régimen pone a este tipo de iniciativas (como por ejemplo, que los productores tengan que cumplir los “acuerdos” con el estado antes de poder comercializar sus producciones) la libertad económica, los deseos de mejorar y dar servicio a los cubanos, harán de El Trigal una experiencia positiva. De alguna manera, si El Trigal triunfa, será un éxito para la libertad de todos los cubanos. Ojalá así sea. Será un motivo más para mostrar a los cubanos cómo se desmonta ese embargo que durante tantos años les han hecho creer que existe: el interno, el que provoca con ineficiencia, el régimen ideado por Fidel Castro hace más de medio siglo, y que ahora se derrumba hecho pedazos.

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