¿Contradicciones irreconciliables o perversión del modelo económico?

Elías Amor Bravo, economista

Los ejemplos sobre el pésimo funcionamiento de la economía castrista son innumerables. Ahora Granma se hace eco de estas deficiencias. El último ejemplo ha sido el análisis de los problemas entre los ganaderos y la empresa provincial de productos lácteos de Camagüey, una zona de gran tradición lechera en Cuba. A modo de resumen, para no hacer muy extenso el análisis del problema, los ganaderos se quejan de los bajos precios de la leche que perciben  del organismo provincial. Según se dice en el artículo de Miguel Febles Hernández, “¿Contradicciones irreconciliables”?, la empresa paga la leche de distinta calidad a los mismos precios, y ello genera insatisfacción y frustración entre los productores, sobre todo los más comprometidos con su trabajo.

Al parecer, y en opinión de los productores consultados, todo viene provocado por “las trabas, malentendidos y enrevesados mecanismos, dispuestos aún en resoluciones, directivas y reglamentos, que empañan el proceso de compra-venta de la leche, escenario en el que se mantienen serias discrepancias con la Empresa Provincial de Productos Lácteos, que generan disgusto y desmotivación entre los productores”.

La solución, según ellos, es fácil: “todos esos documentos deben revisarse, ponerse a tono con los nuevos tiempos y socializarlos en las bases productivas antes de aprobarse, para que exista total transparencia y al final las decisiones que se adopten estimulen la producción, no la frenen, como está ocurriendo en la actualidad”.

No. Esa no es la solución. Si me permiten la sugerencia, olvídense de eso. Se que son muchos años enrredados en esa madeja de ineficiencia creada por la llamada “revolución”, pero aquellos que aún recuerdan cómo era Cuba antes de 1959, saben que la nación producía leche más que suficiente, llegaba a diario fresca y en condiciones de calidad a los mercados de consumo, y nadie pasaba por este tipo de trances y sufrimientos, como los que se detallan en el artículo de Granma.

No me extraña que los productores digan que “al paso que vamos, aquí cada día va a haber menos leche”. Con el sistema ideado por los Castro, cada vez hay menos de todo. Esa es la auténtica naturaleza del embargo interno. La falta de estímulo e interés de los agentes económicos para producir, invertir y ahorrar. Entonces, cabe preguntarse por qué. La respuesta es bien conocida, pero este artículo del sector lechero en Camagüey nos ofrece dos claves.

Primero, no existe el menor incentivo por cumplir las exigencias de calidad por parte de los productores, porque los mecanismos que se utilizan por la empresa provincial, entiendo que el monopolio de la distribución, carecen de estímulos reales. Las muestras de leche que se sacan del tanque suponen el pago de un precio promedio. Por supuesto que es injusto. Eso va en contra de los incentivos de los productores.

La cuestión es por qué el monopolio de la leche paga esos precios medios a los productores, y se desinteresa por recompensar la calidad. Aquí está el problema. El monopolio no tiene el menor interés en atender las necesidades de los clientes. Les importa un bledo que la gente quiera consumir leche de diferentes calidades y tipos. Les importa incluso un bledo que la leche llegue a los mercados de consumo. La indolencia de la distribución mayorista en Cuba es un ejemplo del desastre económico de la llamada revolución. Aquí en el caso de la leche, vemos que el centro de acopìo no paga a los ganaderos por la calidad porque simplemente no tiene el menor incentivo para hacerlo. Lo único que les interesa es cumplir unas órdenes del partido político provincial y quedar bien con los burócratas ideólogos del sistema que, obviamente, no funciona en la realidad. Y así, 55 años.

Si la distribución obtuviera rentabilidad por la vía competitiva, ofreciendo sus productos a los clientes, escuchando sus necesidades reales y diseñando productos para atenderlas, si en vez de vivir del presupuesto del estado, el mercado, la oferta y demanda, regulasen esas relaciones, los lecheros de Camagüey verían recompensados sus esfuerzos por mejorar la calidad, y los consumidores cubanos podrían elegir con libertad.

Pero a ver ¿quién tiene el menor interés en la Dirección Provincial de la Agricultura de mejorar las cosas?. Ahí los problemas son de otra índole. Y bien lo saben los cubanos, de qué manera han sufrido escasez y racionamiento por el deficiente funcionamiento de un sistema que no atiende a las reglas del mercado y los precios.

Al monopolio provincial lácteo le importa muy poco que hayan ganaderos cumplidores, o que se desmotiven y dejen de entregar la leche para “desviarla” a otros destinos, como la elaboración de queso o de yogurt, que en ocasiones se comercializa de forma ilegal. No les importa. El aparato represor del régimen está precisamente para eso, para obligar a cumplir lo estipulado y eliminar cualquier salida que pueda aportar aire fresco al sistema. En el régimen instaurado por la revolución es más importante obedecer, cumplir y ajustarse a lo establecido, por muy irreal e irracional que sea, antes de cualquier comportamiento que pueda suponer una vía alternativa. Y lo cierto es que en la economía, como otros muchos campos de la vida, las cosas se pueden hacer de muchas formas, y casi siempre, mejor.

El otro gran problema denunciado en el artículo de Granma es cómo poner freno al decrecimiento lechero. En Camagüey se observa, desde el 2012 hasta el presente, un descenso sostenido en la producción lechera y su venta a la industria, caída que se manifiesta igualmente en el sector cooperativo-campesino, responsable de alrededor del 74 % del aporte territorial.

También hay solución para este problema y no está precisamente en "el alistamiento gradual de las más de 8 700 unidades (incluidas vaquerías típicas y rústicas) con que cuenta el territorio, con el propósito de fortalecer la cadena de desarrollo de la masa e incrementar los volúmenes productivos”. Nada de alistamientos, ni organizaciones seudomilitares. Si de verdad quieren cambiar el curso de este sector, que fomenten los derechos de propiedad de la tierra para que los ganaderos puedan decidir el tamaño de sus tierras, la organización de las mismas, qué producir y en qué cantidades, y hacerlo libremente. 

La planificación central no ha funcionado. Las entregas de tierras en enfiteusis han sido un fracaso, con los campos infestos de marabú. No hay otra vía para transformar la economía cubana y devolverla a su esplendor anterior a 1959 que la recuperación del marco jurídico de derechos de propiedad y el mercado como instrumento de asignación de recursos. Las soluciones intermedias no van a dar resultado. Aquí se ha visto un buen ejemplo de ello.

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