La guerra de los Castro contra los paladares
Elías Amor Bravo, economista
Los
observadores y analistas se han hecho eco de la decisión del régimen
castrista de prohibir temporalmente nuevas licencias de apertura de
pequeños restaurantes en La Habana bajo la gestión de los
trabajadores por cuenta propia. Al mismo tiempo, se ha advertido a
los que ya operan de más estrictos controles, iniciando un proceso
de citaciones en las que se instruye a los afectados sobre presuntas
violaciones de la normativa, entre las que se encuentran “evadir
impuestos, comprar suministros en el mercado negro u operar clubes y
bares ilegales”.
La
limitación de oferta en cualquier mercado es una política pública
que tiene efectos muy negativos sobre la población e incluso
contrarios a los que se persiguen. Incluso en aquellas economías,
como la castrista, en la que el mercado asigna solamente una parte de
los bienes y servicios, correspondiendo al estado un papel muy
destacado en la asignación.
Esta
decisión del régimen, absolutamente inesperada, no guarda relación
con las informaciones que circulan relativas al incremento de
turistas y viajeros que suponen un mercado en crecimiento cuyas
necesidades de alimentación se hace preciso atender. La “guerra”
del régimen castrista contra los paladares no es nueva.
Periódicamente, en la isla cada vez que aflora alguna actividad
económica privada boyante, se adoptan medidas reaccionarias, de
corte estalinista, para demostrar quién tiene el mando de la
economía. Lo sucedido con los “paladares” habaneros no es más
que un episodio más.
Sus
efectos inmediatos serán:
1.-
Freno a una de las posibles vías de emancipación económica
abiertas por los llamados Lineamientos.
2.-
Límite a una oferta gastronómica que tiene aceptación popular lo
que incrementará los precios de aquellos que sigan operando en el
mercado.
3.-
Beneficio de manera directa a una oferta (estatal y de los hoteles)
que tenía dificultades para competir con los pequeños restaurantes.
4.-
Límite al crecimiento de la oferta de productos agroalimentarios
destinados a los emprendedores, y con ello, la tensión sobre los
precios de consumo.
5.-
Límite a la entrada de “mulas” con bienes intermedios destinados
a los pequeños restaurantes que tenían dificultades para
aprovisionarse en los mercados domésticos.
6.-
Frustración de expectativas y proyectos personales.
7.-
Refuerzo del control político administrativo de la actividad
económica.
8.-
Límite a la creación de empleo en estos establecimientos.
9.-
Freno a la evolución del sector hacia la especialización, la
diversificación y la mejora de productividad.
10.-
Disminución de la recaudación tributaria
La
principal diferencia de la actual campaña contra los paladares, de
otras anteriores,se encuentra en que el régimen ha sofisticado la
lucha contra la iniciativa privada en Cuba. Y así, las reuniones en
las que se cita a los dueños de los paladares, participan desde
representantes del Poder Popular de La Habana a varias instituciones
del estado, como la Oficina Nacional de Administración Tributaria
(ONAT) y la eterna seguridad del estado. Además, como han declarado
algunos de los citados a las reuniones, se les comunica que los
paladares son importantes para la economía y que las irregularidades
no sólo se encuentran en los negocios privados, sino también en los
estatales. No obstante, hasta la fecha, el grueso de la presión
administrativa ha recaído en los primeros.
Veamos
cuáles son los problemas tan graves para el régimen. Por ejemplo,
el uso del parqueo público para acomodar a los clientes de las
paladares, algo que podría resolverse mediante el alquiler de dichos
espacios; la compra de mercancía en el mercado negro, una actividad
que es necesaria porque en los mercados oficiales hay permanente
escasez; y otros más graves, como la violación de impuestos o el
lavado de dinero e incluso la prostitución y la droga, en suma,
aspectos que vienen de atrás en el tiempo desde la época del
llamado “período especial” y que se han convertido en
estructurales por la propia dinámica del régimen.
Las
leyes castristas obligan a los restaurantes privados a no exceder de
50 asientos, como máxima capacidad, y están obligados a comprar los
insumos en tiendas estatales, pese a la permanente escasez de los
mismos y el alto precio de los productos. A pesar de las dificultades
que existen para una gestión normal de estos establecimientos, La
Habana ha visto florecer y prosperar un gran número de paladares en
los últimos años. Negocios que han competido con los restaurantes
estatales y los radicados en los hoteles por su capacidad para
ofrecer una relación calidad precio aceptada por los clientes.
Algunos analistas creen que el endurecimiento de la política del
régimen hacia los paladares es un ejemplo de cómo Raúl Castro está
priorizando determinados gastos en detrimento de otros, y a
diferencia del llamado “período especial”, cuando los apagones y
las restricciones crearon un gran malestar en la población, ahora se
pretende que sea la actividad económica, privada y estatal, la que pague el coste del
ajuste a un escenario muy difícil para la economía castrista como el actual, en el
que disminuye el petróleo de Venezuela, no se pagan otra vez los
créditos y escasea el numerario y la liquidez. Y así y todo, inasequibles al
desaliento, se lanzan a anunciar la unificación monetaria para 2017.
Tremendo.
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