El régimen castrista y el premio a la seguridad en FITUR
Elías Amor Bravo, economista
Contentos están los comunistas cubanos. Resulta que en FITUR, que estos días se está celebrando en Madrid, le han otorgado a Cuba un premio “Excelencia como país más seguro”. Conviene tener en cuenta que en FITUR casi todo el mundo se lleva algún premio. Lo sorprendente es que a Cuba se lo hayan concedido en "seguridad para el turismo", con ciclones y huracanes de destrucción masiva todos los años, picaduras variadas de insectos tropicales con complicaciones, sinuosos tiburones que avecinan las aguas costeras, etc. Sin embargo, no es esto lo que crea inseguridad. Lo que sigue es el resultado de comentarios recibidos de turistas y viajeros a Cuba durante años que narran sus experiencias. Veamos cuáles
Son muchos los turistas y viajeros que llegan a la isla que se alarman del pésimo estado en que se encuentran las carreteras y vías de comunicación. La falta de inversiones del estado y la desidia durante décadas, han llevado a una situación difícil de observar en otros países. El riesgo de la movilidad es elevado, porque además, por si no fueran poco los baches y deformaciones del trazado, existe una clara deficiencia en la señalética, lo que dificulta la interpretación y orientación, incluso en las ciudades. La seguridad del turismo, en este aspecto fundamental, deja mucho que desear, y además, no parece que se vaya a resolver pronto.
Inseguridad para disfrutar de una comida en condiciones, cuando se comprueba con sorpresa que la carta que se oferta en el restaurante, generalmente del estado, no presenta todos los platos ese día, o inseguridad cuando en un establecimiento comercial no está claro el precio del artículo o servicio que se quiere comprar, bien en CUP o en CUC, la moneda que es obligatoria para el turismo. Más tarde resulta que alguien te avisa que ese mismo producto se puede comprar a mitad de precio en la economía sumergida, tras un callejón en el que varios edificios se han derrumbado.
Inseguridad al observar que el patrimonio monumental y en muchas calles las viviendas, son esqueletos a punto de caer, con avisos de las autoridades de desalojo que la población nativa, envejecida y famélica, se niega a cumplir porque no tienen a dónde ir. El estado comunista que dice que les dio educación y sanidad, es incapaz de atender sus necesidades básicas de vivienda.
Inseguridad del turista a la hora de realizar llamadas telefónicas que no sean violadas por la seguridad del estado o interferidas por la mala calidad de la cobertura existente en el país de la única compañía autorizada por el estado para el servicio.
Inseguridad al encontrarte en la “potencia médica” en la que cierto es que existen hospitales, médicos y ambulatorios por doquier, pero los tratamientos y medicinas dejan mucho que desear, y eso también genera no poca ansiedad en el caso de sufrir algún tipo de herida traumática y complicada.
Inseguridad para llegar como crucerista a algún puerto de los pocos que están preparados y descubrir que, ante la ausencia de muelles adecuados de desembarco, hay que realizar una maroma de alto riesgo para poder bajar del barco y hacer una visita a la isla.
Inseguridad al llegar al aeropuerto de Rancho Boyeros, por ejemplo, y tropezarse con aduaneros que se han convertido en policías que espían y escudriñan hasta el más mínimo detalle en los equipajes para controlar las entradas en el país, incluso de las cosas más inverosímiles. Además, unas entrevistas inquisitoriales con los oficiales de policía y unas tomas de datos e información en control de pasaportes que superan a las de cualquier otro país del mundo, lo que genera no poca ansiedad al viajero.
Inseguridad en las calles al saber que en todo momento existen personas, los delatores comunistas que acechan en los comités de defensa, y cuya misión es saber todo lo que el turista está haciendo en su calle, en qué casa se aloja, con quién ha comido, con quién ha hablado y de qué. Esa inseguridad de los tiempos de la guerra fría que en Cuba acaba convirtiéndose en una pesadilla y que muchos no perciben pero que está ahí, al servicio del régimen.
Inseguridad al encontrar que el ascensor del hotel está averiado, y nadie en recepción sabe decir cuándo volverá a funcionar, e incluso los cinco días que está alojado el turista en el establecimiento tiene que subir por las escaleras.
Inseguridad al sacar dinero de un cajero o cambiar en una cadeca, y no tener claro por qué existen dos monedas en circulación en la isla, cada una de ellas referida a sistemas económicos distintos.
Inseguridad del viajero al pararse en una esquina habanera para acceder a un servicio de taxi y descubrir que son varias las horas de espera bajo un sol tropical antes de que llegue un transporte. Inseguridad al observar que las cortinas del hotel, la alfombra y la moqueta o los muebles, rezuman de polvo y mal olor.
Inseguridad y tristeza, hasta no hace mucho tiempo, al comprobar que los cubanos nativos eran detenidos a la puerta de un hotel o restaurante al no permitir las autoridades su acceso a las zonas de los turistas. Muchos no podían comprender ese apparteid comunista en Cuba.
Y por último, y no por ello menos importante, el turista y el viajero se preguntan qué seguridad existe en un país en que los derechos humanos de los opositores y demócratas que lo único que piden para Cuba es un sistema político similar al que procede la mayoría de turistas, son reprimidos con violencia por el estado, la para policía callejera que van vestidos de paisano o los actos de repudio organizados por los comunistas.
El espectáculo de contemplar cómo un grupo de gente, vendedores cuenta propistas, o cualquiera que se atreve a cuestionar el sistema ideológico impuesto por los Castro, es zarandeado y agitado por otros, es cada vez más habitual, por desgracia, y se está convirtiendo en un lamentable foco de atracción para muchos que no entienden cómo es posible que ocurra este tipo de incidentes, que desde luego, generan inseguridad.
Contentos habrán quedado el ministro cubano de turismo Manuel Marrero y el nuevo embajador en España, Gustavo Machín por el premio que atribuye a Cuba, unos indicadores de “seguridad ciudadana” que están entre los mejores de la región. Me alegro por ellos. Este reconocimiento es otro apoyo más al régimen, que sin embargo, para el el Departamento de Estado de EE.UU, no merece tal consideración, al ubicar la seguridad en Cuba en el nivel tres (de cuatro niveles en el que el cuarto implica que lo mejor es no viajar), con la sugerencia de «reconsiderar las visitas debido a que “existen riesgos graves para su seguridad y protección”. Más o menos los que hemos descrito en este post.
No cabe duda que uno de los principales atractivos del turista para viajar es la seguridad. España que el pasado año atrajo a 82 millones lo sabe bien. Las autoridades del régimen saben que tienen que trabajar y duro si quieren llegar a unos resultados similares, equivalentes a atraer a Cuba a unos 22 millones de turistas (actualmente apenas son 4, luego la distancia es enorme y muy difícil de recorrer en las actuales condiciones). Bueno si se conforman con premios como estos, van dados.
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