Algo se mueve en el campo cubano. Para bien


Elías Amor Bravo, economista
Por suerte, en estos tiempos de pandemia, hay algo que está cambiando en Cuba. Para bien. Dos organizaciones, La Liga de Campesinos Independientes y el capítulo cubano de la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR) han lanzado la campaña "Sin Campo no hay País", con el objetivo de garantizar los alimentos que necesitan las familias cubanas y evitar así que la actual crisis sanitaria por la expansión del Covid-19 desemboque en una hambruna.
Hay que dar la más calurosa bienvenida a esta iniciativa. Las dos organizaciones llevan razón y sus demandas son correctas. Mientras Machado Ventura y demás dirigentes del régimen dedican día sí, día no a lanzar desde Granma, arengas a los trabajadores del campo para que aumenten la producción, La Liga y FLAMUR van a lo concreto y exigen al gobierno de Díaz-Canel cinco demandas bien definidas para conseguir que la producción agropecuaria llegue a todos y el bloqueo interno a la agricultura acabe definitivamente.
La propuesta llega en un momento especialmente complicado en el que conviene recordar que Cuba necesita importar el 80% de los alimentos que consume, y esto se ve dificultado por la grave escasez de recursos de la economía, de modo que, mantener el bloqueo interno a los productores privados va en contra de la justicia social y la racionalidad económica.
Más aun en la situación actual, provocada por la pandemia del Covid-19, con el agravamiento del desabastecimiento crónico del país, y las largas colas en las bodegas, poniendo en peligro la salud de la población y la imposibilidad de mantener el confinamiento.
Desde el punto de vista económico, las demandas de la Liga y FLAMUR son correctas e inciden en la problemática del sector, lo que impide su productividad y eficiencia.
Por ejemplo, se pide libertad para la producción y distribución de los productos. Esto es absolutamente necesario y cuestiona, de forma notable, el sistema actual de arrendamientos de la tierra, que condiciona, limita y regula desde el tamaño de las parcelas a la decisión libre sobre qué producir y cuánto. Es bueno que estas decisiones no estén en manos de los burócratas de turno, sino de los guajiros.
Segundo, se pide libertad para fijar los precios de los productos agropecuarios de acuerdo al mercado, y no condicionados por acopio y su monopolio en la distribución que acaba provocando el desinterés de los productores y el abandono en campo de las cosechas. El mercado debe regir la formación de precios, cuanta menos intervención estatal (precios topados) mejor para todos.
Y tercero, se pide algo absolutamente necesario, que es la libertad para importar y exportar directamente los medios de producción, insumos y, fertilizantes o abonos. "incluso de Estados Unidos, donde está comprobado que sus leyes no lo impiden, por la condición de campesinos independientes”. Este sería un paso fundamental para aumentar la productividad y asentar la sostenibilidad de las explotaciones, además de una vía para atraer el capital extranjero al sector agropecuario cubano.
Otra demanda ha sido la eliminación por diez años de “todos los impuestos a productores y procesadores de alimentos" y la entrega de "títulos de propiedad permanentes a todos los productores agrícolas." Las dos plenamente justificadas y necesarias para dar viabilidad, estabilidad y reconocimiento jurídico a los resultados del trabajo.
Hacen bien la Liga y FLAMUR de reivindicar los servicios de los vendedores y carretilleros urbanos, por su capacidad para dar servicio a todos los clientes. No deja de ser importante que pongan en valor el trabajo de estos valientes profesionales por cuenta propia, que acercan la producción a los clientes que no tienen fácil acceso a las bodegas o mercados. En cambio, el régimen los persigue y acosa, con su horda de inspectores y policías, utilizando los instrumentos de represión y control del sistema social comunista, como acopio, las delaciones, las confiscaciones de género y las detenciones policiales.
La nota hace referencia a las reformas del Doi Moi de Vietnam, que permitieron a los campesinos de aquel país superar las hambrunas y faltas de producción para convertirse en una potencia exportadora en Asia del principal producto de la dieta en aquella zona, el arroz. En Cuba, el Doi Moi podría ser la solución, pero la transferencia de derechos de propiedad que exige a sector privado choca con los postulados ideológicos del régimen, y no parece viable.
Y lo que es más importante aún, no existe obstáculo alguno para que los agricultores independientes puedan tener relaciones comerciales y económicas con Estados Unidos al margen del régimen político. Nada lo impide, salvo las autoridades, que no desean ese marco alejado de su control. Las dos organizaciones citan lo ocurrido en su día con la empresa Nestlé, cuando quiso comprar directamente café en 2016 a los productores cubanos, siendo autorizada para ello por el gobierno de Estados Unidos. En aquel momento, el régimen cubano prohibió internamente la operación, obligando a la ANAP a asumir públicamente el rechazo de la oferta, sin consultar a los productores su criterio, con la pérdida de ingresos consiguiente.
Las demandas de estas dos asociaciones confirman que en Cuba algo se está moviendo. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones en este Blog, nada será igual después de la pandemia, y el régimen social comunista lo sabe. En el ámbito de la agricultura, hay mucho que hacer para acabar con el bloqueo interno. Organizaciones independientes y libres, como La Liga y FLAMUR pueden ayudar, y mucho, a encontrar el camino correcto. Yo si fuera Machado Ventura, los escucharía atentamente. Ese puede ser un buen comienzo.

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