Las tesis de Moratinos y el futuro de la democracia en Cuba

Elías Amor

Ya se puede hablar de la “estrategia Moratinos” con el régimen castrista. Las cartas están encima de la mesa. Es más, cabe suponer que el presidente Zapatero conoce y aprueba también esta posición que consiste, en esencia, en “proseguir el contacto con la disidencia interna cubana, siempre que esto no interfiera en el diálogo con La Habana”, se supone, con los hermanos Castro.

Esta estrategia ha sido expuesta por el ministro socialista ante la Comisión de asuntos exteriores del Senado español, que aprovechó la ocasión para interpretar que su postura es la misma que la defendida por la Unión Europea, y más recientemente por Estados Unidos, a la vez que acusó al PP de inclinarse por una política de aislamiento y sanciones con La Habana.

Lamentable espectáculo el del ministro socialista, que muestra una memoria histórica muy reducida.

Por desgracia, España atravesó un período de ausencia de libertades durante el largo mandato del general Franco. Quizás Moratinos haya perdido la memoria, o no quiera utilizarla a propósito, pero en aquellas fechas, cuando se aproximaba el final del régimen y el dictador se encontraba enfermo y aislado, todos los países europeos mantenían una actitud de aislamiento, crítica y marginación a España. Esta actitud sirvió para que los que luchaban en el interior del país por la democracia y las libertades, desde una represión sin paliativos, sintieran la solidaridad del exterior, el apoyo de los países democráticos a su causa, y emprendieran con más vigor las tareas de construcción de las libertades. Los que tuvimos la oportunidad de vivir aquella etapa histórica, sabemos que cada vez que, por ejemplo, Olof Palme atacaba al franquismo y proponía manifestaciones de protesta contra el régimen, nos sentíamos reconfortados y luchábamos con más intensidad para conquistar la democracia que finalmente llegó a nuestro país.

Y si se traslada la historia al presente, qué es lo que podemos observar en la estrategia Moratinos con la dictadura de los Castro.

En esencia, que es justo lo contrario.

Primero, que conviene no molestar a los dictadores. La prioridad es dialogar con ellos a toda costa, incluso aunque se deje a un lado a los disidentes, a los presos políticos, a las organizaciones opositoras que aspiran a tener en Cuba un sistema democrático como el español. No hay que molestar a la dirigencia política del país, sino que es preciso atender todas sus quejas, demandas y exigencias, situando a la democracia española a los pies de un régimen que cercena las libertades y los derechos humanos. Grave error. Los que construyan en Cuba una democracia a la desaparición de este período lamentable de la historia, no van a tener especial simpatía por las tesis de Moratinos, y eso siempre tiene consecuencias negativas en el marco de las relaciones diplomáticas. Más aun, en el presente, cada vez que Moratinos expone su visión hacia Cuba, los que están luchando contra el régimen dictatorial se tienen que sentir abandonados, sin fuerzas y desmotivados, por carecer del apoyo de la España socialista de Zapatero. Que con ello se pretende defender los intereses de las empresas españolas radicadas en Cuba: lo dudo. Las dificultades económicas, logísticas, financieras, de recursos humanos, de mercado que muchas de estas empresas siguen teniendo después de 15 años de relaciones comerciales, no se resuelven con esta actitud claudicante hacia los dictadores. Ni siquiera la idea, en principio difícil de vislumbrar actualmente, de que la transición a la democracia en Cuba la hará alguien perteneciente al conglomerado militar, policial y burocrático del castrismo, justifica este servilismo político, que deja a un lado a lo mejor de la sociedad cubana, a los más brillantes, a los que han sabido marcar distancias con la uniformidad asfixiante del marxismo leninismo, y luchan por conseguir una democracia libre en la Isla.

Segundo, según la tesis Moratinos, nada de aislamiento ni reivindicación democrática para Cuba. Los cubanos tendrán lo que sea, y lo mejor es no inmiscuirse en su dinámica interna. Precisamente como la Unión Europea y Estados Unidos hacen lo mismo que nosotros ahora, estamos en buen camino. Falso. Estados Unidos, ha dejado bien claro que el régimen tiene que dar muestras en materia de libertades y respeto a los derechos humanos, si quiere que mejoren las condiciones. En la Unión Europea, existen múltiples sensibilidades, y ya no cabe hablar de una posición común. En cualquier caso, es difícil que se establezca una coalición de sensibilidades favorables con la dictadura en el exterior, porque son demasiados años volviendo la espalda a la realidad y dando muestras más que suficientes de no querer avanzar en las libertades democráticas.

Tercero, porque considero que la amplia mayoría de la sociedad española no puede estar de acuerdo con las tesis de Moratinos para el castrismo. Desde hace años, Fidel Castro, Raúl, todo su aparato propagandístico carecen de atractivo para la amplia mayoría de los españoles. Los mensajes que tratan de convencer a fracciones y segmentos muy reducidos de la sociedad, se quedan en un escaso impacto mediático. Los grandes medios de comunicación social de prensa, radio y televisión, aportan una imagen real de lo que sucede en Cuba, y el sentimiento generalizado de los españoles es una mezcla entre incapacidad, lástima y desespero hacia el régimen de los Castro. Creo que la tesis de Moratinos no tiene apoyo en la sociedad española, y que no es otra cosa que una línea política del PSOE para atraer a una franja de electores de izquierda militante, cada vez más escasa, pero con capacidad de persuasión, y que se concreta en la práctica extinción de la coalición IU en las últimas encuestas.

Visto en estos términos, creo que es un grave error intentar sacar provecho a una oportunidad interna electoralista para mantener una línea política hacia una dictadura que se encuentra en fase terminal, como dijo Hillary Clinton.

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