Dinero en saco roto

Economía, tomado de Cubaencuentro, 16 de abril 2009

Dinero en saco roto
El sistema no está preparado para aprovechar los recursos procedentes de las remesas.
Elías Amor Bravo, Valencia


El presidente Barack Obama ha anunciado el fin de una parte importante de las restricciones a las remesas que los cubanos residentes en Estados Unidos pueden enviar a sus familias en la Isla. Según las previsiones, esto hará que la cantidad de dinero que llega a Cuba por ese concepto pase del nivel actual, de unos 800 millones de dólares al año, a más del doble de esa cifra. La magnitud es relevante, si se compara con cualquiera de los indicadores básicos de la economía cubana.
Un estudioso del impacto de las remesas de los trabajadores en el exterior en la economía de España ha identificado seis efectos benéficos de las mismas (José R. García López: Las remesas de emigrantes, factor de desarrollo, Universidad de Oviedo).
1- Multiplican el capital disponible y su eventual aplicación en la promoción o financiación de proyectos industriales y comerciales.
2- Incrementan la demanda efectiva, impulsando la actividad económica y mejoras en la alimentación, cancelación de deudas, adquisición o reparación de vivienda, fincas, medios de producción, etc.
3- Lubrifican las relaciones económicas, inyectando una poderosa corriente de liquidez que estimula la demanda para consumo e inversión.
4- Contribuyen a la mejora de la balanza de pagos.
5- Impulsan el desarrollo del sistema bancario.
6- Contribuyen a aumentar las dotaciones de capital asistencial, educativo, sanitario, cultural y los equipamientos locales.
¿Cabe esperar estos mismos efectos benéficos sobre la economía de Cuba? ¿Qué capital disponible se va a multiplicar en un país en el que las disposiciones constitucionales y legales penalizan el ejercicio del derecho de propiedad, la acumulación y el beneficio, que son agentes del desarrollo económico y social?
La particularidad cubana
Es improbable que las familias cubanas residentes en la Isla puedan canalizar las remesas hacia proyectos empresariales comerciales, industriales o de servicios, en medio del control centralizado del sistema económico por parte del Partido Comunista y del modelo marxista estalinista imperante en la dirección de la economía. Si la base fundamental sobre la que se asienta el éxito del modelo falla, los posibles efectos benéficos directos del mismo son dudosos.
Si las remesas pudieran ser utilizadas para la puesta en marcha de iniciativas privadas empresariales, se podría ir construyendo una red básica que permitiera superar la tradicional falta de productividad de la economía cubana y devolverla a la realidad del mercado. Pero Raúl Castro difícilmente aceptará algo así.
Puede producirse un aumento a corto plazo de la demanda efectiva, sobre todo de consumo privado, que atenúe las carencias y necesidades de la población. Más compra de víveres, electrodomésticos —en la medida que se autorice su venta—, pernoctaciones en hoteles, comidas en restaurantes, etc. Pero, en este caso, las remesas van a generar un efecto perverso sobre la estructura social, ya que sólo aquellos que tienen familiares en el exterior, y por tanto, los más críticos con el sistema implantado por los hermanos Castro, serán los que vean aumentada su capacidad de consumo y gasto. En tanto, aquellos ciudadanos que han permanecido fieles al modelo y a la revolución se van a encontrar con el mismo límite y racionamiento de gasto de los últimos 48 años. Las diferencias sociales en el paraíso de la igualdad se acrecentarán.
Por otra parte, a medida que las remesas inyecten liquidez en la economía y no se controle de forma eficaz la política monetaria por el Banco Central, el resultado previsible será más inflación a corto plazo. Los precios irán en aumento, como lógica reacción a la demanda, y los castigos a los "especuladores" volverán a ser la reacción del gobierno, como sucedió después de los efectos devastadores de los ciclones.
En ausencia de una economía de mercado interrelacionada, generadora de renta y riqueza, que se extienda a todos los sectores y actividades productivas, las remesas no van a contribuir a "lubricar" las relaciones económicas en Cuba, ni mucho menos a estimular de forma ordenada consumo e inversión.
Del sistema bancario y financiero cubano no se debe esperar mucho. Se trata de un mecanismo de caja única de captación de recursos y de canalización y control de excedentes, que muy poco tiene que ver con los sistemas y prácticas imperantes en otros países del mundo, y que tendrá que experimentar cambios relevantes para adaptarse a los nuevos tiempos.
No existen cajas de ahorros ni cooperativas de crédito independientes, que pudieran romper el monopolio que ejerce el poder central sobre los ahorros y depósitos, y la banca extranjera se limita a cooperar con los inversionistas de otros países, facilitar medios de pago a los turistas, y poco más.
Tampoco es probable que los cubanos residentes en el exterior puedan contribuir a la mejora directa de equipamientos educativos, culturales o sociales de las localidades, pese a la evidente necesidad de los mismos. Bastaría pensar qué tipo de reacción tendrían los Castro si parte de las remesas se destinaran, por ejemplo, a aumentar el número de bibliotecas independientes existentes o los títulos a disposición de los cubanos, e incluso de la creación de una red de cibercafés autónomos para el acceso libre y no controlado a internet.
Por lo tanto, el único efecto que puede esperarse de las remesas será técnico y en términos de balanza de pagos, cuya mejora será evidente, al propiciar un mecanismo de cierre al desequilibrado comercio exterior de la Isla.
Conocida es la incapacidad de la economía cubana para producir, con el modelo actual, suficientes bienes y servicios exportables para compensar las importaciones.
En ausencia de la subvención soviética, y con los ingresos petroleros del venezolano Hugo Chávez en descenso como consecuencia de la bajada de los precios del petróleo, las remesas podrían suministrar los fondos que necesita el gobierno cubano para evitar saldos negativos en la balanza de pagos que arrojen más desconfianza e incertidumbre sobre la economía.
Sin embargo, un saldo positivo en la balanza de pagos no sería la posición más adecuada para una economía en déficit estructural; esto presionará la moneda convertible generando tensiones en su control cambiario.
En suma, en ausencia de cambios estructurales relevantes (propiedad privada y economía de mercado), las remesas procedentes de Estados Unidos y la liberalización parcial de los intercambios van a suponer problemas macroeconómicos para los que el régimen no está preparado e incrementarán las tensiones sociales.

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