¿Qué falló?¿Qué hicimos mal?¿Donde nos equivocamos? Respuesta a tres sencillas preguntas
Elías Amor
La cosa
se debe estar poniendo bien fea cuando en una reciente reunión del Consejo de
Ministros ampliado presidida por Raúl Castro Ruz se lanzaron afirmaciones del
estilo de “No podemos convivir con la impunidad”. En estos términos se proclama
un artículo publicado en el diario oficial del régimen Granma, al que hago referencia en esta crónica.
En dicha
reunión se prestó atención a una agenda repleta de temas conflictivos, como los
procesos de reducción en el número de Organismos de la Administración Central
del Estado, el grave problema de la vivienda, el denominado “perfeccionamiento de los ministerios de Finanzas
y Precios y de Trabajo y Seguridad Social”, la transformación del Ministerio de
la Industria Básica (MINBAS) en el Ministerio de Energía y Minas, o la creación
del Ministerio de Industrias; también al estado de la educación, con graves
dificultades para asegurar la cobertura de la oferta, o la evaluación realizada
por la Contraloría General de la República respecto al Ministerio de la
Construcción (MICONS).
Pero, por
si no fuera poco la relevancia de los temas tratados el consejo de ministros ampliado
prestó atención a los resultados de una investigación desarrollada por la
Fiscalía General y el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) al
proyecto de construcción del acueducto del municipio de Manzanillo en Granma,
cuya ejecución se inició en el año 2002. Este es el asunto que nos interesa más en este
artículo.
En dicha
investigación se ha señalado que, a pesar de dar por concluida la inversión en
el 2005, entre los años 2007 y 2011 se asumieron gastos adicionales superiores
a los 2 millones de CUP para solucionar las deficiencias del proceso
inversionista y las irregularidades detectadas en el funcionamiento del
acueducto.
¿Sobrecostes a la vista?
Según
Granma “la investigación demostró que no se realizó una adecuada preparación de
la inversión, la cual no tuvo un proyecto integral, confeccionándose los
proyectos por objetos de obra en la medida en que iban a ejecutarse”. Bueno, si el estado es el único responsable de todo este proceso, es evidente que ya está identificado el actor.
Y añade
textualmente lo que parece más grave por cuanto puede acabar siendo un problema
de orden público, “se identificaron violaciones de las medidas de protección
establecidas para minimizar los posibles impactos sobre la calidad del agua, lo
cual, además de los posibles riesgos para la población, evidenció el
incumplimiento de las disposiciones de Planificación Física”.
Y los
cuchillos salieron del cajón, anunciándose “medidas administrativas,
disciplinarias y jurídico-penales a adoptar con los responsables de las
violaciones e ineficiencias detectadas”.
Lo más
significativo es que la catarsis en relación con este turbio asunto de las
inversiones hidráulicas provocó la intervención del mismo Raúl Castro, poco
dado a este tipo de actuaciones, llamando “a tomar experiencia de los errores
cometidos y la importancia estratégica de todas las inversiones que se realizan
hoy para aprovechar la disponibilidad de agua”, para terminar afirmando lo más
sorprendente, “como este hay cientos de casos en el país”, e insistió en que
“ninguno de estos hechos puede quedar impune, pues no podemos convivir con la
impunidad”.
Un viejo
refrán castellano dice que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. El régimen sostiene que este tipo de sucesos
se pueden resolver con el “trinomio de oro”, con el sota, caballo y rey del “manual
del buen revolucionario” que se contiene en los “Lineamientos”, y que son “orden, disciplina y exigencia”.
“No vamos
a permitir que se cometan una y otra vez los mismos errores” dijo Raúl Castro y
luego se preguntó: ¿Qué falló? ¿Qué hicimos mal? ¿Dónde nos equivocamos? Cuestiones que tienen una respuesta tan fácil
que parece mentira que se tengan que reflexionar en los consejos de ministros y
de estado del régimen. Preguntas sobre las que, seguramente, ninguno de los asistentes se atrevió a decir ni pío.
¿Qué
falló? Respuesta: la elección de un modelo económico ineficiente y absurdo para
el control político de una economía dinámica y competitiva, convertida por obra
y gracia de esa elección carente de toda legitimidad democrática en un
auténtico caos. Y sobre todo, que no se haya renunciado hace más de treinta
años a ese modelo en el momento en que las condiciones lo permitieron.
¿Qué
hicimos mal? Respuesta: todo, absolutamente todo. Suprimir la propiedad privada
como elemento regulador de los derechos de los individuos, condenar a los
ciudadanos a una existencia basada en la obediencia y la consigna ideológica,
romper con los principios de mérito, esfuerzo, trabajo y recompensa, valores
esenciales para el individuo. Todo eso alejó y destruyó los cimientos de la
sociedad civil en Cuba empujando al exilio a más de dos millones de habitantes
en búsqueda de una vida mejor y libre.
¿Dónde
nos equivocamos? Respuesta: desde el 1 de enero de 1959, cuando se cometió el
latrocinio de trastocar lo que había sido el marco evolutivo de la economía de
la República desde su nacimiento en 1902. Ha habido muchas equivocaciones
después, que han ido acumulando el daño cometido inicialmente, y muy pocos
aciertos, casi ninguno. Los llamados “logros de la revolución” se podrían haber
conseguido igualmente con un modelo de economía mixta más competitiva y eficaz.
Y como
conclusión, un pronóstico. Los problemas van a continuar, van a ser cada vez
más graves y no habrá solución dentro del modelo porque la actualización del
socialismo castrista es imposible y no tiene referente alguno en la historia.
Más vale poner en orden las cosas antes de que sea demasiado tarde. Con este
tipo de reflexiones, desde luego, no se va a ningún sitio. Dejamos para otra
ocasión el análisis de los incumplimientos en la zafra azucarera.
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