Lo que puede ocurrir en Cuba si Chávez pierde las elecciones
Elías Amor Bravo, Economista ULC
Una de las preocupaciones más importantes de las autoridades castristas en La Habana es el resultado de las elecciones en Venezuela que se celebran el próximo mes de octubre.
Actualmente, las encuestas apuntan a una situación de práctico empate entre Capriles y Chávez, lo que implica que, en contextos similares, cabe esperar una elevada participación de electores, siendo realmente muy difícil predecir el resultado.
En La Habana prefieren la victoria de Chávez. De alguna manera, es la continuidad, con ciertos cambios, del actual statu quo. Ganar tiempo y evitar las reformas que deben producir la transformación democrática de Cuba. Más de lo mismo.
Pero, si Chávez pierde las elecciones y se produce el cambio en Venezuela, las perspectivas del régimen castrista se vuelven especialmente lúgubres. Algunos cambios pueden suponer un duro golpe a la estabilidad del régimen y la necesidad de afrontar un escenario especialmente complicado y novedoso, para el que se han estado dando tímidos pasos en los últimos años. Varias razones apuntan a que debe ser así.
Primero, la reducción de las subvenciones del petróleo, e incluso su desaparición, tal y como se ha planeado por Capriles, privará al régimen castrista de recursos que tendrá que comprar a precios mundiales, con lo que eso supone de aumento del déficit exterior y necesidad de financiación. Ante la insuficiencia e improductividad del sector externo de la economía castrista, cabe esperar racionamiento energético y un dramático retorno a los apagones. Además, algunos estudios señalan que el petróleo venezolano es un instrumento financiero equivalente a la subvención soviética que permitió al régimen rechazar cualquier planteamiento económico racional y concentrar todos los recursos en la subversión internacional, el despilfarro y la desestructuración de la economía. La pérdida del petróleo supondrá un duro golpe para el régimen.
Segundo, el retorno a Cuba de más de 20.000 “expertos” que viven en Venezuela y otros países del Alba, protegidos por los acuerdos de pajarera de Chávez y Castro, muy similares a los del antiguo CAME soviético, como si se tratase de una reliquia de la guerra fría. Ya han existido experiencias similares en la larga historia del régimen castrista, y cuando se han producido estos procesos, aparecen problemas en el horizonte. Basta recordar el retorno de los ejércitos que lucharon en las guerras del cono africano, y cómo todo acabó con los fusilamientos del general Ochoa. El regreso de los “profesionales” a Cuba puede tener consecuencias muy importantes en términos de malestar social, deterioro de las condiciones económicas internas y pérdidas de rentas de situación, lo que supondrá un aumento del nivel de contestación social existente en la Isla.
Tercero, el punto y final a la aventura del Alba, que previsiblemente acordará Capriles, debe suponer para el régimen castrista un duro golpe de moral, con el cierre de la operativa internacional propagandística, su capacidad para transmitir la ideología comunista a otros países, y crear elementos de división social basados en el odio enfermizo que transmite el castrismo desde sus orígenes. Cerrada definitivamente la puerta a las aventuras castristas en el exterior, y sin referentes ideológicos estimulantes, Raúl Castro se encontrará en una difícil situación para afrontar las exigencias de los sectores más duros y radicales del régimen, empeñados en esa labor internacionalista que previsiblemente tocará a su fin.
Cuarto, el nivel de renta interno de muchas familias cubanas se vendrá abajo. Es decir, empobrecimiento real. La pérdida de los empleos de los “profesionales” que trabajan en el extranjero impedirá el envío sistemático de remesas que permiten a hijos, esposas, padres, acceder a unos niveles de consumo artificiales en las tiendas en divisas y moneda fuerte, y con ello el retorno a los índices tradicionales de escasez que generan tanta contestación interna en la Isla en aquellos sectores que ya han tenido acceso a esas ventajas.
Quinto, la cúpula de poder que dirige el país se quebrará. Las divisiones entre los sectores duros y los partidarios de una mayor apertura se decantará a favor de estos últimos, ante la urgente necesidad de localizar fuentes de financiación que sustituyan el petróleo venezolano. El problema es que la eterna presión que ejercen los primeros, no da tiempo suficiente para reaccionar ante el lúgubre escenario que se avecina.
Si la ventaja del sector aperturista se produjese finalmente la situación política en la Isla puede generar un espacio absolutamente novedoso para la apertura, la incorporación de innovaciones políticas y sociales, como la autorización a emigrar y entrar y salir del país, espacios mayores para la actividad de la Iglesia, e incluso, decisiones estructurales en materia económica e institucional, entre las que se podría pensar en alguna iniciativa en materia de prensa libre.
Hay que tener en cuenta que los sectores duros de la dirigencia política castrista se encuentran envejecidos, carecen de apoyo en las organizaciones de masas y en las instituciones del poder popular, y en ausencia de Fidel Castro de la escena política, Raúl se puede encontrar con una mayor facilidad para dar la vuelta al calcetín.
Por supuesto que ello no supone la instauración democrática en la Isla, la convocatoria de elecciones libres y la vía hacia el pluripartidismo y la transición, pero la desaparición del apoyo de Venezuela puede llevar a la situación política e institucional de Cuba a un escenario muy similar al de finales del período especial, cuando el régimen se encontró con la necesidad de impulsar medidas liberalizadoras desconocidas hasta entonces, que precisamente fueron eliminadas tan pronto como empezó a llegar el petróleo de Venezuela. Ese zigzag de la historia no deja de ser un fenómeno curioso, al haberse perdido un tiempo precioso para impulsar cambios reales en el régimen.
Tomado de Unión Liberal Cubana, Septiembre 15, 2012
Una de las preocupaciones más importantes de las autoridades castristas en La Habana es el resultado de las elecciones en Venezuela que se celebran el próximo mes de octubre.
Actualmente, las encuestas apuntan a una situación de práctico empate entre Capriles y Chávez, lo que implica que, en contextos similares, cabe esperar una elevada participación de electores, siendo realmente muy difícil predecir el resultado.
En La Habana prefieren la victoria de Chávez. De alguna manera, es la continuidad, con ciertos cambios, del actual statu quo. Ganar tiempo y evitar las reformas que deben producir la transformación democrática de Cuba. Más de lo mismo.
Pero, si Chávez pierde las elecciones y se produce el cambio en Venezuela, las perspectivas del régimen castrista se vuelven especialmente lúgubres. Algunos cambios pueden suponer un duro golpe a la estabilidad del régimen y la necesidad de afrontar un escenario especialmente complicado y novedoso, para el que se han estado dando tímidos pasos en los últimos años. Varias razones apuntan a que debe ser así.
Primero, la reducción de las subvenciones del petróleo, e incluso su desaparición, tal y como se ha planeado por Capriles, privará al régimen castrista de recursos que tendrá que comprar a precios mundiales, con lo que eso supone de aumento del déficit exterior y necesidad de financiación. Ante la insuficiencia e improductividad del sector externo de la economía castrista, cabe esperar racionamiento energético y un dramático retorno a los apagones. Además, algunos estudios señalan que el petróleo venezolano es un instrumento financiero equivalente a la subvención soviética que permitió al régimen rechazar cualquier planteamiento económico racional y concentrar todos los recursos en la subversión internacional, el despilfarro y la desestructuración de la economía. La pérdida del petróleo supondrá un duro golpe para el régimen.
Segundo, el retorno a Cuba de más de 20.000 “expertos” que viven en Venezuela y otros países del Alba, protegidos por los acuerdos de pajarera de Chávez y Castro, muy similares a los del antiguo CAME soviético, como si se tratase de una reliquia de la guerra fría. Ya han existido experiencias similares en la larga historia del régimen castrista, y cuando se han producido estos procesos, aparecen problemas en el horizonte. Basta recordar el retorno de los ejércitos que lucharon en las guerras del cono africano, y cómo todo acabó con los fusilamientos del general Ochoa. El regreso de los “profesionales” a Cuba puede tener consecuencias muy importantes en términos de malestar social, deterioro de las condiciones económicas internas y pérdidas de rentas de situación, lo que supondrá un aumento del nivel de contestación social existente en la Isla.
Tercero, el punto y final a la aventura del Alba, que previsiblemente acordará Capriles, debe suponer para el régimen castrista un duro golpe de moral, con el cierre de la operativa internacional propagandística, su capacidad para transmitir la ideología comunista a otros países, y crear elementos de división social basados en el odio enfermizo que transmite el castrismo desde sus orígenes. Cerrada definitivamente la puerta a las aventuras castristas en el exterior, y sin referentes ideológicos estimulantes, Raúl Castro se encontrará en una difícil situación para afrontar las exigencias de los sectores más duros y radicales del régimen, empeñados en esa labor internacionalista que previsiblemente tocará a su fin.
Cuarto, el nivel de renta interno de muchas familias cubanas se vendrá abajo. Es decir, empobrecimiento real. La pérdida de los empleos de los “profesionales” que trabajan en el extranjero impedirá el envío sistemático de remesas que permiten a hijos, esposas, padres, acceder a unos niveles de consumo artificiales en las tiendas en divisas y moneda fuerte, y con ello el retorno a los índices tradicionales de escasez que generan tanta contestación interna en la Isla en aquellos sectores que ya han tenido acceso a esas ventajas.
Quinto, la cúpula de poder que dirige el país se quebrará. Las divisiones entre los sectores duros y los partidarios de una mayor apertura se decantará a favor de estos últimos, ante la urgente necesidad de localizar fuentes de financiación que sustituyan el petróleo venezolano. El problema es que la eterna presión que ejercen los primeros, no da tiempo suficiente para reaccionar ante el lúgubre escenario que se avecina.
Si la ventaja del sector aperturista se produjese finalmente la situación política en la Isla puede generar un espacio absolutamente novedoso para la apertura, la incorporación de innovaciones políticas y sociales, como la autorización a emigrar y entrar y salir del país, espacios mayores para la actividad de la Iglesia, e incluso, decisiones estructurales en materia económica e institucional, entre las que se podría pensar en alguna iniciativa en materia de prensa libre.
Hay que tener en cuenta que los sectores duros de la dirigencia política castrista se encuentran envejecidos, carecen de apoyo en las organizaciones de masas y en las instituciones del poder popular, y en ausencia de Fidel Castro de la escena política, Raúl se puede encontrar con una mayor facilidad para dar la vuelta al calcetín.
Por supuesto que ello no supone la instauración democrática en la Isla, la convocatoria de elecciones libres y la vía hacia el pluripartidismo y la transición, pero la desaparición del apoyo de Venezuela puede llevar a la situación política e institucional de Cuba a un escenario muy similar al de finales del período especial, cuando el régimen se encontró con la necesidad de impulsar medidas liberalizadoras desconocidas hasta entonces, que precisamente fueron eliminadas tan pronto como empezó a llegar el petróleo de Venezuela. Ese zigzag de la historia no deja de ser un fenómeno curioso, al haberse perdido un tiempo precioso para impulsar cambios reales en el régimen.
Tomado de Unión Liberal Cubana, Septiembre 15, 2012
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