¿Es posible liberar a la economía castrista de trabas y ataduras?



Elías Amor Bravo, economista

En la reunión del Consejo de Ministros realizada en el día de ayer, presidida por Raúl Castro, éste pronunció una frase que no tiene desperdicio.

Cito textualmente, “todo lo que hagamos para eliminar trabas y ataduras a las fuerzas productivas resulta vital”, para añadir más tarde, que “de ahí la importancia de evaluar integralmente y en detalle, las decisiones que pretendamos adoptar. Tener en cuenta los errores cometidos, nos permitirá no volver a incurrir en ellos".

Me propongo dedicar este artículo al análisis de estos enunciados.

Por supuesto que la economía castrista necesita eliminar cuanto antes las “trabas y ataduras” a las fuerzas productivas, que han sido creadas durante medio siglo de modelo económico fracasado, dominado por la ideología comunista estalinista. Ni siquiera la destrucción del muro de Berlín vino a cuestionar el armazón detrás del que se encuentra la auténtica realidad del “embargo” o “bloqueo” que la propaganda castrista ha utilizado frente a EEUU durante cinco décadas. Ignorando que su tiempo había acabado, el régimen simplemente miró hacia otro lado, como si aquellos cambios no le afectasen.

Las ataduras del sistema castrista tienen su origen en esa percepción de la economía como un instrumento al servicio del poder político e ideológico, reforzando el poder totalitario del régimen ideado por Fidel Castro. Ataduras que impiden el ejercicio de las libertades económicas básicas, de los derechos humanos económicos que se pueden ejercer en cualquier sistema aceptado en la mayoría de países. Con esas férreas ataduras, el castrismo elimina el carácter emprendedor de los cubanos, los somete al poder político y ejerce una presión asfixiante que para algunos ciudadanos, supone el exilio, la emigración o la huida del país.

El nuevo modelo económico que propone el castrismo, bajo la dirección de Raúl Castro, contenido en los llamados “lineamientos” no es ni más ni menos que una extensión y posible suavización de las trabas y ataduras, pero en modo alguno supone su necesaria eliminación. No es objetivo de la casta familiar que dirige a los 11 millones de cubanos alterar un statuo quo que le ha resultado muy favorable, y que se pretende proyectar hacia el futuro con la denominación de “actualización del socialismo”.

Hasta ahora, esa “actualización” ha consistido, en esencia, en fortalecer un conglomerado de empresas vinculadas a poderosos intereses militares y de la seguridad del estado, que ejercen sus actividades en régimen de monopolio o cuasi capitalismo de estado. Junto a ellas, se mantiene el aparato de ineficiencia productiva instalado en las empresas estatales y del sector presupuestado, en las UBPCS y granjas colectivas, e incluso en buena parte del sector cooperativo, dominado por las élites locales del partido único. Por último, los nuevos trabajadores por cuenta propia, agricultores con tierras en arrendamiento y demás, se convierten en el último recurso sobre el que obtener ingresos para financiar el despilfarro del sistema comunista.

Con esa descripción, ¿cuáles son las trabas y ataduras a eliminar? Pero, además, ¿puede tener algún interés Raúl Castro en liberar nada?

Vamos a sugerir algunas propuestas.

Primero, libertad económica. Supresión de la planificación central comunista por el mercado y los precios como instrumento de asignación de recursos en todas las actividades de la economía.

Segundo, reconocimiento de un marco jurídico estable y previsible para los derechos de propiedad de todos los cubanos. Con ello, acometer en profundidad una nueva regulación de la actividad estatal, similar a la existente en otros países de economía mixta.

Tercero. Libertad de empresa, de beneficios, de acumulación y ahorro e inversión privados. Autorización de la banca privada y de negocios para la creación de un sistema financiero moderno y eficiente.

Cuarto. Reducción drástica del aparato improductivo estatal, eliminación de organizaciones de masas del partido único y de organismos presupuestados. Reducción del gasto público para situarlo en el entorno del 30% del PIB.

Quinto. Convocatoria de elecciones democráticas, pluralismo político, libertad de prensa y respeto absoluto a los derechos humanos de todos los cubanos. Diálogo y concertación social como ejes de las políticas económicas.

Este es mi modesto consejo para eliminar trabas y ataduras, que hagan a la economía productiva funcionar. La economía cubana en los primeros 59 años del siglo XX mostró ser competitiva, productiva y eficiente, bajo unas reglas muy similares a las que propongo en este artículo. No hay que descubrir nada nuevo. Tampoco veo necesario proceder a evaluar integralmente este tipo de decisiones que, por otra parte, ya han mostrado que funcionan correctamente en otros países del mundo, sobre todo, en los antiguos países del este de Europa, y más reciente, en Vietnam o China, aliados del castrismo que han probado con suerte las recetas expuestas. Esa obsesión por evaluar y probar es otro ejemplo de la pérdida de tiempo irreparable que se está produciendo en la superación de los graves problemas de la economía castrista.

Creo que Raúl Castro tiene ante sí una oportunidad histórica para cambiar la economía que le dejó su hermano en 2006. Han pasado seis años, y los cambios introducidos dejan a muy pocos satisfechos de los resultados. Ahí están sus propias declaraciones.

En estos seis años la economía castrista debería haber experimentado cambios mucho más intensos, y crecer en su PIB a tasas superiores a un 5% anual para alcanzar los niveles preexistentes antes del derrumbe del muro de Berlín. No ha sido así. Por el contrario, mientras que América Latina se ha visto inmersa en una onda de crecimiento y acumulación sin precedentes, la economía castrista ha experimentado tasas medias, muy mediocres, de poco más de un 2% en dicho período.

Las recetas no están dando los resultados, y si no se produce el efecto esperado, es porque la medicina se está aplicando con lentitud, mediocridad, miedo, recelos y una carga ideológica absurda que lleva a los cubanos a exasperarse ante tanta vacilación y duda.





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