Tendencias de futuro de la economía castrista: malos presagios

Elías Amor Bravo, economista

Cuando me preguntan por el futuro de la economía castrista, no puedo menos que cuestionar el modelo planteado en los llamados “Lineamientos”. Básicamente, porque los problemas de fondo, los que realmente son fundamentales para que los agentes económicos vuelvan a operar en condiciones normales, ni siquiera se plantean. No sirve. Pero hay más.

El crecimiento futuro de las economías, en general, ha sido analizado por Ravi Menon, primer ejecutivo de la Autoridad Monetaria de Singapur, el pasado 6 de noviembre en una conferencia que ha sido recogida por los observadores y analistas.

Esta conferencia se puede calificar como uno de los mejores resúmenes sobre la realidad económica mundial en la actualidad y las tendencias de fondo que debe hacer frente en el futuro. Un documento de apenas tres folios en el que se presenta de forma sencilla, pero correcta, cuáles son las fuerzas globales que condicionan las economías de los distintos países, incluida la castrista, que ha jugado tradicionalmente la baza del aislamiento, el bloqueo o el embargo, para marcar sus diferencias con el resto del mundo.

De acuerdo con Menon, son cuatro los factores a destacar:

Reducción del nivel de endeudamiento, tanto en los mercados desarrollados como en los emergentes. Cualquier retraso en el proceso hace que la deuda pública aplaste a la privada, y con ello las bases del crecimiento económico a largo plazo. En la economía castrista, con déficits estructurales y acumulación del endeudamiento, así como serias dudas sobre las cifras reales del mismo y su distribución entre tenedores, el proceso de ajuste de la deuda puede ir de mal en peor. La falta de financiación interna y la existencia de un sistema bancario de propiedad estatal terminan por cerrar un círculo vicioso difícil de romper.

Población. De acuerdo con Menon, “será el viento en contra que más frenará a la economía mundial en los próximos diez o veinte años”. Aquí Cuba ciertamente ofrece datos alarmantes, con un rápido envejecimiento para el que el régimen carece de políticas. Más bien todo lo contrario. Las expectativas de evolución de la población laboral futura indican que Cuba no lo va a pasar bien si no se corrigen las tendencias actuales.

Productividad. Otra de las asignaturas pendientes, y de la que tampoco cabe formular hipótesis favorables. Más bien, lo contrario. La apertura de oficios a actividades privadas de servicios, directamente ligadas con el consumo, y el mantenimiento de la empresa estatal en los sectores capital intensivos, no presagian un diseño adecuado de la estructura productiva. Los desniveles de productividad entre las economías van a condicionar las inversiones extranjeras, los movimientos de capital y la atracción de tecnologías.

Energía. También en este aspecto cotiza bajo el régimen. Si mañana se interrumpiese el suministro de crudo procedente de Venezuela, la posibilidad de acceder a los mercados mundiales quedaría seriamente comprometida. Los proyectos de perforación en zonas del golfo de México no han dado los resultados previstos. La apuesta por las renovables va para largo, y no conviene hacerse expectativas positivas.

Tomando en consideración estos cuatro factores, la conclusión que cabe extraer es que el crecimiento de la economía castrista en los próximos años puede llegar a ser inferior al de los anteriores. De hecho, ya lo está siendo. A pesar de la entrada en vigor de los llamados “Lineamientos” los ritmos de crecimiento del PIB se van revisando a la baja de año en año. 

Los cambios estructurales y del régimen jurídico de la propiedad parecen necesarios, pero no suficientes para revertir una tendencia cada vez más pesimista. Como consecuencia de ello, menos inversiones extranjeras, mayores dificultades de acceso a los mercados financieros, productividad más baja, estancamiento demográfico y altos niveles de endeudamiento, suponen dejar para las generaciones futuras la peor herencia posible.

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