Quéjese, tal vez sirva para algo.

Elías Amor Bravo, economista

En Granma se han publicado sendas notas en la sección “Cartas a la dirección” que, a la vista de lo que exponen, nos encontramos una vez más ante situaciones anacrónicas e irracionales que en la economía de cualquier otro país del mundo no tendrían ni la incidencia ni la repercusión que tienen en Cuba. Pero en algo hay que entretener a la burocracia castrista, y parece que ya lo encontraron. Un lector de Granma, cuyo nombre responde a las siglas A.R.M. se quejó en el periódico de una irregularidad en materia de precios, en un agro mercado de Nuevo Vedado. El denunciante planteaba su queja en el mes de marzo. La respuesta en Granma ha llegado el pasado 22 de septiembre.
Vamos a olvidarnos de esta cuestión. Siete meses para atender y dar respuesta a una queja sobre unos precios mal cobrados o una atención deficiente en una tarima, parece inconcebible. Pero es que así son las cosas. En ese complejo entramado burocrático de la economía castrista, puede ocurrir que dar respuesta a una queja tan simple tarde siete meses. Lo mejor de todo, es que se ha producido la respuesta y no ha caído en el olvido.

Pero, ¿es tan importante la queja y lo que se argumenta en ella? Por supuesto que sí. La verdad es que si se entra en detalle en el asunto nos encontramos que el problema se encuentra provocado, precisamente, por el propio funcionamiento burocrático del régimen. El denunciante declara que el establecimiento en que se produjo el suceso debía cumplir “con los precios establecidos por el Ministerio de Finanzas y Precios, lo cual no se cumple”. La pregunta es, ¿donde, con criterios de racionalidad económica, un establecimiento comercial de bienes de consumo, alimentos, debe cumplir con precios establecidos por un ministerio? Lo normal es que los precios se establezcan en función de la oferta y demanda. Cierto es que en Cuba existen mercados de estas características, pero la realidad es que son tan pocos, que los “mercados oficiales” del estado acaban concentrando la oferta y expulsando a los competitivos de las preferencias de los clientes.

Lo ocurrido a este denunciante de Granma es lamentable. La descripción que realiza en la queja, “venta irregular de productos, precios cobrados distintos a los de la pizarra, pagos que no coinciden con la selección realizada, precios muy particulares de cada dependiente, siempre excusándose con frases como, tú sabes cómo es eso, es que estamos luchando, sino el chama mío no come”, pone de manifiesto la irregularidad permanente en que se encuentra Cuba, Y ello por culpa del intervencionismo comunista, un comportamiento tan sencillo como ir al mercado a comprar se convierte en un acto de valentía diario. En España, Francia, Argentina o Estados Unidos, son impensables comportamientos como los denunciados en esta queja, simplemente porque la compra se realiza en mercados modernos, con precios bien identificados, y donde las reglas del juego de vendedores y compradores están bien definidas.

El ciudadano en cuestión hace muy bien planteando la queja, y la respuesta de la CNA llegó siete meses más tarde. ¿Qué piensan ustedes que han hecho para atender lo que se denuncia? Muy fácil: medidas disciplinarias contundentes contra los empleados: orden, disciplina y rigor, las consignas castristas. Un buen ejemplo de ello.

El procedimiento seguido, tal y como se explica en Granma, presenta igualmente rasgos desproporcionados. Visita al ciudadano de funcionarios de la empresa municipal de mercados, informe del traslado de la queja al ministerio, explicación de las CNA, el papel de la asamblea de socios de la CNA y la expulsión de los trabajadores, a lo que el ciudadano mostró su oposición, al parecer por considerarlos jóvenes y que de los errores se puede aprender, ¿cómo no? Y después de esta primera toma de contacto, se señala en la nota de Granma lo siguiente, “al no recibir del consumidor la información de en cuál tarima él había encontrado la irregularidad y ya todos los socios de la CNA con conocimiento del tema a debatir, celebramos la reunión de socios de carácter extraordinario. Después de las verificaciones hechas por parte de la dirección de la cooperativa estas arrojaron irregularidades por parte de socios que se desempeñan como tarimeros, que incurrieron en el no cumplimiento de los precios establecidos por el Ministerio de Finanzas y Precios. Este hecho constituye una violación de la disciplina laboral, por lo que la asamblea propuso y aprobó aplicar a los incumplidores la medida disciplinaria del descuento del 50 % de las utilidades correspondiente a los meses de abril y mayo”.

Después los responsables de la CNA explicaron al demandante las medidas adoptadas con las que volvió a mostrar su acuerdo. Caso cerrado. Situaciones como la descrita han supuesto la apertura de un procedimiento de siete meses para dar respuesta a los hechos denunciados. Las medidas adoptadas son de tal contundencia que los tarimeros, muy probablemente, tendrán dificultades para dar de comer a sus hijos, como explicaron en su momento al ciudadano autor de la queja. Los responsables de la CNA, controlados por la empresa municipal, controlada por los comunistas, posiblemente se han apuntado un tanto positivo ante sus jefes, pero en qué ha quedado todo.

Convendría explicar a los burócratas del régimen que los departamentos de quejas y sugerencias de las empresas están para algo. Sin duda, son una fuente para hacer mejor las cosas y atender de manera eficaz a los clientes. Los directivos de las empresas lo saben y por ello, le otorgan gran importancia a las quejas. Las medidas disciplinarias como las adoptadas en Cuba ante situaciones como la expuesta, no tienen sentido ni razón de ser. El consumidor hace muy bien quejándose. Ojalá hubieran muchas más demandas como la suya, porque se acumularían las deficiencias del sistema castrista para dar respuesta a las necesidades que en otros países se resuelven de forma completamente distinta, y desde luego sin escarnio.

Al final es lo mismo de siempre. El cumplimiento de normas en la economía castrista es el origen de las anomalías que se van produciendo a diario y que enturbian el normal funcionamiento de las relaciones económicas y sociales. Normas que tienen su origen en la política de planificación central, intervencionismo estatal y control, que han llegado a su fin. Simplemente, no dan para más. Esa idea de un socialismo homogéneo que se defiende en los Lineamientos y los documentos de actualización comunista, es completamente anacrónica para los tiempos en que nos encontramos. Hay que trabajar sin descanso para que Cuba vuelva a la normalidad en todos los ámbitos de los derechos y libertades. Este caso es un buen ejemplo de lo que está pasando.

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