Carta abierta a Betsy Díaz, Ministra de comercio interior

Elias Amor Bravo, economista

Hace unos días escribí en este mismo blog un post para referirme a los sucesos de La Puntilla como el ejemplo más evidente del fracaso del sistema comercial castrista. Hoy me reafirmo en lo dicho.

No le arriendo ganancia señora ministra. Dirigir el comercio en Cuba debe resultar una pesadilla. Ciertamente. No conozco país alguno en el mundo en que se presenten las anomalías absurdas que ustedes, año tras año, pretenden convertir en “ilegalidades” y en el peor de los casos, “delitos”, cuando no lo son.

Ni siquiera las condiciones actuales de la economía cubana y la escasez de productos justifican lo que ustedes califican como ilegalidad. Ni existe falta de principios en la sociedad cubana, ni tampoco poca exigencia por parte de los superiores en cada establecimiento. Créame, lo que hay es falta absoluta de conocimiento de cómo funciona una economía. Y pienso que la responsabilidad no está en estos empleados de Cimex, que hacen lo que pueden para sobrevivir, sino en usted y de ahí para arriba. Con las ideas que ustedes defienden simplemente no puede funcionar el comercio de un país. Hágame caso.

Si usted no introduce reformas hacia la libertad, el mercado y la propiedad privada, seguirán produciéndose las mismas “ilegalidades” que acaba usted de denunciar y sancionar. Porque esos delitos se producen como consecuencia de un sistema ineficiente, que está absolutamente injustificado por la experiencia y los resultados, y que es incapaz de atender los problemas de los cubanos.

No se resuelven los problemas del comercio en Cuba con más controles, inspecciones, vigilancia y sanciones. Lo que usted denomina “hechos delictivos”, y que han supuesto la expulsión de un conjunto indeterminado de empleados de Cimex tras los sucesos de la Puntilla, en cualquier otro país del mundo estos mismos empleados habrían recibido las felicitaciones y seguramente una paga extra por parte de los dueños de los negocios como consecuencia de su éxito comercial.

¿Cómo si no compensar una venta en un día, superior a la media, y además a un buen precio? No hay forma de entender este comportamiento como un delito o ilegalidad, si no es pensando en términos del sistema económico absurdo que impera en Cuba y que mantiene a los cubanos en la miseria y el racionamiento.

Las vulnerabilidades del sistema están en la mente de los dirigentes comunistas, empeñados en que los cubanos no tengan libertad de elección y en condenar a prisión y al escarmiento, a quienes busquen vivir mejor, y aspirar a condiciones económicas más favorables. Los comunistas cubanos odian desde 1959 el enriquecimiento, la propiedad privada y los comportamientos mercantiles. ¿Cómo entonces van a sacar a la economía cubana del atolladero? No existe alternativa.La planificación estatal, el intervencionismo estalinista, el control, la inspección y la persecución, son la antípoda del desarrollo económico de cualquier país. Y el ejemplo es Cuba.

Quienes acaparan en Cuba lo hacen porque tienen motivos para ello. Es obvio. Cuando aparece un producto en el mercado, la demanda reacciona para afrontar situaciones de racionamiento o escasez. El régimen no quiere que esos comportamientos se produzcan, pero no lo podrá evitar, salvo como ya ha anunciado, con más racionamiento. La alternativa no es meter a gente en la cárcel o dar escarmientos, sino liberalizar la oferta productiva, dejar que los productores aumenten sus escalas de producción, que puedan ver crecer sus empresas y parcelas, que puedan contratar más trabajadores, impulsar proyectos privados de inversión extranjera. Con medidas de este tipo, los cubanos no se verían obligados a acaparar porque, como ocurre en cualquier país del mundo libre, sabrían que al ir al mercado siempre estarían a su disposición los productos en las estanterías, en condiciones adecuadas de cantidad y calidad. Esa seguridad, que no existe en Cuba desde que se impuso al comienzo de la llamada revolución la odiosa libreta de racionamiento, es lo que provoca el acaparamiento, por otra parte, un comportamiento racional ante el caos del sistema.

Lamento que a su ministerio solo se le ocurra frente al acaparamiento, “proponer medidas para regular 48 productos de línea económica y de primera necesidad, como el huevo, la frazada de piso, el jabón, detergente” y con ello, evitar que “pocos compren en grandes cantidades y se produzca el desabastecimiento”. Si las fábricas cubanas produjeran a pleno rendimiento, si los campos obtuvieran las cosechas de antes de la revolución, si Acopio fuera reemplazado por los intermediarios privados que hicieron a Cuba una gran potencia comercial a mediados de los años 50 del siglo pasado, lo que llaman ahora los comunistas, esas “ilegalidades” y “delitos” en el comercio, serían solo una pesadilla castrista más.

Ministra, deje que la gente actúe libremente, y usted dedíquese a que la producción llegue en abundancia a los mercados, para que no hayan acaparamientos ni ventas aprovechadas. Usted es la única responsable de estas prácticas. Usted y el régimen que representa. Comportamientos absolutamente racionales por parte de ciudadanos cubanos que están deseando vivir mejor en respuesta al caos en que se encuentra la economía. Aunque usted no esté de acuerdo con esta idea, las personas son libres de hacer lo que crean conveniente, siempre que lo hagan dentro de un orden natural. Ustedes los dirigentes de Cuba ignoran las ventajas de la libertad y lo peor de todo es que están convencidos que son los acaparadores y vendedores a volumen los que provocan el daño al pueblo. Créame lo que le digo, con toda sinceridad. El pueblo es realmente quien sufre las consecuencias, pero de usted y el régimen que representa.

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