"Ahorro o muerte: no venceremos"
Un buen amigo me comentó que en Granma Internacional se publicaron el pasado 22 unas declaraciones de Francisco Soberón, presidente del Banco Central de Cuba en las que comparaba el famoso e histórico slogan de la revolución castrista “patria o muerte,” con otro, más moderno y tal vez audaz, “ahorro o muerte” en referencia a la situación actual de la economía cubana.
La primera sensación que me produjo la noticia era que se trataba, obviamente, de una broma de esas que nos gastan a los que, como el gran Cabrera Infante, siempre estamos pensando en Cuba porque la llevamos en el corazón. Animado por la curiosidad, busqué la edición digital de Granma y, en efecto, allí estaba el pequeño texto en el que se mezclaban toda una serie de conceptos, análisis, conclusiones y previsiones que, para los economistas con algo de experiencia, vuelven a mostrar el absoluto desconocimiento que tienen los gestores y responsables de la economía cubana, de las reglas básicas de esta Ciencia. Lo segundo que pensé es que tal vez Soberón estaba buscando un mejor retiro en la Isla o que tal vez había perdido el juicio. No; había que reflexionar con más detalle sobre lo que todo esto significa.
“Ahorro o muerte” es un mensaje que, para un pueblo que padece desde hace 50 años las penurias y escaseces del racionamiento obligatorio e impuesto por la fuerza, y la ausencia de mercados libres para realizar las compras, en el que el salario medio de la población trabajadora ronda los 20 euros, la pensión media apenas alcanza unos 18 euros, y el poder adquisitivo se sitúa en los niveles más bajos del mundo, parece una osadía, cuando menos, una irresponsabilidad.
Pedir y exigir más sacrificios a los cubanos va en contra de las amplias demandas sociales que aparecieron en los grupos de discusión que lanzó a bombo y platillo Raúl Castro al poco tiempo de heredar de su hermano los designios de la “revolución”, para inspirar sus anunciadas reformas que se han quedado a medio camino. Demandas de bienes de consumo básico, alimentos, electricidad, vivienda, transporte, vestido y calzado, artículos de primera necesidad que están al alcance de cualquier ciudadano del país más pobre de la tierra, aparecen en las demandas de los cubanos con especial énfasis por su ausencia inexplicable. Pinturas para reparar las viviendas y dejarlas en condiciones de habitabilidad, cemento, materiales de construcción, elementos de decoración, madera, aparecen como una referencia en todas las demandas sociales. Posibilidad de viajar al extranjero, acceso libre a Internet y teléfono, libertad de expresión. La gama de demandas es tan amplia que cualquier análisis económico no se sostiene.
Según las autoridades, el problema es que las importaciones, es decir las compras realizadas por Cuba en el exterior, casi seguramente de muchos de esos bienes demandados, han aumentado un 78% en el primer trimestre, mientras que las exportaciones, según las mismas fuentes, lo han hecho en un 22%. Bien, vayamos por partes.
Primero, con los datos anteriores, cabe preguntarse ¿Dónde se encuentra el bloqueo o el embargo, o como quieran llamarlo los hermanos Castro? Pocos países del mundo han registrado en el primer trimestre de 2009, en medio de una grave crisis mundial, una dinámica de sus intercambios con el exterior como Cuba. Con los fondos procedentes del petróleo venezolano y las remesas de los exiliados, el régimen importa productos y bienes del exterior en un crecimiento del 78%. Espectacular.
Segundo, entonces ¿por qué no se producen en la Isla esos bienes que se traen del exterior, y así las importaciones se moderan en alguna medida? Las autoridades creen que la solución es producir más, utilizar la planificación, reducir los inventarios, establecer normas de consumo unitarias, no desperdiciar la potencialidad de la jornada laboral y “sacarles el jugo” a las máquinas y las inversiones. ¡Qué poco saben de Economía! Más de lo mismo, cuando precisamente la solución es justo la contraria. Lo que tiene que hacer Cuba es definir un área de actividad, sectores, ramas productivas eficientes y competitivas cuya demanda mundial sea sostenida y especializarse en ello para conseguir más recursos en el exterior con los que financiar unas importaciones que, de seguro, van a ir en aumento conforme el país avance y se desarrolle más. No hay espacio en la globalización para soluciones autárquicas ni para experimentos trasnochados de la época del telón de acero. El temor a perder el poder económico por la tiranía comunista es lo que está lastrando las posibilidades de desarrollo y bienestar de los cubanos.
Hay un libro muy pequeño en su extensión que los estudiantes de Economía leen el primer año de carrera que se titula “La increíble máquina de hacer pan”, cuya lectura deberían realizar Soberón, Barredo y los demás. A lo mejor podrían entender por qué la economía de mercado y el respeto a los derechos de propiedad son la única solución para los problemas que ellos afrontan en Cuba. Si los millones de cubanos pudieran organizarse libremente con sus propiedades para producir lo que entendieran que demanda el mercado, y hacerlo con la misma libertad que mexicanos, brasileros, españoles o italianos, el reflejo productivo de la Isla cambiaría en muy poco tiempo, dando lugar a un escenario de mayor prosperidad y solvencia que el heredado del castrismo. Entonces, estos aprendices de planificación económica estalinista pasarían a la historia como sus colegas de Europa del Este, que en estos veinte años, se han tenido que reconvertir y, por lo que se ve, no les ha ido tan mal.
La primera sensación que me produjo la noticia era que se trataba, obviamente, de una broma de esas que nos gastan a los que, como el gran Cabrera Infante, siempre estamos pensando en Cuba porque la llevamos en el corazón. Animado por la curiosidad, busqué la edición digital de Granma y, en efecto, allí estaba el pequeño texto en el que se mezclaban toda una serie de conceptos, análisis, conclusiones y previsiones que, para los economistas con algo de experiencia, vuelven a mostrar el absoluto desconocimiento que tienen los gestores y responsables de la economía cubana, de las reglas básicas de esta Ciencia. Lo segundo que pensé es que tal vez Soberón estaba buscando un mejor retiro en la Isla o que tal vez había perdido el juicio. No; había que reflexionar con más detalle sobre lo que todo esto significa.
“Ahorro o muerte” es un mensaje que, para un pueblo que padece desde hace 50 años las penurias y escaseces del racionamiento obligatorio e impuesto por la fuerza, y la ausencia de mercados libres para realizar las compras, en el que el salario medio de la población trabajadora ronda los 20 euros, la pensión media apenas alcanza unos 18 euros, y el poder adquisitivo se sitúa en los niveles más bajos del mundo, parece una osadía, cuando menos, una irresponsabilidad.
Pedir y exigir más sacrificios a los cubanos va en contra de las amplias demandas sociales que aparecieron en los grupos de discusión que lanzó a bombo y platillo Raúl Castro al poco tiempo de heredar de su hermano los designios de la “revolución”, para inspirar sus anunciadas reformas que se han quedado a medio camino. Demandas de bienes de consumo básico, alimentos, electricidad, vivienda, transporte, vestido y calzado, artículos de primera necesidad que están al alcance de cualquier ciudadano del país más pobre de la tierra, aparecen en las demandas de los cubanos con especial énfasis por su ausencia inexplicable. Pinturas para reparar las viviendas y dejarlas en condiciones de habitabilidad, cemento, materiales de construcción, elementos de decoración, madera, aparecen como una referencia en todas las demandas sociales. Posibilidad de viajar al extranjero, acceso libre a Internet y teléfono, libertad de expresión. La gama de demandas es tan amplia que cualquier análisis económico no se sostiene.
Según las autoridades, el problema es que las importaciones, es decir las compras realizadas por Cuba en el exterior, casi seguramente de muchos de esos bienes demandados, han aumentado un 78% en el primer trimestre, mientras que las exportaciones, según las mismas fuentes, lo han hecho en un 22%. Bien, vayamos por partes.
Primero, con los datos anteriores, cabe preguntarse ¿Dónde se encuentra el bloqueo o el embargo, o como quieran llamarlo los hermanos Castro? Pocos países del mundo han registrado en el primer trimestre de 2009, en medio de una grave crisis mundial, una dinámica de sus intercambios con el exterior como Cuba. Con los fondos procedentes del petróleo venezolano y las remesas de los exiliados, el régimen importa productos y bienes del exterior en un crecimiento del 78%. Espectacular.
Segundo, entonces ¿por qué no se producen en la Isla esos bienes que se traen del exterior, y así las importaciones se moderan en alguna medida? Las autoridades creen que la solución es producir más, utilizar la planificación, reducir los inventarios, establecer normas de consumo unitarias, no desperdiciar la potencialidad de la jornada laboral y “sacarles el jugo” a las máquinas y las inversiones. ¡Qué poco saben de Economía! Más de lo mismo, cuando precisamente la solución es justo la contraria. Lo que tiene que hacer Cuba es definir un área de actividad, sectores, ramas productivas eficientes y competitivas cuya demanda mundial sea sostenida y especializarse en ello para conseguir más recursos en el exterior con los que financiar unas importaciones que, de seguro, van a ir en aumento conforme el país avance y se desarrolle más. No hay espacio en la globalización para soluciones autárquicas ni para experimentos trasnochados de la época del telón de acero. El temor a perder el poder económico por la tiranía comunista es lo que está lastrando las posibilidades de desarrollo y bienestar de los cubanos.
Hay un libro muy pequeño en su extensión que los estudiantes de Economía leen el primer año de carrera que se titula “La increíble máquina de hacer pan”, cuya lectura deberían realizar Soberón, Barredo y los demás. A lo mejor podrían entender por qué la economía de mercado y el respeto a los derechos de propiedad son la única solución para los problemas que ellos afrontan en Cuba. Si los millones de cubanos pudieran organizarse libremente con sus propiedades para producir lo que entendieran que demanda el mercado, y hacerlo con la misma libertad que mexicanos, brasileros, españoles o italianos, el reflejo productivo de la Isla cambiaría en muy poco tiempo, dando lugar a un escenario de mayor prosperidad y solvencia que el heredado del castrismo. Entonces, estos aprendices de planificación económica estalinista pasarían a la historia como sus colegas de Europa del Este, que en estos veinte años, se han tenido que reconvertir y, por lo que se ve, no les ha ido tan mal.
Excelente amigo...eso es lo bueno sacarle las puntas desos conocimientos concretos. Muy bueno del librito de hacer pan, seguro que hasta los bodegueros sin ser economistas lo habrán hojeado. Lo del irrespeto a los 50 años de privaciones es el argumento más sólido que se puede esgrimir.
ResponderEliminarPero no estoy de acuerdo contigo en que no se han especializado, creo que lo han hecho en la exportación de mano de obra profesional y muy barata (de bastante buena calidad), en este caso bien sea (médicos, maestros, ingenieros, entrenadores deportivos) no participan activamente del contrato de "arrendamiento" por tanto el negocio es de ganacia pura para el arrendador. Eso, si no me equivoco (tú eres el que sabe de Formaciones Económico Sociales) es un adefesio entre la esclavitud y el feudalismo. El contratado trabaja,y gana otro solo, le dejan una partecita simbólica así no puede haber acusación explicita de esclavitud. A que se las traen. Excelente reflexión