Otro ejemplo del mal funcionamiento de la economía cubana

Llevamos algún tiempo observando cómo el diario oficial del régimen castrista, Granma, se hace eco del mal funcionamiento del sistema económico imperante en la Isla con una denuncia selectiva que termina con un alegato al cumplimiento de las normas, como si de un “tirón de orejas” se tratase.
Ahora tenemos una oportunidad de exponer por qué la distribución comercial es un auténtico desastre. El artículo es de Juan Varela Pérez, y se titula “Pasos perdidos en los envases agrícolas” ha sido publicado en la edición de Granma de hoy. La tesis principal del mismo es que las cajas en las que se trasladan los productos de consumo del campo a las ciudades se pierden porque mucha gente las roba, y al mismo tiempo se insiste en la consigna de “no vamos a producir más cajas”.
Para empezar, a ninguna persona que viva en una economía de mercado libre se le ocurre ni un solo instante prestar la más mínima atención a estas cuestiones. Cuando hacen falta envases para la distribución de mercancías, se fabrican, y problema resuelto. La razón es obvia. Los fabricantes de cajas son empresarios que obtienen beneficios por prestar servicios a los productores y distribuidores, también empresarios, cuyo objetivo es poner a disposición de los consumidores los artículos que necesitan cerca de sus domicilios. En Cuba, no es así.
En la economía comunista y totalitaria diseñada por los hermanos Castro, y que sufren a diario los cubanos, las cajas con las que se distribuye la mercancía forman parte de un complejo sistema, en el que la empresa de Mercados agropecuarios y la Territorial Comercializadora, se dedican a realizar “conciliaciones diarias” para averiguar dónde se encuentran las cajas que faltan. Muy simple. La organización y sus gestores no dan para más, han perdido completamente el sentido de la racionalidad económica. Y, mientras tanto, los mercados se desabastecen, la población sufre escasez permanente de bienes de consumo y los productores, en el campo, se quedan con sus cosechas abandonadas.
Este es un ejemplo del denominado “bloqueo” de la economía cubana. Un sistema pernicioso, absolutamente ineficiente y que es el responsable directo de la escasez. Mientras que a los gestores de la economía les preocupe más dónde están las cajas que atender las necesidades de los ciudadanos, mal van las cosas. El sistema es tan demencial que incluso las autoridades responsables, “el Partido, el gobierno al frente” dedican mayor atención a “impedir que tan valiosos medios tomen otro camino o sean víctimas del maltrato”. Una vez más, la represión y el control como instrumentos de la acción de gobierno. Como señala el articulista, “en cambio, es frecuente observar el empleo por particulares de cajas plásticas en labores ajenas al sistema. La falta de control sobre esos bienes es la causa principal para la ocurrencia de una operación ilícita que daña la economía de la empresa y del Estado, que invirtió recursos en su fabricación”.
Varias cuestiones merecen ser atendidas en este punto. Si las cajas desaparecen del sistema, tal vez haya que preguntarse por qué, y para qué se utilizan por quiénes digamos, les dan otra utilización más productiva. Nos podríamos sorprender. Conociendo la inventiva del pueblo cubano, seguro que estas cajas y sacos se dedican a las más diversas y creativas actividades, lo que podría ser objeto de otro análisis.
También, y por ello, igualmente relevante, si no hay cajas suficientes en el sistema para distribuir los productos, por qué no se producen más. Aquí la respuesta es siempre la misma: las “consignas revolucionarias”, que en estos casos, y a la vista de lo que sucede, no suelen funcionar. Todo ello pone de manifiesto la existencia de una economía descontrolada, carente de incentivos, ineficiente y mal planificada, en el que el intervencionismo de las autoridades no sirve para dar respuesta a las demandas de la población. Este es el verdadero rostro de la economía cubana, y lo que explica sus notables carencias y deficiencias.
La solución. No tengo la menor duda. Liberalizar completamente la distribución comercial, permitir que empresas privadas compitan libremente para trasladar los productos a los mercados, también libres y atendidos por empresarios independientes del poder político. Esa es la receta que permite que españoles, franceses, italianos, argentinos o brasileños tengan todos los días los productos que precisan para consumir, en condiciones de calidad y precio aceptables. Ah, y en esos países, a nadie le preocupa lo que pueda ocurrir con las cajas. Eso son cosas del régimen castrista.

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