Ante la próxima conferencia del PCC: ¿algo que esperar?

Elías Amor, Economista

A  mí no me sorprende en absoluto, que haya alguien pensando todavía a estas alturas que en el régimen castrista pueda producirse cambio alguno. Desde hace tiempo, mucho tiempo, los cubanos saben que no pueden hacerse “ilusiones”, utilizando el término que hace días ratificó el propio Raúl Castro.

Ilusiones de libertad, de respeto y dignidad, de moralidad y ética, de libertad económica, de poder decidir el tipo de vida que se desea sin las odiosas y torpes interferencias de la ideología. Por eso, cuando Ricardo Alarcón ha dicho que la Conferencia del Partido Comunista de Cuba de finales de este mes continuará con la “renovación indispensable” en la isla, ya se han producido algunas opiniones que tratan de interpretar el sentido real de esta frase. 

Lo que sorprende más aún es el énfasis de Alarcón, en la renovación, según él, “indispensable en todo, y absolutamente indispensable en la isla”.

Algunas de las ideas que se han trasladado sobre esa renovación apuntan a propuestas de dudoso alcance, que vienen lanzándose desde hace  meses, como ese pretendido fomento de la iniciativa privada y la flexibilidad del trabajo al margen del Estado, aspectos que no hacen otra cosa que precarizar más la situación económica de los cubanos, además de la política de reparto de las tierras estatales en un inviable usufructo o la política de crédito a determinados segmentos de la sociedad. Mucho ruido para tan pocas nueces.

En el ámbito político, se anuncia la limitación a un máximo de dos periodos de cinco años los mandatos que el mismo presidente pueda cumplir. Bueno, parece que una década es más que suficiente para desempeñar un encargo de estas características, además nadie piensa que Raúl pueda superar en condiciones físicas y mentales adecuadas la barrera de los 90 años.

La cuestión aquí no es que este tipo de propuestas tengan interés o utilidad para cambiar las cosas en la Isla, sino que parece que en el guiñol castrista, se está ensayando por primera vez en décadas, un vodevil en el que Alarcón, mostrándose favorable a los cambios, rechazó cualquier retroceso de los mismos, como dijo días antes el general Raúl Castro, cuando pidió cautela en el ritmo de las medidas de actualización del modelo de gobierno cubano.

En mi opinión este juego engañoso del bueno y del malo tiene una lectura mucho más interesante, y viene a poner de manifiesto la enorme tensión que se debe estar produciendo en el régimen castrista como consecuencia del impasse de los tiempos que corren. No cabe duda que el raulismo afronta una situación interna especialmente compleja desde la muerte en prisión de Zapata Tamayo, de la que se cumplirá un año el próximo mes de febrero.

La tensión social ha ido en continuo aumento, con un auge sin precedentes de las protestas de los disidentes políticos, pero también de amplios sectores de la sociedad que se sienten incómodos con el ritmo, el sentido y la orientación de los cambios. Desde el exterior, se percibe un hastío en la sociedad que raya con el deseo legítimo a huir del país e iniciar nuevas vidas en el extranjero ante la falta de oportunidades y el bloqueo económico y político del propio régimen. Los movimientos de derechos humanos, como las Damas de Blanco, reafirman sus posiciones, los blogueros se lanzan a comunicar al exterior las informaciones del día a día, y como colofón, Alarcón y Castro se enfrascan en esta opereta bufa de discursos aparentemente contradictorios.

Luego llegarán los matices, y las medias tintas, y donde dije digo, dije diego y bla, bla, bla, como suele suceder casi siempre, pero de lo que no cabe duda es que tal vez, en contra de lo deseado, ese pretendido abanico de posiciones reformistas e inmovilistas, aunque sea, como dice Alarcón, con la “voluntad de seguir adelante de continuar con los cambios, de hacerlo de una manera madura, reflexiva y siempre en contacto con la realidad de ir midiendo con la gente, como la gente lo percibe y como la gente lo quiere” es una interesante novedad que llama poderosamente la atención.

Tomado de Miscelánea de Cuba, 17 de enero de 2012

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