La condonación de la deuda de la extinta URSS;: mucho ruido y pocas nueces

Elías Amor Bravo, economista

La condonación de la deuda de la extinta URSS al régimen castrista no es una noticia nueva. De hecho, los Castro no reconocieron esa deuda tras la caída del muro de Berlín, y a pesar de los reclamos nunca pagaron un solo centavo de principal o intereses.

Al parecer, ahora se quiere presentar como un éxito y la propaganda castrista, siempre hábil a la hora de desinformar, quiere utilizar la inesperada visita de Vladimir Putin a la Isla, como un mensaje a Estados Unidos, en un claro intento de volver a una tensión más propia de los tiempos ya olvidados de la “guerra fría” que de los actuales.

Para empezar, que un acreedor condone la deuda de un deudor es un acto de su legítima voluntad, contra el que poco más se puede decir. Si además, Putin ha conseguido que la Duma rusa asuma que no va a recuperar los más de 30.000 millones de dólares de deuda de los Castro, la responsabilidad será de quiénes detraen esos recursos legítimos que pertenecen al pueblo ruso.

La historia de la caída del llamado “socialismo real” ha provocado experiencias similares. Si los soviéticos financiaban graciosamente al régimen comunista de La Habana prestando en condiciones muy ventajosas y otorgando subvenciones a fondo perdido, era evidente que el cambio político en la URSS hacía ese modelo, insostenible.

El llamado “período especial” que supuso para la economía castrista perder más del 40% de su PIB y tardar casi década y media en recuperar los niveles anteriores, tuvo mucho que ver con ese cambio en las condiciones financieras entre la URSS y Cuba. Antiguos aliados comunistas decidían romper sus relaciones, y Cuba, a cambio, se negó rotundamente a aceptar cualquier devolución de una deuda consolidada que, además, con la desaparición de la URSS se convertía en un anacronismo histórico ya que estaba incluso nominada en antiguos rublos.

Ahora, 20 años después, Putin viaja a La Habana para decirle a los Castro que no se preocupen, que la deuda, ha sido cancelada. La letra pequeña de los pactos se desconoce. Y dudo mucho que vaya a trascender porque la transparencia no es una asignatura que caracterice a la economía castrista. El régimen de La Habana ha dejado de tener interés para los rusos desde hace décadas. Sin embargo, este tipo de acuerdos a la larga tienen algún sentido, ya que en caso contrario las cosas se dejan estar como están. Me ha llamado la atención los 3.500 millones de dólares que han quedado fuera de la condonación y que Cuba deberá pagar. Conviene recordar que esa cifra representa alrededor del 20% del PIB. Una magnitud alarmante.

No se va a producir ninguna consecuencia económica significativa. De hecho, como ya he señalado, el régimen de La Habana no ha reconocido, y por tanto satisfecho, ni un solo céntimo de esa deuda. Ello no quiere decir que no se vayan a producir otros efectos.

Cuando un deudor se siente libre de la pesada carga financiera, lo más habitual es que quiera volver a endeudarse. El régimen castrista, que padece históricamente graves desequilibrios internos y externos, necesita financiación. Y la volverá a solicitar. En el Club de París donde se concentra una parte destacada de la deuda externa del régimen son poco favorables a condonaciones, pero alguien puede pensar que ahora la economía castrista tiene más capacidad de endeudamiento.

Falso. Una economía improductiva, de baja eficiencia, con agujero fiscal interno y desequilibrio en las cuentas externas, que además crece cada vez menos su PIB, no parece un buen cliente para nadie. Las agencias de calificación no tienen un indicador para aplicar a una economía con los niveles de la castrista. No habrá más remedio que recurrir a los inversores en “bonos basura”, especuladores profesionales, que son los únicos que se pueden interesar en alguien como los Castro. La otra alternativa es obligar a los bancos que operan en el país, tanto a los estatales dependientes del régimen, como a los extranjeros, a comprar ese paquete de bonos ridículos que anunciaron hace unos días, por 1.000 millones de dólares al 2,5% en 20 años. Tampoco es muy aconsejable esta medida.

Al final, las condiciones para acceder a los préstamos son siempre las mismas: solvencia y capacidad financiera. Y la economía castrista desde hace décadas cotiza muy bajo en esos dos indicadores. El hecho de que toda la propiedad se encuentre en manos del estado, y no de los particulares, impide someter a precios de mercado el valor de los activos, que suelen ser utilizados como garantía en cualquier operación de crédito. A nivel internacional, empresas del conglomerado militar y de la seguridad del estado que operan con sus productos y/ o servicios, consiguen la financiación que precisan sin grandes problemas. La dificultad es que el estado castrista consiga los fondos que necesita para funcionar.


Alguien podrá pensar que Putin ha abierto la caja de los truenos. No es así. Mucho ruido castrista, pocas nueces.

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