Más mensajes del régimen contra la inversión extranjera
Elías Amor Bravo, economista
Si ayer era Valdés Mesa, ante la CTC,
hoy le toca a José Ramón Balaguer, del Secretariado del
comité central del partido comunista, y a la vez jefe del
departamento de relaciones internacionales
de dicha organización, decir que “Cuba nunca renunciará al
socialismo”, aprovechando otro foro, en esta ocasión, la
inauguración de un seminario internacional organizado por el Partido
del Trabajo de México
No se si se dan cuenta. O tal vez que
no lo crean. Cada vez que abren la boca y dicen alguna cosa como
ésta, algún inversor extranjero hace las maletas y se vuelve a su
país. O en el mejor de los casos, archiva desde su cómodo despacho
en cualquier ciudad europea, un eventual proyecto de inversión en la
isla.
Balaguer hizo estas declaraciones en la
intervención inaugural del seminario internacional,
titulado “Los partidos políticos y una nueva sociedad”,
organizado por el Partido del Trabajo de México. En dicho foro, y
sin más preámbulo, subrayó textualmente, que “el socialismo es
la única alternativa para la revolución cubana”.
Además, sacó los cuchillos más
afilados del cajón, y sin tener en cuenta que Obama, en tan solo
unos días, visitará La Habana, se dedicó a denunciar, ante los
asistentes a este seminario, “la arremetida imperial contra
gobiernos y procesos progresistas en Latinoamérica”.
Alguien en la Casa Blanca debería tomar buena nota de todo esto.
¿Hubo más? Parece que si. Balaguer
reiteró el respaldo del régimen castrista, por enésima vez, a la
revolución chavista y al gobierno de Maduro, en sus horas más
bajas, y se puso a su lado en lo que calificó como “agresión
económica, mediática y psicológica”. No conforme con todo ésto,
hizo un llamamiento en el más puro estilo bolchevique, “a la
unidad de las fuerzas políticas y movimientos sociales para
resistir la coyuntura actual adversa y marchar unidos en este
empeño emancipador”. Como si Stalin rigiera aún los destinos
de Rusia. Mensajes de este calado no se escuchaban en foros
internacionales desde la década de los años 30 del siglo pasado.
Asombroso.
Lo mejor de todo es cuando se dedicó a
denunciar acuerdos comerciales calificados como de “libre
comercio”, que en opinión de Balaguer constituyen “instrumentos
de dominación política” e imponen condiciones lesivas a
países del Tercer Mundo. Buen mensaje para ser dirigido a las
organizaciones de empresarios extranjeros que realizan negocios en
Cuba, que participan de esos acuerdos de libre comercio con sus
organizaciones, y que, de buen seguro, deben sentir algún tipo de
inquietud con estos planteamientos.
Lo cierto es que tanto Valdés Mesa
como Balaguer, no dicen estas cosas de forma gratuita y porque sí.
Las claves para interpretar estos mensajes surrealistas hay que
situarlas en el conflicto, interno y silencioso, que existe dentro
del régimen de los Castro entre aquellos que pretenden incorporar
algunas reformas para que en Cuba pueda entrar oxígeno del exterior,
sin que esas reformas alteren, al menos a corto y medio plazo, la
base jurídica del sistema, y los sectores más recalcitrantes, de
ideología comunista estalinista, que no contemplan con los mismos
buenos ojos las maniobras que Raúl Castro se ve obligado a realizar
para ganar tiempo. Una de ellas, la visita de Obama, el representante
del eterno enemigo.
En ese debate esotérico, nos estamos
acercando al mes de abril en el que tendrá lugar el VII congreso de
la organización comunista castrista que pretende definir, una vez
más, el rumbo socialista y el programa de desarrollo económico y
social hasta 2030. Empeño sin duda fallido, con tanto tiempo por
delante. Un congreso en el que cabe esperar relativamente poco, pero
que podría vislumbrar algo de ese enfrentamiento larvado que en
cualquier momento puede estallar.
Hasta entonces, Balaguer seguirá con
el guión que tiene adjudicado, consistente en la denuncia del
“bloqueo de Estados Unidos, que se mantiene intacto pese a la
reanudación de relaciones diplomáticas entre ambos países”,
“la devolución del territorio usurpado a Cuba por la base naval en
Guantánamo”, “el resarcimiento de daños a la isla por la
política de agresiones de Washington”, ejes de un
discurso que se ha convertido en estructural y que amenaza enturbiar
el clima en que se producirá la visita de Obama en unos días.
Porque el presidente de EEUU puede mirar para otro lado durante su visita a La Habana, pero los que
escuchen los mensajes y vean las actitudes y los gestos, pueden obtener
conclusiones mucho más relevantes de lo que parece, y al final, tirar
por tierra los planes del régimen para obtener recursos del exterior
con los que financiar la ganancia de tiempo. No hay más. Al menos de
momento.
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