A propósito de la entrevista de Josefina Vidal en Granma (y III)
Elías Amor Bravo, economista
La funcionaria
encargada de las negociaciones del régimen castrista con EEUU,
Josefina Vidal, realizó unas declaraciones en Granma en las que
apoya su tesis sobre el sentido y evolución del nuevo espacio que
se abre entre los dos países tras el deshielo de hace un año, o de 19
meses, como ella afirma. Una de las cuestiones de las que habla de
manera extensa hace referencia al análisis político en clave interna que
tiene en el Congreso de EE.UU y en la política del país, el tema de Cuba, que como ella señala,
cuenta con posiciones a favor y en contra.
No se sabe bien de
dónde, Josefina Vidal refuerza el deshielo utilizando unas
encuestas de opinión, cuya fuente no cita, “con apoyos inéditos del 60% a la
política del presidente Obama hacia Cuba, a la libertad de viajar a
nuestro país y a la eliminación del bloqueo. Todo eso genera un
movimiento creciente de apoyo que ya se ve en el Congreso”. Habría
sido inteligente señalar el origen de los datos. Son muchas las
encuestas publicadas sobre este asunto, y los datos han estado
cambiando de forma significativa. Tal vez, un sondeo en este momento
ofrecería informaciones bien distintas. Es todo cuestión de opinión
pública.
El aspecto más
interesante del análisis sobre lo que piensan en EEUU sobre el
tema Cuba se concreta en el siguiente enunciado, “se mantienen dos
fuerzas contrapuestas: los que se oponen al proceso hacia la
normalización y pretenden revertir los avances logrados, que
cada vez están más aislados y carentes de apoyo, aunque todavía
conservan cierta capacidad de maniobra y cuentan con mecanismos
internos; y los que favorecen el actual curso de la política y el
levantamiento del bloqueo, que pertenecen a los dos partidos y tienen
el apoyo de la mayoría de la opinión pública y de amplios sectores
de la sociedad estadounidense”.
De ese modo, la señora
Vidal presenta la situación interna en EEUU como fragmentada,
dividida, con cierto tono de enfrentamiento entre dos posiciones
contrarias que luchan por ganar. Y lo que es peor, se vale de esta
descripción para plantear el resultado del proceso de negociación
como una victoria de una de las posiciones sobre la otra. Es evidente
que la señora Vidal carece de sensibilidad hacia la pluralidad y la
diversidad de opiniones, elemento esencial del funcionamiento de las
naciones democráticas. Su tesis es que, frente al enfrentamiento
interno en EEUU, que acabará por estallar, aparece una posición
única y bien definida del régimen castrista, que garantiza
“acelerar la solución de temas pendientes, incluyendo el propio
levantamiento del bloqueo”.
Es interesante su
perspectiva sobre lo que califica como debate interno entre dos
posiciones difíciles de reconciliar, y así añade que “se han
estado presentando iniciativas a favor y en contra de la
normalización de las relaciones. En el 2015 lo que sucedió al final
fue que se anularon mutuamente y fueron excluidas de las
legislaciones en discusión. Algunos analistas consideran que el
2016, un año electoral en el que como norma se trata de obviar
cuestiones que no sean prioridad, debe suceder algo similar”. Se
equivoca en sus previsiones. En este año electoral, último del
presidente Obama, en el que ya se está despidiendo de su mandato,
los avances son los que son, condicionados por la gravedad de otros
asuntos del día a día.
La realidad es que poco
puede hacer Obama antes de abandonar definitivamente el despacho
oval, y Josefina Vidal lo reconoce, “Cuba ha reiterado la
importancia de que el Presidente use sus prerrogativas ejecutivas al
máximo de sus posibilidades para continuar introduciendo cambios en
la política, con lo cual haría una contribución a la continuidad
del proceso actual en el futuro”, pero igualmente señala que
avances producidos como “la autorización de créditos privados y
del uso del dólar, y el reconocimiento al papel de la empresa
estatal cubana en el comercio bilateral, se ha visto afectada por la
propia vigencia del bloqueo”.
No obstante, Vidal
tiene palabras elogiosas para Obama, al destacar su legado en la Casa
Blanca, “haber promovido un cambio en la política hacia Cuba, que
fue aplicada por 10 de sus predecesores, indudablemente quedará en
la historia y formará parte del legado del presidente Obama en
política exterior”.
Para volver de nuevo a
un tono menos diplomático y poco adecuado para dar continuidad y
sentido a las negociaciones en el futuro, al señalar, “la
resistencia de Cuba y su pueblo, y el reconocimiento del fracaso de
una política implementada por más de cinco décadas, del daño que
esta provocó a la población cubana y del aislamiento que le causó,
sobre todo en América Latina y el Caribe, el 17 de diciembre tuvo un
alto nivel de trascendencia, tanto dentro de Estados Unidos como a
nivel global. El mundo reconoce lo que se ha hecho, pero está
consciente de que se puede hacer mucho más y hace escuchar su
parecer cada año en la ONU con su rechazo al bloqueo”.
En cuanto al futuro de
las relaciones tras el cambio en la presidencia, Vidal se muestra
convencida de que “se actuará en correspondencia con el sentir de
la inmensa mayoría de la opinión pública de EE.UU., que por
amplísimo margen apoya el curso actual de la política hacia Cuba”.
Su mensaje final vuelve
a incidir en lo mismo. El bloqueo, la devolución del territorio
ocupado ilegalmente en Guantánamo, etc, etc. Para señalar
finalmente, que “para que haya relaciones normales Estados Unidos
también tendría que renunciar a su pretensión histórica de
decidir y controlar el destino de Cuba. De lo contrario, no será
posible que haya relaciones normales”.
Ante una frase
formulada en estos términos, el equipo negociador diplomático de
EEUU tendría muy claro lo que tiene que hacer, porque es evidente
que se trata de un mensaje hostil que en nada se corresponde con la
realidad y que nuevamente trata de arrojar sobre el marco de las
relaciones entre los dos países unas tesis trasnochadas y absurdas
de los orígenes de la llamada revolución castrista hace 57 años.
Mantener en un espacio diplomático la tesis que “Estados Unidos
tiene que renunciar a su pretensión histórica de decidir y
controlar el destino de Cuba” es ofender a la otra parte, es atacar
una vez más a un vecino con el que se pretenden establecer
relaciones basadas en la normalidad y que, además, ha sido
maltratado por el régimen en las expropiaciones sin compensación de
las propiedades de sus nacionales.
No es buena forma de
acabar la entrevista por mucho que le haya gustado a los lectores de
Granma. Josefina Vidal se ha equivocado, y si ha tenido que decir
esas cosas por obligación, lo suyo sería reconocerlo públicamente.
Por el contrario, si realmente se lo cree, lo mejor que puede hacer
por Cuba y EEUU es retirarse de las negociaciones. Ya vendrá alguien
que no piense en términos tan absurdos y alejados de la realidad
como ella. Al final, Cuba y EEUU se entenderán, pero lo harán sobre
bases adaptadas a la realidad del mundo en que vivimos. Nada ocurre
por casualidad. Ni siquiera la entrevista de Josefina Vidal.
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