Se dibuja una nueva Cuba, si, pero con trazos deformados

Elías Amor Bravo, economista
 
Un artículo de Jose A. Llorente, titulado “Se dibuja una nueva Cuba” en Infolatam, me ha despertado cierta curiosidad. El que sigue es un conjunto de reflexiones relacionadas, en mayor o menor medida, con sus puntos de vista expuestos por el autor en esa colaboración. En ningún momento se plantea crítica alguna o iniciar un debate sobre un asunto en el que, por desgracia, existen opiniones muy diversas. Los entrecomillados son del autor del artículo.

A nadie le cabe la menor duda que “Cuba vive un año histórico, especialmente marcado por el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos y su despunte en el mercado internacional”. Por desgracia, los que seguimos de cerca la historia de Cuba desde 1959 tenemos la triste sensación que cada año es histórico, tal vez por esa manía del régimen de darle títulos a los años, “del guerrillero heroico” de “los 25 años de la planificación”, etc. Nada nuevo.

Tampoco es nada original que el régimen castrista juege un papel en “los diálogos de Paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC, haciendo así valer su potencial diplomático con capacidad de mediación”. La vocación internacionalista del régimen ha estado ahí desde 1959 prestando más atención al mundo que los propios cubanos. Eso es conocido. Ahora bien, concluir a partir de ahí que ahora puede llevar a “un cambio de rumbo que abre nuevas perspectivas para el desarrollo de los negocios en el país” me parece cuanto menos, arriesgado. Algunos de los planteamientos del régimen en los foros internacionales son, cuando menos, irrespetuosos, como las escenas que montan los diplomáticos castristas a los disidentes en los foros de Naciones Unidas sobre derechos humanos. Eso también es imagen internacional de Cuba.

La realidad es que coincido con el autor que “el país caribeño presenta grandes oportunidades económicas, huelga nombrar, en este aspecto, el turismo” . Las tuvo en los primeros 59 años del siglo XX cuando la economía cubana se situó en términos de renta percapita entre las primeras del mundo y sus tenencias en dólares superaban las exigencias financieras internacionales. Fue, qué duda cabe, una demostración de su potencial mientras que países como España, Italia o Francia se recuperaban de etapas de crisis y posguerra ciertamente complejas. Cuba estaba preparada para ser una gran potencia, pero el régimen que se instauró puso fin a aquellos planes y terminó destruyendo la base económica de la nación. Ojo, son los mismos que gobiernan actualmente en la Isla. No han cambiado.

Claro que sí. Los tiempos son distintos, y es posible que de los 3 millones de turistas que se reciben anualmente, se pueda dar un salto a una cifra muy superior “con la apertura de nuevas rutas aéreas que conectan diferentes destinos norteamericanos con ciudades cubanas, así como la popularización de otras zonas distintas a las más visitadas La Habana y Varadero, como la zona oriental del país”, sin embargo, que este incremento de viajeros tenga efectos directos sobre la economía del país es cuando menos cuestionable, dada la escasa relación que sigue teniendo el sector turístico con la economía nacional, y más aún, la escasa preparación del sector en términos de “infraestructuras como aeropuertos o puertos” para garantizar una atención directa a ese aumento del turismo que todo el mundo piensa que se puede producir.

Menos optimismo cabe asumir para el sector de las energías renovables. Aquí disiento del autor. No creo que ofrezca “grandes oportunidades para las empresas”, aun cuando es cierto que “el país precisa reducir su dependencia energética”. Un simple análisis del fenómeno de la reversión tecnológica, que los economistas conocen bien porque es la clave del desarrollo económico internacional, permite concluir que en Cuba, al menos actualmente, no se dan las condiciones técnicas, económicas y tecnológicas para el desarrollo de las renovables. Los que inviertan en este sector, posiblemente asumirán quebrantos.

Tampoco es cierto que los desequilibrios de la economía castrista vengan solamente del exterior. Identificarlos con “la volatilidad de la situación política en Venezuela y Brasil, principales receptores de las exportaciones cubanas” es dejar de lado que el régimen sigue manteniendo en déficit corriente del 5% del PIB, que se mantiene de año en año, sin que se actúe de manera adecuada para su corrección. Un déficit interno que unido al externo, además, no atiende las inversiones en infraestructuras, sino que se dedica a financiar el bajo nivel alcanzado por los llamados “logros de la revolución” (educación o sanidad) que cada vez cuestionan más los cubanos por su calidad.

La dualidad monetaria es cierto que “dificulta las transacciones económicas en el país”, pero hay observadores que piensan que es mejor mantenerla en funcionamiento que unificar las monedas, dados los costes que se pueden derivar del proceso. Si el régimen sigue sin “promocionar la unificación monetaria” en su agenda, es porque no las tiene todas consigo. Probablemente la salida de Murillo del ministerio de economía y su sustitución por Cabrisas, tenga algo que ver con ello. En fin, todo es un barullo que reduce notablemente la credibilidad internacional de la economía, lo que actúa como un freno a los planes de inversión de los extranjeros.

De hecho, son numerosos los analistas que entienden que no es cierto que, al menos actualmente, “la estructura formal jurídica cubana ofrezca garantías de seguridad para los inversores”, por muchos acuerdos que se suscriban y se condonen deudas incobrables del pasado para reconvertirlas en compromisos de desarrollo que el régimen tampoco atenderá. Desde hace tiempo, los países saben que el capital extranjero acude no sólo en función de promesas de exenciones tributarias y garantías legales, sino de otras variables que la economía castrista adolece.

Es el caso del Mariel, por ejemplo, cuya Zona Especial de Desarrollo “pretende convertirse en un referente de desarrollo tecnológico y promover el crecimiento económico sostenible en el país con ventajas administrativas y reducción de las tarifas aduaneras para las empresas –nacionales y extranjeras– instaladas allí” pero que sigue esperando iniciativas y solicitudes, y al menos, llevamos tres o cuatro meses que la propaganda del régimen no ha anunciado proyecto alguno. Ni siquiera durante la inauguración del nuevo canal de Panamá se habló del Mariel, que además atraviesa en Brasil un proceso de investigación de las cuentas, que posiblemente no acabe bien. Ya veremos.

Mientras tanto, el régimen parece, dice el autor, por apostar por “las inversiones en ciertos sectores como la alimentación, la energía o el transporte (…) al mismo tiempo, la modernización y apertura de la economía están propiciando la aparición de nuevas necesidades hasta ahora inexistentes. Como es el caso de la demanda de servicios de gestión, consultoría o auditoría surgidos ante la recepción de inversiones extranjeras”. Posiblemente tenga razón, pero si esos procesos de dinamización económica fueran reales y contribuyeran a aumentar la oferta de bienes y servicios, no sería necesaria la adopción de medidas absurdas y carentes de sentido económico, como las rebajas de precios de algunos productos, no todos, “para mejorar progresivamente el poder adquisitivo de los salarios cubanos”. Los que entienden algo de esto, saben que esa no es la vía para la construcción de un sólido mercado interno en la isla, sino otra actuación para ganar tiempo.

Si realmente se piensa, después de todo lo expuesto que “Cuba inicia un nuevo capítulo, con nuevos desafíos, pero también nuevas oportunidades”, pues qué bien. Cada uno con su dinero puede hacer lo que crea conveniente. Pero en contra de aquellos que piensan que este “nuevo horizonte no puede ni debe ser ignorado: es el momento de subirse al tren”, otros pensamos lo contrario, y recomendamos mucha prudencia, cautela y no hacerse demasiadas expectativas ni ilusiones con una dirigencia política que sigue defendiendo el socialismo como modelo político e ideológico del país, que no admite el pluralismo político, ni atiende a la libertad económica o los derechos de propiedad de los cubanos. Quién no se lo crea, que lea la constitución en vigor. Lo dicho: mucha cautela.

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