Ahora toca racionar la sal

Elías Amor Bravo, economista


Era lo que faltaba, acabo de leer en el oficial Escambray que las autoridades locales de Sancti Spíritus informaron que en la localidad hay un desabastecimiento de sal atribuido, y cito textualmente, a los "problemas productivos en las industrias de Joa, Guantánamo, y El Real, en Nuevitas, con las cuales se abastece todo país".

Ni en los tiempos de la colonia ocurrían cosas así. Una y otra vez, los dirigentes de las empresas castristas atribuyen a los “problemas productivos” situaciones tan graves como no facilitar un bien necesario, como la sal, a la sociedad. La pregunta es, ¿cuándo a lo largo de estos 59 años no han existido problemas productivos en una economía destrozada y devastada por la implantación de un modelo ideológico que ha mostrado, hasta la saciedad, su inutilidad?

La producción de sal, en los últimos diez años, no ha hecho más que descender.

En el Cuadro 1 se presentan los datos procedentes de la Oficina Nacional de Estadística e Información. En 2006, la producción de sal ascendía a 198,2 Millones de toneladas. En 2016 apenas alcanzaba 110,6 Millones de toneladas. Un descenso global del 44,2% en estos once años. Por su parte, la producción de sal fina ha disminuido de 90,6 Millones de toneladas a 76,1 millones un descenso igualmente, del 16% en el mismo período.

Cuadro 1.- La producción de sal en Cuba (Millones de toneladas)




















Fuente: ONEI

La falta de sal en Sancti Spíritus desde hace casi medio año en el comercio minorista, e incluso en los mercados en divisas, forma parte de un proceso que viene de mucho tiempo atrás en el tiempo, como se observa en el Cuadro 1. Y no se puede atribuir a los daños ocasionados por el paso de los ciclones o a determinados problemas productivos puntuales. Año tras año, la producción de sal ha ido descendiendo hasta acumular casi un 30% en el curso de la década de Raúl Castro. Lo que no se entiende dadas las propiedades necesarias que tiene la sal, no solo para consumo humano, sino para otras muchas actividades.

Estamos ante un buen ejemplo del rotundo fracaso de un modelo que los cubanos conocen bien, porque lo han padecido mucho tiempo, pero que fuera, en el resto del mundo, todavía hay quién se resiste a no querer comprender. En efecto, en aquellos países en que existe economía de mercado, con participación mixta del estado, y en la que se respeta el ejercicio y el derecho a la propiedad privada, rara vez falta sal. Es decir, rara vez falta o escasea algún bien o servicio.

Que un país como Cuba, rodeado de agua de mar por todas partes, incumpla la producción de sal, excepto para la cuota normada, la eterna libreta de racionamiento, no tiene justificación alguna. Si las plantas salineras de la isla no consiguen estabilizar la producción, se tienen que tomar medidas para lograrlo. No hacerlo, implica desatender las necesidades del mercado.

Para ello, habría que analizar los motivos por los que aparecen estas deficiencias en la producción, el por qué de estos problemas productivos, y una vez entendidos los motivos, que de buen seguro tienen solución, implementar las mismas. No pensar, como hacen las autoridades, que cumpliendo con las cuotas de la libreta de racionamiento y los eternos compromisos con los organismos priorizados, como salud, educación, las industrias destinadas a la elaboración de alimentos y los centros de la gastronomía estatal, es suficiente.

En última instancia, todo esto ocurre por algo. La economía tiene unas reglas que se tienen que respetar. Una de ellas es muy sencilla e intuitiva: el consumidor es el rey. Esta es la clave del funcionamiento eficiente de una economía. Cuando el consumidor y su libre elección pasan a un segundo plano, o se establecen límites para el ejercicio de esos derechos por el estado, lo normal es que ocurran cosas como las que pasan en Cuba: no hay producción de sal suficiente, a pesar de las excepcionales condiciones climáticas, geográficas y naturales de la isla para ello. En todo caso, si no se produce sal suficiente por la economía nacional, el modelo que otorga al consumidor la relevancia que merece en la guía de las decisiones económicas, establece que se compre en el exterior, que se importe la necesaria para evitar escasez. Una idea contraria a la obsesión autárquica con la sustitución de importaciones de los llamados lineamientos.

Los cubanos han padecido durante casi 60 años la obsesión ideológica comunista con situar al consumidor como el último referente de la cadena de valor, limitando su capacidad de elección y consumo. Las consecuencias son visibles en una economía devastada que ya no produce ni siquiera sal y la tiene que racionar. Mal asunto. Todo se complica cada vez más.




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